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"Cierta como Morgana", de Javier Olalde

Ediciones Vitruvio, 2022
miércoles 08 de junio de 2022, 12:00h
Cierta como Morgana
Cierta como Morgana

Javier Olalde reapareció en el panorama literario hace cinco años, después de un largo silencio de casi cuatro décadas, con la publicación de un interesante poemario que llevaba por título ‘Toda la calle andada’, que no dejó indiferente al público lector. El acierto de Ediciones Vitruvio, que apostó por la recuperación del autor, fue absoluto.

A partir de ahí se fueron sucediendo otras obras del autor, todas ellas estimables y todas ellas bajo el mismo sello editorial, como los poemarios: ‘Mi modo de ser árbol’ (2018), libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, ‘Extravagancia infinita’ (2019) y ya el año pasado, el ensayo ‘Todos eran un destino’. Olalde había sido, sin embargo, un poeta precoz cuando con tan solo veinte años había debutado en el mundo editorial con la publicación dos poemarios de tintes modernistas como: ‘Ensueños y agonías’ (1965) y ‘Leído en el gris’ (1968), para cerrar esta primera etapa con una apuesta lírica, indiscutible salto cualitativo en su carrera, que llevaba por título ‘Alguno habló de soledad’ (1970), ya plena de madurez, que afortunadamente Vitruvio también ha reeditado recientemente. La formación de Javier Olalde en Literatura Hispánica y Filosofía es esencial para entender su creación poética.

Los títulos de sus libros, como ya habrá comprobado el lector, son todos muy sugerentes. Y este aspecto no es baladí por cuanto que el título, a modo de simbólico mascarón de proa, no solo etiqueta la colección de poemas que agrupa sino que los hace visibles y a la vez irónicamente los esconde; y esto naturalmente puede llegar a ser problemático: hay malos títulos que no hacen augurar grandes libros y más frecuentemente al revés, poemarios que no están a la altura de las expectativas prometidas por aquel. ¡Espinoso problema!

Con los libros de Javier Olalde, título y contenido son un todo que armoniza en sí mismo. ‘Cierta como Morgana’ no podía ser una excepción. Libro aparentemente insólito dentro de la producción del poeta y decididamente atípico dentro del panorama de la poesía española, ‘Cierta como Morgana’ es un personalísimo poemario de temática amorosa que por momentos nos haría caer en la tentación de calificarlo de poesía mística, que sin serlo comparte algunos rasgos comunes con este subgénero, desde lo inalcanzable del objeto amado hasta la convicción de la creencia por vía de la fe.

Dice Javier: «Eres mi fe, / el argumento franco donde existes/ y en el que afirmo tu verdad irrefutable”. Fe profana que como la mística exige un peaje, que san Juan de la Cruz llama “noche oscura del alma”, y que Javier define así con estos contundentes versos: «Ningún dogma más cierto/ que la privación en la que me hallo/ y el invariable eclipse que te oculta». O bien en otro poema: «Y tú, / el mudo claroscuro de un momento/ intangible.»

Pero si la temática nos puede llevar a confusión, en una atenta lectura volvemos a encontrarnos con las claves poéticas del autor, presentes en sus poemarios anteriores: poesía existencial mejor que existencialista, en la que en el caso que nos ocupa, si hay una declaración manifiesta al amor es al amor a la poesía o por mejor decir a la palabra, como delatan una y otra vez los poemas del libro, que sin embargo eluden el título para seguir una rigurosa y consecutiva danza de cifras.

Por otra parte, la faceta del Olalde filósofo aflora en poemas tan redondos, dicho con toda la intencionalidad y la polisemia del término, como el de la contra del libro, en su guiño irónico al «cogito ergo sum» de Descartes, que no me resisto a trasladar aquí:

«Pienso, luego existe la tarde/ y el mar con ella, / y tu presencia al borde de la tarde y del agua/ llegando de algún sitio, / sin que existan la tarde ni el mar/ ni tu presencia al borde de la tarde/ llegando mientras pienso». O también en el poema 1.8 donde leemos: «Poesía, luego existes». O en el 1.9: «Te pienso, luego ocurres». Pensamiento como lenguaje en el que se da la posibilidad cierta de la existencia, como opinaba Wittgenstein cuando defendía que el lenguaje crea realidad.

Parafraseando el título de un poemario previo del autor, ‘Cierta como Morgana’ tiene una coherencia infinita, escapándose felizmente de aquellos poemarios que están conformados por un centón de poemas de toda laya sin orden ni concierto. Poesía reflexiva, como toda la de Olalde, con una voz inconfundible que enarbola versos con la contundencia insobornable de un silogismo.

Si empezamos por el título, obsesión propia que no puedo ni quiero ocultar, ‘Cierta como Morgana’ nos traslada, por un lado al personaje literario del Hada Morgana, poderosa hechicera del ciclo artúrico; y por otro, al efecto óptico “Fata Morgana”, precisamente así llamado en honor a la mencionada hermanastra del rey Arturo, que, según las leyendas, era un hada cambiante. Cambio dentro de lo inasible pero perenne como rotunda es la creencia del poeta a pesar de su precario estado de soledad.

El poemario se divide en cuatro secciones con un preludio y una coda final, de un solo poema, que se llama “certeramente”, como no podía ser de otro modo: ‘Reconocimiento’.

El título del poemario, replica el título de la primera sección de las cuatro y este a su vez está extraído de uno de sus poemas que lleva estos versos: «Mi credo es cuanto tengo que te afirme, / eres tan cierta como los augurios/ y las valquirias/ o los unicornios, / como la isla de Avalón/ y el hada Morgana (…)»

Es toda una declaración de intenciones: por tanto, ya tenemos la llave para entrar en el poemario. Si solo la literatura es cierta a pesar de su “proteica solidez evanescente” y su espejismo nos permite que leamos en los objetos que se encuentran en nuestro horizonte visual una apariencia elevada, similar a la de los «castillos de los cuentos de hadas», podemos entender ya como iniciados la concepción poética que vive el Yo lírico de ‘Cierta como Morgana’. Quién pondría en duda la existencia palpable de Madame Bovary o de nuestro Alonso Quijano frente a la irrelevancia de tantos de nuestros congéneres, que a pesar de sus anhelos cotidianos y sus necesidades perentorias, sus móviles de última generación o sus fehacientes DNI´s son una mala caricatura de nosotros mismos o nosotros de ellos, tanto monta monta tanto, como fantasmales zombis impenitentes.

En una suerte de “quête” o búsqueda griálica el recorrido de ‘Cierta como Morgana’ tiene algo de viaje iniciático y por ello es por lo que podría alentar vuelos místicos como antes se apuntaba.

Si los poemas solo van numerados, quizá Olalde haya orquestado un sutil juego de espejos donde la amada reclama su presencia a través de su anónimo nombre que el poeta enamorado traza en las paredes y en su olvidada memoria.

El poema número 1 avanza por este camino: «Voy recorriendo calles dilatadas (…) escribiendo tu nombre en las paredes», o: «Vives en mis ciudades interiores/ aunque los días no traigan tu recuerdo», la literatura exteriorizada en la grafía escrita de las palabras o interiorizada en el paisaje personal, siguiendo al poeta simbolista belga Georges Rodenbach que pensaba que «la ciudad es un estado de ánimo».

En el poema número 4 resuenan los ecos de la novela ‘Todos los nombres’ de Saramago, al buscar en una biblioteca el nombre de la amada para dar fe de su existencia: «Recorrí todas las salas, / todos los estantes, / todos los archivos, / todos los nombres, / pero no encontré el tuyo».

En el 3.5 leemos: «Me acompaña el silencio de tu nombre», o en el poema 5: «El ignorado trazo de tu nombre, / cuanto tengo de ti». Siguiendo las huellas de ‘La voz a ti debida’ de Salinas, en esa identificación amor/palabra, Javier Olalde define su concepto del amor entendido como un proceso de autoconocimiento del yo a partir del tú, con la herramienta del lenguaje, en un alambique donde destila un brebaje que amalgama el idealismo platónico con la dimensión existencial e intelectualizada que posee la propia lírica del poeta. «Eres el único lenguaje/ que me importa», dice el poema 2.3 o «Es todo lo que tengo de ti, / poemas que leerás o no, / palabras» en el último poema de la tercera parte.

El desgarro adoptará aires de tango en el lamento del poema 3.5 que suena con la arrogancia arrabalera de un bandoneón cuando exhala: «Troilo siempre» para seguir con «…y la distancia no nos deja/ pasear por una plaza, sin prisa, de la mano y en silencio, / como viejos amantes», que nos remite al poema ‘La tarde entera’, de un libro anterior, ‘Mi modo se ser árbol’, donde podíamos leer: «Me gustaría esperarte en una esquina/ de alguna calle/ donde aún tenemos veinte años/ y la tarde entera/ para vivir Madrid de sur a norte».

En la obra de Olalde la mujer no es una persona concreta, pero a pesar de su implacable idealización estamos frente a una figura real, humana e individual para nada fingida, “cierta como Morgana”.

En consecuencia, la relación hombre-mujer del poemario estará cifrada no tanto en el amor sensual a través de los sentidos sino en el amor intelectual, propio de esa serena atalaya que llamamos madurez, a través de la contemplación y el pensamiento.

El poemario se mueve en la dialéctica “ausencia/presencia” que tan buenos réditos dio a poetas “amorosos” tan distantes y distintos en el arco cronoespacial como el valenciano Ausías March o el mexicano Xavier Villaurrutia. Sin embargo, si en ellos la Muerte viene a ser la otra cara de la moneda, en la sempiterna dualidad Eros/ Tánatos, en ‘Cierta como Morgana’, quizá más animado por el reflexivo “agápē” griego, la Muerte está expulsada, con la inconfesable certidumbre de que nos la podemos tropezar en cualquier momento y en cualquier esquina de esa metafórica ciudad en la que el amante se obstina en escribir el nombre innominado de la amada con las palabras exactas y certeras de la poesía, palabras esenciales en la exquisita epifanía de un poeta de los pies a la cabeza, el poeta Javier Olalde.

Puedes comprar el poemario en:

9788412547047
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