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Nicolás Antonioli
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Entrevista a Nicolás Antonioli: “Un transitar por el borde de la locura más profunda de una sociedad enferma”

Nicolás Antonioli responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti
martes 18 de enero de 2022, 15:00h

Nicolás Antonioli nació el 19 de enero de 1985 en la ciudad de Florida, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en la ciudad de Martínez, en la misma provincia. Es Profesor de Literatura. Dirige el sello editorial Baldíos de la Lengua y condujo diversos programas radiales. Participó como poeta y como editor en numerosos festivales y encuentros de su país, de América y de Europa. Organizó eventos de poesía y dio conferencias en varias instituciones.

Se necesitan ojos
Se necesitan ojos

Su obra fue traducida al quechua y, parcialmente, al inglés, italiano, macedonio, montenegrino y alemán. Obtuvo primeros y segundos premios, así como menciones en muchos certámenes. Fue incluido en antologías y difundido su quehacer en revistas soporte papel y también electrónicas. Entre 2004 y 2017 publicó los siguientes poemarios: “Sentires del alma”, “Se necesitan ojos”, “Muñecas / Maniquí / Muñecas”, “Mansalvar”, “Mano emplumada”, “Monólogo alucinado e interminable del sargento Cabral” y “Las carnes ayunas”.

¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

NA: Si tomo a la creación artística en general, podría decir que mi primera obra fue una ilustración en tinta china y crayones, sobre una madera de pino, que aún conservo porque se trataba de una tabla de picar que fue un regalo para el día de la madre. Tenía cuatro años y aún era analfabeto. La obra fue hecha en octubre del año 1989, bajo la más estricta presión y apuro, contrarreloj. En la misma aparecen unos seres demoníacos, cabezas con pies, sin manos (una suerte de protoemojis, ahora que lo pienso), pero lo más llamativo, que en realidad fue una observación de mi madre, fue la ilustración, casi se podría decir que vectorial, de una rata. Lo intrigante fue que había dibujado ese roedor sin siquiera haber visto uno antes. Ese dibujo, casi sin modificaciones, forma parte del logo de mi editorial Baldíos en la Lengua.

Si, en cambio, tengo que dar cuenta de la primera creación literaria, debo nombrar aquel cuento sobre la caída del muro de Berlín, que escribí a los 9 años. Lo no menos extraño fue que relaté, con algunos aciertos notables, lo que aconteció por esos días, pero sin conocer los detalles de lo que realmente había ocurrido. Como los datos históricos precisos me eran ajenos, partí de la simple idea de un muro caído en Berlín y traté de imaginar qué tendría que haber ocurrido y por qué; los datos cuasi reales afloraron inexplicablemente. El cuento hablaba de los dichos de un periodista y de cómo los medios podían manipular o impulsar la voluntad popular. Ese cuento obtuvo una felicitación con nota excelente y una recomendación de publicación.

¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

NA: La lluvia es vida. Las tormentas son el éxtasis de esa vida. La sangre es parte de lo vivo. Estudié veterinaria un tiempo, así que la sangre me tiene sin cuidado, es poesía líquida. La velocidad es lo que deseo ante ciertas contrariedades del tránsito. Algunas contrariedades evitan que el desastre se produzca.

“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto”. ¿Tus consideraciones?

NA: La palabra “inspiración” según el diccionario significa: “Estímulo o lucidez repentina que siente una persona y que favorece la creatividad, la búsqueda de soluciones a un problema, la concepción de ideas que permiten emprender un proyecto, etc., especialmente la que siente el artista y que impulsa la creación de obras de arte”. Ahora bien, pareciera que todos los conceptos que utilizó o creó el romanticismo hoy gozan de desprestigio en los ámbitos intelectuales, o son motivo de burla. Llámese como se llame, científicamente hablando, hay una serie de relaciones modulares y conexiones neuronales, bastante estudiadas en neurociencia, comprobadas mediante la evidencia, que indican que existen activaciones de diversas regiones del cerebro durante el acto creativo. Es evidente que Faulkner no llegó a conocer los tomógrafos y resonadores magnéticos que se desarrollaron una década después de su muerte.

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

NA: Me llama poderosamente la atención la vida y forma de ser de Xul Solar, no tanto así sus pinturas, sino su filosofía de vida, sus ideas, su concepción del arte y el mundo, sus búsquedas creativas, sus métodos de escritura, el trabajo con el lenguaje y la creación de nuevas lenguas.

También me atrajo mucho la vida del español Leopoldo María Panero, sobre quien trabajé uno de mis últimos textos monográfico-poéticos, y precisamente me situé en su discursividad extraliteraria, para abordar sus modos de expresión cotidiana que, por momentos, poseen destellos de la más excitante poesía.

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

NA: “Siéntate en el portal de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar”;

“Todo lo que deba ser mío vendrá a mis manos, si no, es porque no lo necesitaba”;

“En la tierra de los ciegos el tuerto es rey”;

“No por mucho madrugar amanece más temprano”;

“Menos averigua Dios y perdona”;

“A río revuelto, ganancia de pescadores”;

“Soy puntualmente impuntual”;

“Al que madruga nadie lo ayuda”;

“Hagas lo que hagas todos vamos a morir”;

“Uno encuentra su destino justo cuando está escapando de él”.

Ante la invitación o posibilidad de comer alimentos dulces, o de ponerle azúcar a algo: “Sí, porque para amarga está la vida”.

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

NA: La obra completa de Alejandra Pizarnik me estremeció y me dejó perplejo la primera vez que la leí, al igual que “Las mil y una noches”; en ambos casos aún continúa esa sensación. También me sucedió algo parecido con las obras de Osvaldo Lamborghini, Oliverio Girondo, Miguel Ángel Bustos, Juan Gelman, Jorge Fernández Chiti, Charles Baudelaire, Olga Orozco y Juan Carlos Bustriazo Ortiz.

¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

NA: Infinidad. Puedo mencionar dos, relacionadas con mi calidad de automovilista por las rutas de Argentina y México. La primera tuvo lugar en la ruta 151 de la provincia de La Pampa, también llamada “de la muerte”, porque es una de las carreteras más peligrosas del país, dado que está plagada de inmensos pozos y desniveles (de esto me enteré gracias a un enorme cartel al costado de la ruta cuando ya no tenía posibilidad de retorno). Para resumir, la ruta no tiene banquina, es doble mano, muy estrecha y con una intensidad de tránsito de camiones de gran porte bastante fluido. A la altura del pueblo de Puelén reventamos un neumático, de esto me di cuenta varios kilómetros después, ya que dentro del auto no se sentía la diferencia. El auto empezó a corcovear. Con toda la tranquilidad del mundo me dispuse a cambiar la rueda averiada. Cuando intenté extraer la de auxilio del compartimiento, advertí que le había puesto un candado de seguridad con clave de tres dígitos. Confiado en mi memoria para todo lo referido a contraseñas, coloqué la que siempre utilizo. Era incorrecta. Probé con la siguiente posible. También incorrecta. Seguí empecinado y fallando en reiteradas oportunidades. A todo esto, la noche pampeana caía espesa y el zumbido de los camiones dotaba a la escena de una atmósfera dantesca. Se hicieron cerca de las 12 de la noche y los errores se habían acumulado hasta el borde de la desesperación. Terminé cediendo a la idea descabellada de mi pareja, quien insistía en cortar el candado con un cuchillo tramontina. Con mucha dificultad, desesperado, con las manos ensangrentadas, pero firmes en la tarea que parecía absurda, pudimos cortar el famoso candado. Una vez sorteada esa contrariedad salida de una película serie B, y luego de colocar la rueda en su sitio, el auto no arrancó, porque se le había agotado la batería. Me había olvidado de apagar las luces, de hecho, me hubiese resultado imposible realizar todas esas maniobras desopilantes sin el resplandor de los faros. Cuestión que apelamos a una estrategia poco ortodoxa, pero efectiva. Apagamos todo, cruzamos los dedos, dejamos descansar el auto cerca de media hora y giramos la llave. Costó, pero funcionó, poco a poco el auto se fue “recuperando” y logramos llegar ilesos al pueblo más próximo.

El otro episodio ocurrió en la isla de Cozumel, México. Habíamos alquilado con mi pareja un automóvil convertible para pasear por la isla con más comodidad. El alquiler, supuestamente, era uno de los más caros, pero el tipo de cambio del momento nos beneficiaba bastante, lo que hacía que el gasto fuese casi ínfimo para nuestro presupuesto. Nos dieron el escarabajo descapotable. Nada que ver con la foto del catálogo. Destartalado, escupía humo, consumía combustible de una manera escandalosa. La caja de cambios y el embrague casi no existían, al igual que los frenos. Carecía de tapa de combustible, por lo que el excesivo calor del Caribe mexicano hacía que éste se evaporase. Recuerdo que, en un tramo del recorrido, nos metimos en una calle que había sido cortada porque se estaba disputando una carrera de motocicletas; me harté, apagué el motor y empecé a arrastrar el auto con los pies, marcha atrás, porque el bólido no respondía. Así anduvimos un largo trayecto para ahorrar nafta. Cuando ya nos habíamos acostumbrado a maniobrar el escarabajo, aconteció una tormenta tropical repentina. Tuve que conseguir una bolsa de nylon para proteger la entrada del tanque de combustible, y que no se llene de agua. Con ese nivel de adrenalina completamos la otra mitad del recorrido. Cruzando los dedos para no quedarnos varados en mitad de la ruta. Cuando llegamos al local de alquileres la tormenta se disipó en menos de un minuto, y volvió a salir el sol abrasador.

¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

NA: Estimo que es una meta ilusoria, pero meta al fin. En sentido estricto, pienso que, aunque no suceda nunca, uno como escritor o artista debe tener en claro que cualquier creación propia, sea buena o mala, es pasible de trascender y aportar algo a esa “posteridad”. Es decir, ese concepto de “posteridad”, aunque uno no quiera, está presente en cualquier actividad artística y hay que tratar de dar lo mejor para que esa trascendencia sea digna. La posteridad es un imaginario, una utopía, que ordena de algún extraño modo ese sentido del ridículo. En otras palabras, el hecho de que un libro o poema pueda ser leído después de nuestra muerte, configura lo que entiendo como “posteridad” y me obliga a tener un compromiso más profundo con la palabra.

“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

NA: La rutina de los cumpleaños (al margen de que soy de capricornio, nunca me gustó festejarlo en la niñez y menos en mi edad adulta, no me creo tan importante como para exigir que una determinada cantidad de gente se reúna año tras año para festejar mi nacimiento), de las fiestas de fin de año y de cualquier conmemoración. Siento que atan a la sociedad, que no dejan progresar. Terminemos con la violencia de la navidad, dejemos a las infancias en paz, de nada vale seguir propagando la mentira. Si quieren creer en historias maravillosas, lean literatura. Planten un árbol, no lo talen ni disfracen de manera bizarra con borlas y luces de colores. Es patético e increíble que esa rutina siga existiendo en pleno siglo XXI.

¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

NA: Ahora que lo pienso, creo que sí. Lo dije, con otras palabras, en una entrevista que me hizo Claudia Ainchil para la radio del Congreso de la Nación, hace unos años. La búsqueda de un estilo, o una voz propia, como algunos lo llaman, no es algo que ansíe, por esto que señala Barga de que constituye una limitación. Creo más bien en la ductilidad del estilo, o mejor aún, en la capacidad del escritor para asir el estilo que la obra requiera, sin limitaciones, sin tabúes ni prohibiciones de ningún tipo. Darle a cada obra la voz o las voces que necesita.

¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

NA: Los sucesos que me producen mayor indignación, me hartan al instante y a la vez me generan algún grado de violencia son las injusticias de cualquier tipo y las trabas burocráticas.

¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

NA: Recuerdo una magnífica tarde de verano de mediados de los años `90, cuando convertí el gol que le dio la victoria definitiva al equipo de mi barrio, luego de un extenso partido que se había prolongado por más de tres horas. Fue la primera y última vez que paseé en andas en mi vida.

¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

NA: Bueno, en realidad eso me pasó literal. El escritor mexicano Manuel Parra Aguilar me incorporó como personaje en dos de sus relatos que forman parte de su libro “Contrataciones” (Editorial Jus, 2009). En sentido más amplio, me gustaría perderme en las obras surrealistas de Salvador Dalí, o en la música de Charly García o Gustavo Cerati. También encuentro tentador perderme en el ilusorio “Necronomicón” de Lovecraft y en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Borges, por nombrar sólo dos obras que me han impactado, ya sea por su existencia o precisamente por el juego con la inexistencia.

El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

NA: El silencio es necesario antes, durante, dentro y fuera del poema, y por extensión de toda obra artística. Me encanta el silencio de las bibliotecas y de los museos de arte. Los gestos no creo que graviten, son o no son, existen o no existen. La oscuridad en mi niñez era el terror, el miedo; en la adultez constituye el misterio, del que la creatividad se nutre en una primera instancia. Las sorpresas, para mí siempre fueron sinónimo de felicidad y alegría. El sistema capitalista me enseñó que también existen las sorpresas desagradables. Prefiero seguir creyendo en la concepción de sorpresa de la infancia. La desolación no se la deseo a nadie. El fervor, nunca creí en ningún fanatismo, y menos ahora. Si la intemperancia es parte del acto creativo, bienvenida sea.

¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

NA: Pienso en el Dante, Cervantes, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Oliverio Girondo, y en Jorge Luis Borges, principalmente.

¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

NA: No aprecio las apreciaciones, valga la redundancia, carentes de crítica, la palmada en la espalda por que sí, deshonesta, vacía de contenido. No es real que todo lo que uno haga merezca el aplauso y la aceptación sin discrepancias. En ese sentido, me gustaría que los y las colegas nos sinceremos un poco a la hora de valorar una obra, de esa forma ganaría la Literatura.

Con respecto a las imprecisiones, prefiero las que se dan en el poema, luego de un profundo trabajo con el lenguaje, como residuo del acto de creación, muchas veces de manera fortuita. Esas que hoy nos parecen fuera de lugar, erróneas, incomprensibles, más de una vez me demostraron que constituían pequeños destellos de genialidad de lo por venir, es decir, de lo que entendemos como nuevo. Lo que sucede es que las solemos anular, justamente, porque todavía nuestra mente no está preparada para entender esa nueva codificación.

¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

NA: La verdad es que nunca me pasó. Por lo menos, no lo recuerdo. Siempre valoro a las personas que quiero y quiero a las personas que valoro. Considero que tengo una especie de intuición, advierto enseguida a quienes vale la pena querer y valorar, y viceversa.

¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

NA: El mundo humano es todo eso, los seres humanos son la verdadera porquería del mundo. Me considero antihumano acérrimo, discrepo con las prácticas “humanas” que destruyen el mundo literal. En sentido estricto, el planeta Tierra es el único con vida en miles de años luz a la redonda, por lo tanto, nunca puede ser una porquería en comparación con los planetas yermos que conocemos.

Sin embargo, aclaro que “Cambalache” es uno de mis tangos preferidos, por lejos.

Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

NA: Puedo mencionar a Eva Duarte y a Ernesto “Che” Guevara.

¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

NA: Muchos cómicos de los años ´80, ´90 y 2000: el negro Olmedo (su humor no se reduce al tratamiento de lo femenino, es mucho más amplio, interpela a toda una sociedad, es atemporal en ese sentido, trabaja con la idiosincrasia del supuesto “ser nacional”, se ríe de eso, aplica una crítica irónica muy incisiva, todo lo demás es habladuría), Antonio Gasalla y todos sus personajes, Enrique Pinti, China Zorrilla, Alejandro Urdapilleta, el personaje Pitito de Favio Posca (me parece el más desopilante y poético de todos), Guille Aquino, Cacho Garay y, por supuesto, el genio de Diego Capusotto. En todos los casos, lo que me hace reír es el trabajo inteligente con los tabúes de la sociedad violenta. Ese espejo, esa retrospección, es más eficiente que cualquier tipo de imposición, y sirve para repensarnos y evolucionar. Si la poesía no puede cambiar el mundo, considero que el humor está cerca de lograrlo, el único límite es el caos, un transitar por el borde de la locura más profunda de una sociedad enferma. El humor trae esperanza.

¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

NA: Lo ideal no existe, por eso es ideal, es lo que debería ser, pero probablemente no sea. El pensar de manera idealizada puede servir como parámetro, como guía, pero si las cosas no resultan como uno las sueña o planifica, no pasa nada, era obvio que no podía salir perfecto. Aunque si logramos aproximarnos a ese ideal, entonces el disfrute, el goce y el placer acontecen como una bendición. Estar lejos del ideal, en todo caso, es la normalidad del mundo, hay que trabajar duro para acercarse lo más posible al ideal, pero sin perder salud y vida en el intento.

El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

NA: El amor, por suerte, tocó mis puertas hace varios años y estoy felizmente casado. La contemplación es fundamental no sólo para crear, sino para vivir. No puedo creer cuando veo a la gente, celular en mano, perdiéndose la posibilidad de contemplar paisajes, seres y cosas.

El dinero es una invención humana que no debiera existir, sólo sirve para complicar la existencia en ésta, nuestra única vida. En ese sentido, pienso que todo debiera ser gratis, no hay razón para establecer que el acceso al dinero repercuta en una mayor o menor calidad de vida. El dinero convirtió al paraíso en un verdadero infierno para muchos, y su escasez y mala distribución es el origen del hambre en el mundo. Cambio dinero por tierra, cambio oro por agua.

La religión es un fanatismo literario incomprensible.

La política con burocracia y falsa democracia es autoritarismo.

¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

NA: Cualquier musical inserto en series, películas, obras teatrales, etc., siempre me dieron vergüenza ajena. No hablo de obras musicales, ni óperas, ni obras derivadas, sino del concepto de musical hollywoodense. En literatura me parecen insufribles las obras infantiles y/o juveniles que subestiman a las infancias con eufemismos, formas y contenidos que rozan la estupidización. En relación a eso, también es insufrible, el atisbo de censura que intenta establecer la segmentación por edades.

¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

NA: La esquina de Libertad y Beruti, en la localidad de Martínez, ciudad en la que resido. Durante mi infancia, antes de asistir al jardín de infantes, visitábamos esa esquina porque ahí se encontraba y aún se encuentra un enano de jardín con su espléndida carretilla repleta de flores. Esa pequeña estatua que aún visito cuando tengo tiempo, siempre me trajo paz y tranquilidad. Por otro lado, esa esquina está intacta, desde aquellos años, es como un recorte del pasado agradable.

Otra zona muy importante para mí son los lagos de Palermo, en especial el que está junto al Planetario, y el Lago de Regatas. Allí pasé muchos momentos felices, en esos lugares aprendí a contemplar y comprender muchas cosas del mundo. En mi adolescencia tomó mucho protagonismo la costa del Río de la Plata, principalmente la de San Isidro y Vicente López. No podría vivir alejado del río. Necesito saber que la ciudad termina abruptamente.

¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

NA: El pensamiento, la visión, la lengua, el bosque, la ceremonia, el azar, las miniaturas, la autenticidad, el sacrificio, el sufrimiento, el desajuste, la danza, la ciudad, la muerte.

“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

NA: Las palabras morirán exactamente donde muera el último ser humano.

¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

NA: Por supuesto, puedo disfrutar de los poemas de Ezra Pound, de Borges, y tantos otros escritores de derecha. Hay que separar a la persona y su ideología, de la obra o hecho artístico.

¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

NA: Si no lo solicité, lo tomo como una eventualidad que no se concretó, tal vez un cumplido pasajero de la persona. En todo caso no me ilusiono, tampoco me enojo, aunque, en el fondo, la persona me decepcione un poco. En cambio, si lo solicité de manera fehaciente, me prometen ayuda y no cumplen, se han ganado el vacío y la indiferencia.

No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

NA: Admiro a todas las mascotas del mundo. No me explico cómo pueden convivir en “armonía” con un animal tan dañino como el ser humano. Un día pienso que se van a rebelar en masa y nos extinguirán.

¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

NA: A veces me dejo llevar por las pasiones, en especial las que me despiertan las injusticias sociales y las incongruencias de ciertas normas o leyes que considero absurdas.

¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

NA: Por suerte, los que fueron alabados desmesuradamente han caído en el olvido. La historia se encarga de acomodar los tantos. Ningún lobby trasciende la sepultura.

¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

NA: Sí, puede ser. Sería idealizar demasiado la idea de un amor simétrico, donde ambos se amen con la misma intensidad, tengan los mismos deseos, incluso la misma concepción sobre el amor. Creo que cada ser ama a su modo y la otra parte acepta o rechaza esa asimetría.

¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

NA: La noche plena y la madrugada. Son los momentos del día en que desarrollo mi escritura y plasmo mis ideas, ya sea desde mi actividad literaria, como así también en mi actividad editorial.

¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

NA: Una reunión cumbre de surrealistas de todo el mundo y de todas las disciplinas artísticas, otra de rockeros hispanohablantes y anglosajones, otra de vanguardistas del siglo XX y barrocos, y otra de poetas contemporáneos que detesten (y realmente se diferencien) la poesía barata que circula en Instagram y otras redes sociales.

Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

NA: No revelo mis jugadas. Lo único que puedo decirte es que a la reina no hay que perderla por nada del mundo.

*

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Martínez y Buenos Aires, distantes entre sí unos 18 kilómetros, Nicolás Antonioli y Rolando Revagliatti, enero 2022.

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