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Asier Aparicio Fernández
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Asier Aparicio Fernández

“La espada cincel”, imaginar la Historia

jueves 08 de febrero de 2024, 12:11h

Imaginar, que no inventar. Porque solo es posible imaginar si se ofrece un pie real a nuestras ensoñaciones; lo mismo que don Quijote, que no hace surgir sus molinos de la nada. Imaginar como un salto, no como un vuelo; una cabriola que puede llegar muy alto, pero que no desdeña su origen, la firmeza de lo real.

La espada cincel
La espada cincel

La Historia (así, con mayúsculas) tiene sus hechos, rocas en el relieve narrativo que marcan su propia senda. De acuerdo, los novelistas no somos meros cronistas, simples historiadores (mis respetos para tal menester, que no tiene nada de simple…). Conforme con que la ficción debe ser creativa, no someterse a la dura losa de los anales… Y sin embargo, qué quieren que les diga, creo que un autor que se pasa por el forro los hechos sustanciales en su narración histórica, o peor, (algo más sutil pero indispensable) que prescinde en su relato del espíritu de la época, hace un flaco favor al lector, lo banaliza.

Y sí, ya sé que esto se lleva mucho; la novela histórica es un género muy comercial. Pero resulta que hay algunas que se acercan tanto al lector (para vender), que se lo ponen tan “a huevo” y se aproximan tanto a su zona de confort, que, o lo toman por tonto, o destrozan la Historia (a veces ambas). La manipulan, se toman excesivas licencias, corrompen las maneras de pensar del momento en pro de simpatías o antipatías, e insertan diálogos o actitudes más propias de ahora que de aquel periodo. Repito, no se trata de un sometimiento absoluto a la época retratada: la novela actual está escrita para gente del siglo XXI; de lo contrario, nos quedaríamos con los clásicos… Sin embargo el escritor demuestra poca pericia si no es capaz de realizar una inmersión adaptada, y a la vez fiel, de aquello que sucedió.

¿Y cómo se hace esto, con qué maña de malabaristas sorteamos el puente de mentalidades tan dispares: nuestros personajes y nuestros lectores? Como digo, hay quien ve un arroyo, y se conforma por tender un par de tablas... Otros, en cambio, conocen a fondo la anchura y profundidad del río y, como el gran Julio César en el Rhin, tienden un sofisticado puente para “conquistar” a sus destinatarios. Esto requiere un trabajo ingente de documentación (como dicen que lo hacía Alejandro Dumas), un muestreo exhaustivo de material con que llenar nuestra imaginación. Porque la creación no surge de la nada, y es más rica cuanto más se alimenta,

Tal es el caso y pretensión de La espada cincel, novela en la que el día a día del imaginero castellano Alonso Berruguete y el ambiente de Valladolid son retratados de manera pormenorizada. Respiramos sus calles, las intenciones y sueños del escultor; palpita en ella la ciudad castellana, que vive durante un año la presencia de su recién estrenado emperador, Carlos I. En efecto, algunos de sus personajes no existieron, no todas sus acciones son verificables. No obstante consentimos con gusto porque su lenguaje, su pausado discurrir por las correderas, así como el marco principal sobre el que se sustenta cada intrahistoria (¡qué bien hacían esto Galdós y Unamuno, entre otros!) rezuman puro siglo XVI. De esta manera nos introducimos con facilidad en el terreno de LO VEROSÍMIL, donde es verdad y es mentira, el espacio donde la legítima imaginación eleva al lector… con los pies en la tierra. El trazado que nace de la eficacia del ingeniero, que idea su camino a pesar y en conformidad con el relieve dado, no a costa de quebrar montañas y rocas.

La novela histórica no debería escribirse para llenar escaparates a costa de “desaprender”. Tampoco para juzgar injustamente y desde nuestra visión las verdades de nuestros predecesores. Quizá hay quien piense que resulta imposible laborar con estas mimbres; a lo mejor hay que leer más (máxime si se decide escribir), documentarse, cuestionar (eso siempre) nuestra aptitud como narradores. Y poner más alto el listón del esfuerzo. Crear es tesón, no arrebato de las musas. Y si no que se lo digan al protagonista de La espada cincel, Alonso Berruguete, cuando recuerda el consejo de su padre, el gran Pedro Berruguete: “La inspiración te atrapará si trabajas”.

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