En un presente marcado por la desinformación, las medias verdades y las mentiras convertidas en norma, la literatura aún puede ofrecernos espacios para imaginar otros escenarios. J. de Haro lo hace en su primera novela, "Eco de Verdad", una historia inquietante y provocadora que plantea una posibilidad radical: ¿y si existiera un virus informático capaz de castigar la mentira sin margen de error? Desde esa premisa, construye un relato que mezcla ciencia ficción, crítica social y una profunda reflexión ética sobre el poder, la impunidad y la necesidad de verdad. El autor, electricista de oficio y escritor por vocación, logra conjugar en su escritura la precisión del técnico con la sensibilidad del narrador. Su experiencia laboral y su contacto cotidiano con la realidad de la calle le permiten crear personajes verosímiles, cargados de matices, y diálogos que respiran autenticidad. En esta conversación, habla con claridad sobre el germen de su novela, sus frustraciones frente al panorama político actual y su deseo de que la literatura abra espacios de duda, reflexión y resistencia. ¿Cómo surgió la idea de crear un virus informático que castiga la mentira? ¿Hubo algún hecho real que te inspirara o fue pura imaginación? La idea surgió como una forma de canalizar mi frustración con la impunidad con la que se miente hoy en día, sobre todo en política. No fue un hecho puntual lo que me inspiró, sino más bien una acumulación de pequeñas decepciones. Ves cómo la mentira se normaliza en todos los niveles, y pensé: “¿Y si existiera una herramienta capaz de señalarla sin margen de error?”. El virus de Eco de Verdad nace de esa fantasía: una justicia que no depende de interpretaciones ni de intereses. La novela gira en torno a una pregunta provocadora: ¿y si la mentira tuviera consecuencias reales? ¿Qué respuesta te dio la escritura? ¿Cambió tu forma de ver la mentira o el poder? Más que cambiarla, la escritura la hizo más clara. Me di cuenta de que lo peligroso no es la mentira pequeña, cotidiana. Es la mentira con poder. La que se enrosca en los discursos, en las leyes, en los telediarios. Esa es la que enferma a una sociedad entera. Y si eso es así… ¿por qué no debería enfermar a quienes la provocan? "Eco de Verdad" tiene una fuerte carga ética. ¿Qué papel crees que puede jugar la literatura en la lucha contra la corrupción o la manipulación política? La literatura no va a cambiar el mundo por sí sola, pero sí puede abrir grietas donde entra la duda, la crítica, la reflexión. Puede hacerte mirar la realidad con otros ojos. En Eco de Verdad, planteo una ficción, pero el lector sabe que muchas cosas no están tan lejos. Y eso duele. Si duele, remueve. Y si remueve, ya es un paso. En un mundo saturado de fakenews, algoritmos y manipulación mediática, ¿crees que estamos cerca de un escenario como el que planteas en tu novela? Cerca no, dentro. La diferencia es que en mi novela hay consecuencias. En la realidad, todavía no. Nadie paga por mentir, y eso es lo más peligroso. Quizá por eso la novela funciona: porque da esa satisfacción que muchos sentimos que falta en el mundo real. “Eco” es un virus, pero también una metáfora poderosa. ¿Qué ecos esperas que deje tu novela en quienes la lean? Espero que quien la lea se quede pensando. Que se pregunte si ha sido completamente sincero con los demás. Que se cuestione cómo reaccionaría si existiera algo como ECO. Y sobre todo, que vea que la verdad —aunque a veces duela— es lo único que puede sostener una sociedad sana. Eco de Verdad combina tecnología, intriga y crítica social. ¿Cómo fue el proceso de documentación o construcción del universo tecnológico de la historia? No hice un proceso clásico de documentación. Más bien tiré de todo lo que he vivido como electricista, de lo que sé de sistemas, redes, automatización. Y luego lo mezclé con la imaginación: qué pasaría si un virus pudiera actuar como un espejo de la verdad. Hay cosas técnicas, pero lo importante es lo que reflejan. Porque ECO no es un invento cualquiera: es el reflejo de lo que somos… cuando nadie puede ocultarlo. Electricista y escritor, ¿cómo dialogan tus dos mundos? ¿Te ha servido tu experiencia profesional para construir ciertas escenas o personajes?
En apariencia pueden parecer dos mundos muy distintos, pero en realidad tienen más en común de lo que parece. En mi trabajo como electricista necesito observar, planificar y encontrar soluciones; lo mismo hago al escribir. Además, el contacto diario con personas reales me ha dado una visión muy cercana de la sociedad, de sus problemas y de cómo se comunican, mienten o callan. Algunos personajes de la novela están inspirados en perfiles que me he cruzado en mi vida profesional, y esa autenticidad se nota en cómo hablan, cómo piensan y cómo actúan.
 Escribes en tus ratos libres, después de trabajar. ¿Cómo es tu rutina de escritura? ¿Te impusiste un horario o fue más bien caótico?
Caótico total. Tengo una empresa, familia, mil cosas al día. Escribir ha sido como robarle minutos al tiempo: un rato en el coche, una nota de voz con una idea, un párrafo a las once de la noche. Pero cuando una historia te quema por dentro, sale como puede, aunque sea a empujones.
Esta es tu primera novela. ¿Qué ha sido lo más difícil de dar ese primer paso y qué ha sido lo más gratificante?
Lo más difícil ha sido creérmelo. Sentir que valía la pena contarla, que tenía algo que decir. Lo más gratificante ha sido ver la reacción de la gente. Que me digan “esto me ha hecho pensar”, o “ojalá existiera ECO”. Saber que lo que escribí en soledad ahora está dentro de otras personas.
Finalmente, ¿ya estás pensando en tu próxima historia? ¿Seguirás explorando temas sociales o quieres experimentar con otros géneros?
Sí, ya estoy escribiendo de nuevo. No puedo evitarlo. Cuando acabé Eco de Verdad pensé que me tomaría un descanso, pero las ideas no paraban. No quiero desvelar nada aún, pero sí puedo decir que seguiré escribiendo historias que remuevan, que hagan pensar. Me interesa lo social, lo ético, lo humano… y mientras eso siga latiendo dentro, seguiré explorándolo.
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