El escritor madrileño siente una gran pasión por la mitología griega, que nació muy pronto gracias a una profesora. “La fiebre por Grecia comenzó con una profesora que tuve cuando estaba en primaria, que tenía la feliz costumbre de comenzar las clases de los lunes leyéndonos un cuento de la mitología griega. Y al resto de mis compañeros de clase les debía parecer muy entretenido o lo que fuera, pero aquello despertó en mí una pasión. Yo me obsesioné con esos mitos, me obsesioné con ese mundo del Egeo, y desde entonces comenzó a ser mi pasión”, recuerda. Así, con 11 años pidió a su madre que contratara un profesor de griego antiguo, porque quería leer la Odisea en su idioma original. “No sé de dónde lo sacó, pero me lo encontró. Era un estudiante de clásicas o algo así. La verdad es que no duré mucho estudiando griego, porque es muy complicado y tiene una sintaxis endiablada. Pero se reafirmó mi fascinación por la mitología griega, por el mundo del Egeo, por ese Mediterráneo oriental donde Asia y Europa a veces se dan la espalda y a veces se dan la mano. Me obsesioné con esos mitos. Y ahí es donde vuelvo con mis novelas”, evoca con pasión. Según Alfonso Goizueta, “la novela es más autobiográfica de lo que parece”, indica refiriéndose al protagonista atormentado. Tanto que, en la portada, se me antoja, aparece de espaldas el autor frente a las ruinas de Troya y con un libro en la mano. Ese narrador refleja sus propias obsesiones e inseguridades. “Schliemann ha representado para mí casi un alter ego junguiano”, añade, mostrando cómo ambos personajes son dos hemisferios de su personalidad. El descubrimiento de Troya y sus implicaciones El autor ha destacado el descubrimiento de Troya como uno de los grandes hallazgos arqueológicos del siglo XIX. “Fue revolucionario”, subrayó, al mencionar cómo la posibilidad de que la Ilíada estuviera basada en hechos reales cambió la percepción histórica. Sin embargo, también cuestionó las prácticas del arqueólogo Schliemann, quien “no era un arqueólogo típico. Era más bien un aventurero con muchas inquietudes económicas”, ratifica. “Schliemann estaba obsesionado con encontrar pruebas que confirmaran sus creencias y eso fue lo más peligroso porque ahí es donde tiró de inventiva, reformuló cosas según las había encontrado”, explicó, enfatizando que esto llevó a distorsionar la realidad. El conflicto entre Schliemann y el arqueólogo científico Frank Calvert es central en la novela, donde se evidencia la falta de rigor científico en las excavaciones. “Schliemann tenía métodos poco científicos”, afirmó el autor, describiendo cómo este aventurero buscaba más el oro y las joyas que las evidencias históricas. La novela explora el choque entre los valores aristocráticos y las ambiciones monetarias representadas por estos personajes históricos. “Los límites entre verdad y ficción están a propósito entrelazados”“Los límites entre verdad y ficción están a propósito entrelazados”, señaló al respecto de los personajes ficticios y reales en su obra. Esta mezcla refleja el engaño presente en la historia del descubrimiento de Troya, donde “las mentiras y la realidad conviven”. Realmente fueron ocho Troyas las que encontraron y muchos de los descubrimientos no quedaron totalmente claros”. “El protagonista, Nicholas Yannikis, es un chico atormentado”, ha descrito el autor, señalando cómo este personaje refleja sus propios miedos sobre desperdiciar la vida. “Se siente culpable por no haber ido a la guerra de Creta cuando sus amigos murieron en el barco en que estaban alistado”, explicó sobre las motivaciones del protagonista para embarcarse en esta aventura incierta.
“La literatura me ayuda a vivir vidas que no puedo vivir”, ha confesado, destacando cómo sus personajes le permiten explorar sus sentimientos más profundos. La presión tras ser finalista del Premio Planeta influyó significativamente en su proceso creativo, pero lo ha superado con solvencia. El resultado está ahí. “Sabía que me jugaba mucho con esta novela”, reflexionó sobre las múltiples versiones que escribió antes de llegar al resultado final. El autor se sintió abrumado por las expectativas tras su éxito anterior y tuvo dificultades para dar forma al personaje de Nicholas Yannikis. Cambió hasta cinco veces la versión definitiva, una de ellas era el propio Schliemann el que narraba la historia. “Pero no funcionó”, sentencia. Entre todos los personajes que pululan por la novela, “me quedo con Frank Calbert”, asevera. Hubo otros muchos olvidados en la historia del descubrimiento de Troya. Este contraste entre Schliemann y Calbert hace que se resalten ciertos temas sociales importantes dentro de una narrativa rica en matices históricos. “Esta novela es sobre lo que pudo ser y no es”, dijo el autor al final de nuestra conversación, refiriéndose tanto al destino del personaje principal como a los hallazgos arqueológicos. Schliemann presionado por el gobierno turco para que devolviese el tesoro de Príamo y otras joyas, lo entregó al gobierno alemán que lo expuso en Berlín. La ambigüedad es intencionada; busca provocar una reflexión profunda en los lectores sobre sus propias búsquedas personales. “¿Qué sueños quiméricos vamos persiguiendo?”, se pregunta Alfonso Goizueta retóricamente, invitando a los lectores a explorar qué representa Troya para ellos mismos. Esta búsqueda del significado se convierte así en un hilo conductor esencial a lo largo de toda la obra. Puedes comprar el libro en:
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