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Samaniego y Hartzenbusch
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Samaniego y Hartzenbusch

Samaniego y Hartzenbusch: dos voces en la tradición fabulística española

Félix María de Samaniego es un escritor neoclásico con quien renace la fábula con clara intencionalidad didáctica. Pero también Juan Eugenio de Hartzenbusch -el autor del drama romántico Los amantes de Teruel [1837], así como de comedias fantásticas “de magia”, que obtuvieron un notable éxito, como La redoma encantada [1839], Las batuecas [1843] y Los polvos de la madre Celestina [1839]- ha escrito numerosas fábulas que ponen de manifiesto su talento para componer textos de carácter pedagógico moral.

Fábulas de Félix María de Samaniego
Fábulas de Félix María de Samaniego

Sirven como ejemplo del quehacer fabulista de ambos escritores los textos “La mona”, de Samaniego, y “Los tres quejosos”, de Hartzenbusch.

La mona

Subió una Mona a un nogal,

y cogiendo una nuez verde,

en la cáscara la muerde;

con que la supo muy mal.

Arrojola el animal,

y se quedó sin comer.

Así suele suceder

a quien su empresa abandona,

porque halla, como la mona,

al principio qué vencer.

Félix María de Samaniego: Fábulas. (Libro séptimo.
Fábula V). Barcelona, Castalia Ediciones, 2023.

Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado:

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/fabulas-en-verso-castellano-para-uso-del-real-seminario-vascongado--0/html/

Este es, en síntesis, el argumento de la fábula: una mona renuncia a comerse una nuez, ante las dificultades que encuentra para acceder a la semilla, pues no le gusta el sabor de su cobertura externa; y, en consecuencia, no sacia su hambre. El tema de la fábula, contenido en la moraleja, podría expresarse en estos términos: perjuicios que se derivan de la falta de perseverancia. (Perseverar consiste en “mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado”).

La Mona es un breve relato ficticio, escrito en verso, que tiene como protagonista a un animal; y cuyo contenido tiene una clara intencionalidad didáctica, que se manifiesta en la moraleja. La lección o enseñanza que se deduce de esta fábula se percibe con nitidez: si se renuncia -por comodidad, irresponsabilidad, etc.- a proseguir las actividades que se emprenden ante las dificultades más o menos irrelevantes que pudieran surgir, de esta conducta podrían derivarse quebrantos indeseables.

[Y este texto nos da la ocasión para de prevenir errores ortográficos. “Halla” (verso 9: “porque halla, como la mona”) es la tercera persona del singular del presente de indicativo, en voz activa, del verbo hallar. En el contexto de ese verso 9, “hallar” es sinónimo de encontrar -“dar con algo sin buscarlo”-, descubrir -“venir en conocimiento de algo que se ignoraba”-, notar -“darse cuenta de algo, reparar en ello, advertirlo”-: “porque halla (= encuentra/descubre/nota) qué vencer”.

Sin embargo, la forma “halla”, en pronunciación yeísta -es decir, pronunciando la elle como ye-, origina los siguientes “conflictos homonímicos”:

haya. Tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo haber, usado como impersonal: “No creo que hoy haya concierto en el auditorio” (“haber” con el significado de ocurrir, tener lugar, producirse). “En la fiesta quizá solo haya un centenar de personas” (“haber” con el significado de estar presente o encontrarse). “Con ese genio es lógico que no haya quien lo aguante” (“haber” con el significado de existir).

haya. Nombre femenino. Árbol de la familia de las fagáceas, que crece hasta 30 m de altura, con tronco grueso, liso, de corteza gris y ramas muy altas, que forman una copa redonda y espesa, hojas pecioladas, alternas, oblongas, de punta aguda y borde dentado, flores masculinas y femeninas separadas, las primeras en amentos colgantes y las segundas en involucro hinchado hacia el medio, y madera de color blanco rojizo, ligera, resistente, y de espejuelos muy señalados. Su fruto es el hayuco. “El haya es propia de clima húmedo”. Madera de este árbol: “Compramos un cofre de haya que no pesa nada y es muy resistente”.

aya. Nombre femenino. Persona encargada en las casas principales de custodiar niños o jóvenes y de cuidar de su crianza y educación: “Al carruaje de los señores seguía el de sus hijos, a los que acompañaba el aya”.

Y estas tres palabras son parónimas (es decir, que tienen con otra una relación o semejanza, sea por su etimología o solamente por su forma o sonido) con respecto al adverbio de lugar allá (que entre otros significados tiene el de “en aquel lugar o en sus proximidades: “Allá arriba, en lo alto del graderío, hay demasiada gente”)].

[Siguiendo una antigua tradición que se remonta a Esopo y a Fedro, y que reanudaría en Francia La Fontaine, Samaniego nos lega unas fábulas que se caracterizan por su vivacidad y soltura, el buen gusto y la mesura, por la agilidad en el tono y en la rima. Los protagonistas de la mayor parte de estas narraciones en verso son los animales, diversos pero siempre perfectamente caracterizados, y, a través de ellos, se reflejan de forma satírica y humorística los vicios o costumbres humanas, con un ingenioso desenlace y una moraleja final. Más allá de las claras intenciones pedagógicas y morales, siguen plenamente vigentes las historias, esos diálogos desenfadados entre los animales donde confluyen el humor y la ironía, sin que falten momentos de lirismo y reflexiones sobre la hipocresía, la política, la guerra, el poder... y el ser humano.

Clásico permanente de lectura para cualquier edad, estas Fábulas, publicadas entre 1718 y 1784, son la producción más aclamada de Félix María de Samaniego. Divertidas, ligeras y entretenidas, resultan deliciosas aún a día de hoy].

Los tres quejosos

-¡Qué mal -gritó la mona-

que estoy sin rabo!

-¡Qué mal estoy sin astas!

-repuso el asno.

Y dijo el topo:

-Más debo yo quejarme

que estoy sin ojos.

No reniegues, Camilo,

de tu fortuna;

que otros podrán dolerse

más de la suya.

Si se repara,

nadie en el mundo tiene

dicha colmada.

Juan Eugenio de Hartzenbusch: Fábulas puestas en verso castellano. Madrid,
Editorial Espasa-Calpe. 1973.

Tres animales -una mona, un asno y un topo- se lamentan de carecer de aquellos rasgos corporales que identifican a otras especies -la mona está sin rabo; el asno, sin astas; y el topo, sin ojos-. Y frente a esta actitud de queja, Camilo recibe por parte del fabulista el consejo de que debe conformarse con lo que la vida le depara, porque por mal que a uno le vayan las cosas -es decir, por muy adversa que le sea la fortuna-, siempre encontrará personas con peor suerte que la suya; precisamente porque no hay felicidad completa.

Hartzenbusch distribuye la información en dos partes -lo cual, por otra parte, es frecuente en las fábulas-. En la primera parte figura el argumento propiamente dicho: diferentes animales se lamentan de no poseer determinados elementos corporales que son ajenos a la naturaleza de su especie (y de ahí lo acertado del título de la fábula: “Los tres quejosos”). Y, en la segunda parte, el narrador expone la moraleja, que sirve de contrapunto a las conductas manifestadas por los personajes aludidos: comparativamente hablando, siempre existen personas a las que la fortuna les es más adversa.

En la fábula intervienen cinco personajes: tres animales -una mona, un asno y un topo- que sostienen un escueto diálogo a través del cual queda patente que cada uno de ellos se queja de carecer de ciertos elementos corporales que sirven para reconocer a otras especies animales; Camilo, destinatario de la fábula, y que representa a cualquier lector de la misma; y el narrador, a cuyo cargo está precisamente la moraleja con que concluye el texto, y con la que pretende hacer reflexionar al lector.

La fábula de Hartzenbusch es un claro ejemplo de empleo correcto de la raya -o guion largo- cuando se reproduce por escrito un diálogo entre diferentes personajes -en este caso tres animales-, acudiendo al estilo narrativo directo. Queda a cargo del narrador -que se dirige a un tal Camilo- la moraleja con que se cierra el texto.

La moraleja de la fábula de Hartzenbusch (versos 8-14) está contenida, de alguna forma, en estos otros versos -octosílabos, que forman una décima- de Pedro Calderón de la Barca, perteneciente a “La vida es sueño” (versos 253-262 de la Jornada primera), y en los que un sabio, que se lamenta de sus desgracias, comprueba que existen personas a quienes la fortuna les es todavía más adversa:

“Cuentan de un sabio que un día

tan pobre y mísero estaba,

que sólo se sustentaba

de las hierbas que cogía.

-¿Habrá otro (entre sí decía)

más pobre y triste que yo?

Y cuando el rostro volvió,

halló la respuesta, viendo

que iba otro sabio cogiendo

las hojas que él arrojó”.

[Y aprovechemos la fábula para volver a temas ortográficos. Son palabras homófonas -pero no homógrafas- “asta” (verso 3, nombre) y “hasta” (preposición). En efecto, “asta” es un nombre femenino (cuerno, prolongación ósea cubierta por una capa epidérmica o por una vaina dura y consistente, que tienen algunos animales en la región frontal); y “hasta” es una preposición que indica el límite final de una trayectoria en el espacio o en el tiempo: “No se acostó hasta las dos de la madrugada”, “Andaremos hasta el siguiente pueblo”).

Y esta fábula puede servir también para diferenciar, por medio de la tilde diacrítica, la función gramatical de dos monosílabos de igual forma. Llevan tilde diacrítica el adverbio pronominal “qué” (en los versos 1 y 3, adverbio que equivale a “cuán”), así como el adverbio comparativo más (en los versos 6 y 11). Y carecen de tilde los vocablos homófonos correspondientes: la conjunción causal “que” (en los versos 2, 7 y 10, que equivale a “porque” o “pues”), y la conjunción adversativa “mas” (que puede sustituirse por “pero”).

Por otra parte, ciertos vocablos monosílabos del texto que se escriben sin tilde (“el”, “de”, “tu”, “si”, “se”), frente a los vocablos homófonos correspondientes que llevan tilde diacrítica (“él”, “”, “”, “”, “”).

No la llevan tilde diacrítica:

El determinante artículo “el” (en los versos 4, 5 y 13; frente a la forma tónica del pronombre de tercera persona, masculino singular, con oficio de sujeto o de complemento con preposición: “él”).

La preposición “de” (en los versos 9 y 11; frente a la primera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo dar: “”).

El determinante posesivo de segunda persona “tu” (en el verso 9; frente a la forma tónica del pronombre personal de segunda persona singular, con oficio de sujeto: “”).

La conjunción condicional “si” (en el verso 12; frente a la forma tónica del pronombre personal de tercera persona, invariable en número, de valor exclusivamente reflexivo: “”; el nombre “”, que significa "consentimiento, permiso"; y el adverbio de afirmación “”).

La forma no reflexiva del pronombre personal átono de tercera persona “se” (en el verso 12; frente a las formas pertenecientes a los verbos “saber” -primera persona del singular del presente de indicativo- y “ser” -segunda persona del singular del presente de imperativo-: “”)].

Cubierta de la primera edición de las Fábulas puestas en verso

castellano de Juan Eugenio de Hartzenbusch. Madrrid,

Imprenta de la Sociedad de Operarios, 1849.

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/fabulas-en-

verso-castellano--1/html/

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