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Antonio Soler
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Antonio Soler (Foto: Javier Oliaga)

Entrevista a Antonio Soler, autor de "Apóstoles y asesinos"

"Apóstoles y asesinos es un libro de historia contado por un novelista que usa los recursos de la novela"

miércoles 27 de abril de 2016, 09:39h

"Apóstoles y asesinos" es la obra más reciente del escritor malacitano Antonio Soler. En este libro nos relata una de las épocas más oscuras que ha vivido Barcelona, la de principios del siglo XX, con la ola de violencia y asesinatos que conllevó.

Antonio Soler
Antonio Soler (Foto: Javier Oliaga)

En esta entrevista con el autor, hemos comentado temas relacionados con la novela, como los hechos que derivaron en la convulsa situación que sufrió Barcelona, los fracasos de los diversos intentos de conciliación o la gran combinación de novela y ensayo que Antonio Soler utiliza para narrar esta historia.

¿Qué le llevó a escribir Apóstoles y asesinos?
Pensé escribir un libro breve sobre el Noi del Sucre, utilizando los recursos de la novela para relatar una parte de su vida, su asesinato. Pero al documentarme a fondo sobre el personaje y su época me encontré con una colmena de personajes insólitos y apasionantes, individuos de todo tipo, idealistas, gente sin escrúpulos, matones, espías y asesinos a sueldo conviviendo en un mismo espacio. Y el proyecto inicial se convirtió en algo muy diferente y mucho más ambicioso.

¿Por qué escogió este título?
El título parte de un libro de Pere Foix, Apòstols i mercaders, mencionado en mi novela. Foix se refería a los difusores de una nueva ideología y a su enfrentamiento con la patronal. Mi título es menos categórico y quiere aludir a ese entramado del que hablaba antes y en el que se mezclaban unos y otros, porque también bajo las siglas de la CNT y del anarquismo había apóstoles y asesinos.

¿Cómo definiría al Noi del Sucre?
El Noi era un hombre vitalista, inteligente, lleno de determinación y convicciones. Unas convicciones que fueron modulándose a lo largo de su corta vida porque pasó desde un radicalismo juvenil y bastante ingenuo a unas tesis mucho más elaboradas, alejándose cada vez más de planteamientos radicales para defender la convivencia de las distintas clases sociales siempre y cuando esa convivencia estuviera basada en la justicia social y en la dignidad de los trabajadores.

¿Cómo influyeron sobre él las circunstancias que le tocó vivir?
Seguí fue un hombre absolutamente apegado al tiempo que le tocó vivir y a la sociedad en la que creció y vivió. Lo fundamental de su personalidad creo que se basó en la falta de prejuicios. Eso le permitió relacionarse estrechamente con personas que en principio podían estar alejadas de él y conocer otros mundos. Por citar un caso muy evidente, algunos de sus correligionarios censuraban su estrecha amistad con Lluís Companys o Francesc Layret, dos representantes de la burguesía que a pesar de estar comprometidos con la izquierda eran vistos con recelo por algunos anarquistas.

¿Cómo se llegó a la enorme tensión que sufrió Barcelona a principios del siglo XX?
Esa tensión tiene que ver con los movimientos sociales que se están produciendo en ese momento en toda Europa y que en Barcelona tienen una mayor importancia que en el resto de España sobre todo porque existe una gran concentración proletaria en torno a la industria barcelonesa. Lo cual significa que existe una gran población fuertemente ideologizada y movilizada que está dispuesta a reivindicar sus derechos por encima de la oposición y muchas veces de la cerrazón de la patronal.

¿Por qué se generalizaron los atentados y los asesinatos?
Podemos decir que en esa época, en Barcelona se aplica la teoría que Germaine Tillion llamó tiempo después de “los enemigos complementarios”. Es decir, una situación en la que todos legitiman su propia violencia en la violencia del contrario. Un asesinato de la patronal –lo que se llamó el terrorismo blanco- se responde con uno por parte de los anarquistas, y viceversa, dando lugar a una espiral inacabable.

¿Cómo era vivir en una ciudad con tal violencia a gran escala?
La vida cotidiana incluía la inseguridad y la posibilidad de un desastre que podía afectar a cualquiera. No hacía falta ser un gran empresario ni un líder obrero para ser objetivo de los pistoleros de un lado o de otro. Un pequeño empresario podía convertirse en una diana, o un simple conserje que estuviera sindicado. Eso por no hablar de las bombas que indiscriminadamente podían soltar en un mercado o en cualquier esquina con escasa vigilancia, o de algunas balas perdidas que acabaron con más de una vida en medio de un tiroteo.

En el libro, un confidente de la policía pone él mismo bombas para cobrar por información acerca de su localización. ¿Cuántos aprovecharon para sacar partido de esta situación?
Hubo mucha gente dispuesta a sacar partido de esa situación. Algo que todavía se acentúa mucho más cuando estalla la I Guerra Mundial y Barcelona se llena de gente de toda índole, traficantes, espías, negociantes sin escrúpulos y fugitivos e busca de ganarse la vida. Desde altos especuladores a delincuentes comunes conviven en ese tiempo convulso y muchos de ellos revisten de ideología sus asuntos criminales.

¿Por qué cualquier intento de conciliación entre las partes beligerantes siempre terminaba fracasando?
Por lo que comentaba sobre “los enemigos complementarios”, odio alimentando el odio, y porque ninguna de las partes quería ceder en sus posturas. Los obreros en una lucha por conquistar derechos y la patronal, muchas veces aliada con las instituciones, afanados en no abandonar sus privilegios.

¿Cómo influyó la revolución rusa en este proceso?
La revolución rusa fue una mitología viviente. Para unos un deslumbramiento y para otros, empezando por el propio Seguí, una desviación de los ideales de libertad. Otros, al margen de los socialistas del sector más radical del PSOE o de los comunistas, también veían la revolución y los primeros gobiernos como un ajuste de cuentas con el pasado y el inicio de una redención. Ese conflicto se vivió dentro de la CNT, con una pugna por el poder entre los pro rusos y sus adversarios. Y desde luego, en general, la revolución insufló ánimo en toda la clase obrera y desconfianza en los conservadores.

¿Qué es lo que más le llamó la atención durante su proceso de documentación para escribir Apóstoles y asesinos?
La gran cantidad de personajes extraordinarios, fuera de lo común. Héroes y miserables que en muchos casos parecían sacados de una novela de Víctor Hugo pero que tuvieron una vida real. Algo completamente extraordinario en un sentido y en otro. Leyendo periódicos y documentos de la época me dije a mí mismo muchas veces que si en Estados Unidos hubiera existido esta galería de personajes, gracias a Hollywood estaríamos inundados con películas sobre ese tiempo tan convulso. Lo de la ley seca, Al Capone y todo eso es una broma con lo que se vivió en Barcelona en esos años.

¿Por qué ha querido combinar una narración novelesca con partes de narración puramente histórica?
Realmente Apóstoles y asesinos es un libro de historia contado por un novelista que usa los recursos de la novela. Eso no es gratuito. Durante el periodo de documentación reflexioné mucho sobre esto. El libro podía haber sido un ensayo, o una novela histórica más. Pero pensé que si lo hacía del modo qu ehe dicho, la historia que ahí se contaba ganaría en profundidad, en plasticidad. Sería más rica en todos los sentidos, y eso sin añadir nada de ficción, sólo usando el lenguaje de un novelista y permitiéndome introducir metáforas y malear el lenguaje para crear atmósferas y describir a los personajes sin la rigidez propia de un historiador.

¿Está trabajando en algún nuevo libro?
La forma en que trabajo es algo extraña, o al menos difícil de medir, porque cuando estoy escribiendo un libro normalmente le voy dando vueltas a nuevas ideas, a un nuevo libro. De modo que cuando escribía mi anterior novela ya estaba documentándome sobre Apóstoles y asesinos y estudiando el modo en que iba a contar esa historia. El proceso de publicación ha sido my rápido, de modo que aún no estoy escribiendo, pero sí tengo una idea bastante aproximada de qué quiero hacer aunque mejor no hablar todavía de ello.

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