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"El cuaderno de Bento", de John Berger

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
El cuaderno de Bento
El cuaderno de Bento

John Berger es un escritor inclasificable y su última obra "El cuaderno de Bento", no podía ser otra cosa que una obra inclasificable. Une a la narración de episodios de su propia vida a la obra del filósofo judío-portugués emigrado a los Países Bajos Baruch Spinoza, conocido también como Benedict (Bento) Espinosa, de ahí el título. El libro ha sido publicado por la editorial Alfaguara.

El cuaderno de apuntes que llevó en vida Baruch Spinoza se perdió tras su muerte. Hay que tener en cuenta que toda su obra se publicó después de su fallecimiento. El filósofo nunca quiso que se publicasen sus libros en vida. John Berger imagina cómo podría haber sido ese cuaderno: "un reflejo de cómo el arte puede orientar la mirada". Y ahí entra la propia mirada del escritor londinense que refleja en sus dibujos esbozos de una vida.

Si difícil es escribir, tanto o más es dibujar y ya hacer las dos cosas con eficiencia es casi imposible. Si a esto unimos que Berger es autor de novelas, de ensayos, obras de teatro, películas, colaboraciones fotográficas y performances, le podemos definir como un artista total firmemente comprometido con toda causa social que se precie. Activista en todos los órdenes de su vida, nada se escapa a su espacio vital.

El libro se mueve entre la narración de sus experiencias y el dibujo de las mismas. Lo que le interesa lo pinta, lo mismo puede ser una persona, que un paisaje o un animal. Flores o pájaros los plasma como él los ve, al igual que estudios de personas que le han atraído sobre manera. "Dibujar es más visceral", opina, la escritura es más reflexiva y el libro contiene las dos. El libro es el resultado entre las vísceras y el pensamiento. Es un todo dividido en dos partes que da un resultado asombroso. Una pequeña obra maestra.

Nada se escapa a su pincel, nada se escapa a su pluma. Los dos conforman una totalidad, su totalidad. Para Berger no hay dos narradores iguales. Cada narrador tiene sus propios procedimientos porque cada narrador tiene una determinada trayectoria en su atención. Hay dos formas distintas de hacerlo, una es lo que observa y otra es lo que pasa por alto. En una se detiene, en otra lo considera irrelevante. Si la historia que cuenta nos ha impresionado, adquiriremos los hábitos del narrador.

Narración extrovertida, narración introvertida. Así es su libro. "La narrativa es otra manera de hacer que los momentos sean indelebles", escribe. Su narrativa pretende ser indeleble. Para unos lo será, para otros no. El cuaderno de Bento pretende ser indeleble y para eso se basa en las proposiciones del libro Ética de Spinoza. Las proposiciones van abriendo o cerrando capítulos pero todo gira sobre esas proposiciones que son sencillamente magníficas. No lo entendieron así sus contemporáneos y tampoco los rabinos de su confesión, que le llegaron a apartar de su credo. Claro está que a Spinoza le importaba muy poco lo que opinasen.

Spinoza se cuestionaba el mundo, la vida. De ahí la predilección de Berger por escritores como Andréi Platónov que se cuestionaba un mundo que no le gustaba y que vivió la revolución rusa y la Segunda Guerra Mundial, esta última como corresponsal de guerra y lo hizo con una perspectiva de ferroviario. Quizá la vida sea un camino de hierro por el que circulamos y que en ocasiones nos hace descarrilar. Berger se fija en Platónov porque era un alma libre volando por las estepas, como se fija en el gran cantautor estadounidense Woody Guthrie, el cantante de la depresión, el que en sus canciones nos describe cómo la gente viajaba en tren al sur buscando una vida mejor, una esperanza por la que merezca la pena vivir. Guthrie fue un gran activista político que utilizaba el banjo para acompañar sus canciones, que eran pedradas en la conciencia de los americanos.

John Berger une en el libro su pensamiento con su experiencia. Puede vivir en París y tener una amiga camboyana, como puede visitar el museo del Prado y extasiarse con los bufones que pintaba Velázquez. En todo encontrará un motivo para extasiarse con la vida y con las personas, con todo aquello con lo que merezca la pena. Pero si hay algo que no le gusta, protestará. "Protestar es negarse a que te reduzcan a cero". Protestará contra el pensamiento único e impuesto, no se callará. Lo pintará y lo escribirá. Eso es el libro, el grito del autor que invita a la reflexión de lo que muchos han obviado y quieren silenciar.

Dejemos a Spinoza puliendo lentes, dejemos a Berger observando a Spinoza para que siga pintando y escribiendo, mientras nosotros seguimos leyendo sus obras.

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