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Editorial Drácena reedita las memorias de Paco Ignacio Taibo I

"Para parar las aguas del olvido" estará en las librerías el próximo 15 de febrero

viernes 20 de enero de 2017, 14:17h
Para parar las aguas del olvido
Para parar las aguas del olvido

Drácena recupera estas memorias editadas por Júcar en 1982, que son mucho más que las memorias de infancia y juventud de Paco Ignacio Taibo I, pues lo son también las de sus amigos: Ángel González, Manuel Lombardero o Carlos Bousoño, protagonistas con el autor de este recorrido por el Oviedo de la posguerra.

Pero más allá de la enorme curiosidad por estos personajes decisivos en nuestra historia literaria reciente, Para parar las aguas del olvido son la vívida estampa de aquel Oviedo de las cartillas de racionamiento y de los himnos altisonantes, al punto de que se podría afirmar que, por su acierto en la condensación de escenas, Para parar las aguas del olvido son las memorias de toda una generación: la de los “niños de la guerra”, con sus anhelos y sus carencias, sus aspiraciones y sus decepciones.

Y, sin embargo, como señala con acierto Luis García Montero en su prólogo, Para parar las aguas del olvido lejos está en su relato del patetismo; es más, se sirve de la imaginación y de la ironía para dejarnos un retrato todavía más conmovedor y palpable de aquellos días herrumbrosos y destartalados cuando “media España ocupaba España entera”.

Relato imprescindible para acercarse y sentir un tiempo crucial, aunque todavía nos pese, de nuestra historia.

Francisco Ignacio Taibo Lavilla nació en Gijón, el 19 de junio de 1924, y murió en la Ciudad de México, el 13 de noviembre de 2008. Con apenas diez años vivió su primer exilio en Bélgica, cuando su padre, dirigente de la UGT, huyó tras el fracaso de la Revolución de Asturias. Con el triunfo electoral del Frente Popular, en febrero de 1936, regresó a España, lo que propició que viviese la Guerra Civil y la represión posterior, que relata en Para parar las aguas del olvido. Por la influencia de su tío materno, Ignacio Lavilla, se convirtió en periodista. En España lo ejerció en El Comercio de Gijón y en El Correo Español de Bilbao, donde encaró desde el reportaje social hasta el periodismo deportivo, pero en 1959 se exilió a México. Allí, y también desde el periodismo, se convirtió en una figura en el ámbito cultural, frecuentando, entre otros, a Luis Buñuel y a Luis Alcoriza. Al punto que en 1965 fue nombrado director del Instituto Cultural Hispano de México, y desde 1980 se responsabilizó de la programación matutina del Canal 18. También, en 1981, fundó y dirigió la sección cultural de El Universal. Por todas estas tareas y algunas otras en el ámbito de la información, en 2008, recibió el Premio Nacional de Periodismo de México.

Su obra literaria superó el periodismo con novelas como Juan N. M. (1956), Fuga, hierro y fuego (1979) o Pálidas banderas (1989), o con ensayos sobre el cine como María Félix, La Doña (1985), El Indio Fernández (1986) o Historia popular del cine (1996), e incluso con piezas teatrales como El juglar y la cama (1966) o Los cazadores (1967), y hasta con unas sui generis memorias, Para parar las aguas del olvido (1982).

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