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Ángela Vallvey
Ángela Vallvey

Entrevista a Ángela Vallvey, autora de “Mientras los demás bailan”

“Si no haces negocios con el Estado, no haces buenos negocios”

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

La escritora Ángela Vallvey acaba de publicar en ediciones Destino su última novela titulada "Mientras los demás bailan", una novela sobre las amistades femeninas y las clases sociales de aquellos ásperos años cuarenta. “Es una visión de la posguerra diferente a lo que se viene haciendo, otras son muy sórdidas”, nos dice la escritora en un lujoso hotel madrileño muy de acorde con el mundo de una de las protagonistas, Isabel.

 (Fotos: Javier Velasco)
(Fotos: Javier Velasco)

Bajo la severa mirada de Wallis Simpson que en junio de 1940 se alojó en este mismo hotel, charlamos sobre la mujer española de los años cuarenta. “En aquella época había dos tipos de clases sociales muy diferentes. Una era la clase alta que llevaba apellidos ilustres, formada por aristócratas muy apegados al poder, cuya máxima era que si no haces negocios con el Estado, no haces buenos negocios”, explica la escritora oriunda de la pequeña población de San Lorenzo de Calatrava en la linde entre Ciudad Real y Andalucía. Como vemos, pasa el tiempo, pero los hechos y las costumbres siguen siendo muy parecidos.

La segunda clase la conformaban la clase media y baja, en aquellos tiempos de posguerra era la predominante. A esa clase pertenecía la criada Adelia, una mujer que luchaba por salir de la miseria en la que vivía. Aquellos eran unos momentos muy duros para España. “Éramos los apestados del mundo. Las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial no querían tener nada que ver con España”, refiere Ángela Vallvey en la entrevista que mantuvimos.

Es una historia de palacios y cocinas, algo parecido a aquella serie británica Arriba y abajo, pero con una mayor miseria. Las potencias extranjeras que durante la guerra mundial tuvieron a España como centro de sus conspiraciones, unos para que no entrasen en la contienda, otras para que permaneciésemos neutrales, abandonaron el país y las pocas divisas que venían se fueron a toda prisa, sumiendo al país en la autarquía y la pobreza.

“Si hay dos cosas que me llaman la atención de esas décadas, cuarenta y cincuenta, son la correspondencia escrita y la confección del ajuar por parte de las mujeres de las clases populares”, cuenta la escritora. Era ese ajuar que la mujer iba haciendo durante años, una forma de querer garantizarse una vida mejor que se concretaba en el matrimonio. Al correr de los años ese ajuar crecía, especialmente por el trabajo individual de cada una. “En aquella época, todas las mujeres sabían coser y se confeccionaban sus propias vestimentas y sus propias ropas de casa. Así construían su propio hogar. Era una forma de provisión de sus sueños”, analiza.

La correspondencia escrita era en aquel entonces la única forma de comunicación personal. “En esa correspondencia entre personas se tenía una relación muy íntima y peculiar. Creo que ese tipo de correspondencia volverá. En esta época en que las comunicaciones son intervenidas, las cuentas de correo se pueden hackear, te pueden espiar por el teléfono, estamos sufriendo una devaluación de la comunicación tecnológica. Ya no hay nada seguro”, opina indignada, máxime cuando le han intervenido alguna cuenta y en alguna de ellas le han salido trolls que la han llegado, incluso, a amenazar físicamente. “Todo esto, con el correo manuscrito, no sucede. En el correo te dejas una parte de tu alma y de tu personalidad, con los whatsapp se escribe mal, con faltas de ortografía y es tan inmediato que no se piensa bien lo que escribes, llegándote a arrepentir a los pocos instantes de haberlo enviado”, relata.

En ese mundo de dos clases, las dos protagonistas, Isabel y Adelia, viven prácticamente vidas paralelas unidas por el mundo de la costura. “Isabel es una mujer con talento pero también con desgracias. Adelia es una criada que como único patrimonio tiene su belleza”, dice en la entrevista que hemos mantenido y agrega que “la situación de las mujeres era la misma en ambas clases. La mujer es mujer y tiene las miserias de su condición nazca donde nazca”.

En aquellos años una mujer no podía abrir una cuenta bancaria sin la autorización de su marido. Los matrimonios eran prácticamente contratos en los que la mujer no tenía casi ni voz ni voto. Isabel se casa por conveniencia y Adelia es forzada, violada y casi no sabe cómo ha sido. “No es consciente de que la han violado”, cuenta, por lo que no sabe hacer valer su derechos interponiendo una denuncia, que por otra parte no habría llegado a buen término.

Ante esa situación tan claramente machista, la mujer veía en las revistas de moda una válvula de escape, en la que las clases populares soñaban con salir de la precariedad y escasez en la que vivían. Otra de las protagonistas es una periodista de moda. El tema de la moda es un cambio de registro drástico de lo que venía escribiendo Ángela Vallvey. “No creo que vuelva a escribir ninguna novela negra. No tengo ningún interés en volver a recuperar ese tipo de novela”, afirma convencida, aunque la puerta no se debe cerrar nunca.

Lo que sí sigue haciendo es escribir poesía, “a lo mejor publico un nuevo poemario, Mercado de valores, pero publicar este tipo de obras no me reporta ninguna satisfacción, más bien todo lo contrario. Lo que sí me satisface es escribir poesía. Lo haré toda mi vida”, señala con confianza. Para la escritora los lectores de poesía son personas críticas que lo que quieren hacer es escribir sus propios libros.

El tema de la posguerra la atrajo hace tiempo y como era un tema que desconocía se ha tenido que informar. “He querido romper una serie de tópicos recurrentes de esa época”, recalca. Como todas las mujeres cosían, esto se fomentaba por medio de revistas, “era una forma de dinamizar el consumo interno, ya que no había muchas materias primas y la industria textil estaba prácticamente hundida”, relata. Esas personas que vivieron de forma dramática son para la escritora manchega “gente buena que lucharon por levantar España casi sin recompensa”, apunta. Algo que vendría con el inicio de la década de los sesenta. Pero esas dos décadas fueron de una pobreza terrible y cruel en las que se fraguó lo que vendría después. De ahí que no cierre las puertas a una posible continuación de la novela.

La forma de salir de esa sordidez era mediante esas revistas de moda, que tenían sus patrones, sus recetas, sus consultorios sentimentales. Parte de esas revistas se reflejan en el título de la novela: Mientras los demás bailan y en el diseño del libro con una ilustración maravillosa que nos retrotrae al sabor de una época ya pasada, afortunadamente. Aunque según Ángela Vallvey los tiempos que vivimos se parecen a aquellos en la existencia de la censura y en la persecución a los espíritus libres. “Ser críticos con el poder te puede costar el puesto de trabajo. A mí Carlos Herrera me echó de Onda Cero de un día para otro”, apunta. Ejemplos estamos teniendo todos los días. Pensar y escribir se están volviendo profesiones de riesgo.

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