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“Baladas del dulce Jim”, de Ana María Moix

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Baladas del dulce Jim
Baladas del dulce Jim
Dosificando dulzura y malditismo a partes iguales, Ana María Moix nos muestra en "Baladas del Dulce Jim" las relaciones conflictivas entre unas colegialas que viven al límite y que, sin volver la vista atrás, avanzan hacia un futuro no muy preciso y tampoco muy tranquilo.
Con una escritura desinhibida, sin reservas, Moix domina el juego poético, y utiliza sin vacilaciones las técnicas y métodos compositivos más eficaces para mostrar las incertidumbres y las amenazas que se ciernen sobre sus bellos, apasionados y sensibles héroes.

Su templanza y, más aún, su considerable sentido de una cándida mordacidad hacen de Baladas del Dulce Jim, el primer poemario publicado de la autora, un texto contenido y penetrante cuya estructura va envolviendo poco a poco al lector hasta llevarle a las páginas finales. Una obra espontánea, vanguardista e inclasificable.

Ana María Moix (Barcelona, 1947), poeta y novelista, fue la única mujer incluida en la ya mítica antología Nueve novísimos poetas españoles, de Josep María Castellet, publicada en 1970. Ese mismo año obtuvo el Premio Vizcaya de Poesía con No time for flowers. Otros libros suyos de poemas son: Call me Stone (1969) y A imagen y semejanza (1983), obra que recogía toda su producción poética hasta entonces.

Lea unos fragmentos de Baladas del dulce Jim:

Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate de la pastelería y en los

ojos blancos, increíbles, le reconocí: era Dios y estuve a punto de decírselo:

Te ves más viejo desde la última vez. Pero me pareció tan triste que hice

como si no lo conociera.

*

Un pájaro azul y el horizonte lejos. El mar que regresaba despacio a mis

espaldas, sin alcanzarme nunca. Recogeré las flores en la arena como si

fuera la primera vez que sueño sobre la playa.

*

Las gaviotas volvieron al mediodía y bajo el sol nos asesinaron con razón:

habíamos echado a perder la playa con tantos sueños.

*

Tembló el mar como una golondrina cuando por fin comprendimos que no

podíamos hacer otra cosa que vivir. Pero las ciudades estaban lejos y, como

si una gran heladería hubiera caído a mis espaldas y me fuera imposible

regresar, no puedo decir cuántos días tardé en averiguar que todas las calles desembocan en los
muelles y qué triste es tener que abandonar las

casas para que las paredes y los libros no nos ven llorar.

*

Ay madre, ya soy como la España; ni chicha ni limoná, loquita del corazón y

dura como la caña.


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