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“La noche del aguacero” de Juan Luis Cano

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Juan Luis Cano, es la mitad de Gomaespuma, aunque no sabemos bien si es la goma o la espuma. Ahora acaba de publicar una nueva novela titulada La noche del aguacero en la editorial Espasa. Es su tercera novela, y con ella se va consagrando como un sólido narrador, de algo le debió servir estudiar en la Facultad de Ciencias de la Información. Harto de hacernos reír en la radio y en la televisión, quiere continuar en un género más serio como la novela, pero eso sí, de risa.

Juan Luis Cano, es la mitad de Gomaespuma, aunque no sabemos bien si es la goma o la espuma. Ahora acaba de publicar una nueva novela titulada La noche del aguacero en la editorial Espasa. Es su tercera novela, y con ella se va consagrando como un sólido narrador, de algo le debió servir estudiar en la Facultad de Ciencias de la Información. Harto de hacernos reír en la radio y en la televisión, quiere continuar en un género más serio como la novela, pero eso sí, de risa.Y como muestra un botón, botonero que tiene ojal y desabrochado lo llevo:

« La noche de aguacero,

dime dónde te metiste,

que no te mojaste un pelo»

En un Madrid contemporáneo pero con los mimbres de la tradición del esperpento, se desarrolla la nueva novela de Juan Luis Cano. En ella el periodista se confirma como un excelente narrador con una habilidad poco común para dibujar a unos personajes excéntricos y entrañables. Todos, inolvidables siempre.

Después de su primera novela, Hincaíto, sobre el mundo de los toros, de una segunda y exitosa La funeraria dedicada a Carabanchel, en esta el autor entra de lleno en el flamenco tarareando con las palabras y bailando con un sentido del ritmo que destila humor e ironía, y con un claro dominio del lenguaje.

De la mano de unos personajes variopintos y entrañables, el autor teje un relato en el que la realidad juega a los naipes con cada uno de los protagonistas y donde la diversión se mezcla con una trama de tintes costumbristas, bajo un sentido del humor original, verdadero y único. Y, sobre todo, la gratitud y un inesperado homenaje a Juanito Valderrama que encantará a todos sus fans.

Juan Luis Cano nació allá por la primavera de 1960, aunque no representa la edad que tiene. Durante los primeros años de su vida se licenció en billares y callejeo. Más tarde, sacó la carrera de Periodismo, para sorpresa de propios y extraños, obteniendo el título sin repetir ni un solo curso. Aunque no fue a recogerlo, sabe que tiene todo aprobado, porque lo vio en las papeletas que los bedeles de la facultad entregaban a los alumnos. Comenzó a trabajar muy pronto en diferentes medios de comunicación, aunque fue en la radio, como miembro de Gomaespuma, donde encontró su ubicación profesional más fascinante. Como tiene un espíritu inquieto, busca y rebusca por todos aquellos vericuetos que le permiten contar historias, tanto verdaderas como inventadas. Por esta razón, también encuentra en el proceso literario un reto al que enfrentarse con humildad y entusiasmo. La noche del aguacero es su tercera novela, tras Hincaíto y La funeraria. Le gusta mucho el dulce y tiene el colesterol un poco alto.


-El lugar: Un tablao más que modesto.

-El detonante: Un embargo que amenaza con dejar a todos sin trabajo.

-Una clave: Seducir a una viuda alegre y algo viciosilla.

-Un apunte amoroso: La historia de amor clandestina entre un payo y una gitana.

-Una presencia fantasmal: El espíritu de Juanito Valderrama que se aparece para cantar soleás y lo que se tercie.

-Una solución desesperada: Urdir una trama, mediante el robo de un cuadro, para conseguir hacerse con el tablao.

-Un desenlace fallido o no: La cara de los artistas-ladronzuelos al saber que su “hazaña” no había servido de nada.

Bajo estas claves se enreda y desenreda esta historia donde la realidad del día a día entona y desentona entre guasas, malagueñas, whisquis, fandangos y chascarrillos que zigzaguean a buen ritmo.

La novela transcurre en el Mirabrás, un tablao flamenco que resiste los envites del tiempo, ajeno a Internet y a la globalización. Una reliquia de paredes descascarilladas, claveles de plástico con grasa pegada a sus pétalos, y muchos ceniceros donde elegir tirar la boquilla, tras la última calada con sabor a Johnny Walker aguado.


Con cierto olor a rancio y a pis mezclado con lejía en los lavabos, por allí nunca apareció ni Camarón, ni Paco de Lucía, ni Lola Flores… aunque sus imágenes cuelgan de las paredes producto de la manipulación de un experto en este arte de falsear. En torno a este precario y decadente lugar se teje una trama en la que las palmas y los taconeos se mezclan con una historia de supervivencia a manos de cada uno de los personajes que allí cantan, palmean, tocan la guitarra al son de sus miserias y desvelos, de sus alegrías y de sus penas.


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