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Mariano Guindal
Mariano Guindal (Foto: Archivo)

Soy Mariano Guindal y tengo tres preguntas para usted o “El declive de los dioses”

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Mariano Guindal podrá pasar a la historia por muchas cosas, pero aquella pregunta que dirigió a Miguel Boyer y comenzó diciendo: soy Mariano Guindal de La Vanguardia y tengo tres preguntas para usted, precipitó la intervención del gobierno en RUMASA. Sí, aquella mastodóntica empresa del extravagante José María Ruiz-Mateos; ésta y otras muchísimas anécdotas son las que cuenta en su nuevo libro "El declive de los dioses" que ahora publica la editorial Planeta.
¿Estamos en un declive de los dioses o esos dioses han tenido siempre los pies de barro? Yo me inclino más hacia lo segundo que hacia lo primero. Y Mariano Guindal nos quiere relatar en su libro todos los secretos de la transición económica española desvelados, claro está, por él y a su manera, como testigo de excepción en muchos de esos acontecimientos que han marcado el devenir económico de nuestro país. Un devenir que no puede ser más catastrófico, digan lo que digan e interpreten lo que quieran interpretar.

Guindal contó con la ayuda del editor Ramón Perelló y con nuestro presidente Fernando González Urbaneja, quiero decir el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), para ayudarle a presentar su libro, que además lo hizo en la sede de la APM. Se reunieron un buen número de amigos y curiosos. Uno de ellos, dijo detrás de mí: ¿pero cómo este tío ha convocado a tanta gente?... Lo que es la envidia… La sala estaba a reventar y lo que expuso fue una lección de periodismo del bueno.

“La prensa está sufriendo una reconversión mucho más dura que la sufrida en los años ochenta por la industrial”, afirmó rotundo y con toda la razón del mundo. El 40% de los periodistas pueden irse al paro, la crisis está afectando a la venta de diarios, a las audiencias de radio y, por supuesto, a una televisión desnortada y amarilla que no está sabiendo evolucionar. Como tampoco lo están sabiendo hacer los periódicos y las radios que se están convirtiendo en medios aburridos y sectarios.

Todo lo contrario de El declive de los dioses, que es ameno, interesante y está escrito con un pulso narrativo constante, que no decae en ningún instante, como la charla que mantiene en la presentación con los amigos y periodistas. Y no decae porque no se muerde la lengua y entra al trapo que le ponen delante y si no se lo ponen, se lo saca él de la chistera.

No rehúye preguntas y si no, se las inventa. ¿Qué quién será el nuevo ministro de economía del próximo gobierno? Él tiene la respuesta, se baraja entre tres prohombres del PP, siempre y cuando ganen con mayoría absoluta, porque si no habrá penta partito al canto o más, lo que haga falta. Luis de Guindos, Cristóbal Montoro y Fernando Becker son los candidatos, pero no la solución. Ninguno de ellos les llega a la altura de los talones a Rodrigo Rato o a Manuel Pizarro, luego empezamos mal. Van a tener razón los que dicen que Rajoy se quita de encima a los que pueden hacerle sombra.
Por el libro y por su pluma se cruzan todas las personalidades que han sido o son algo en la economía de España. Los Entrecanales, los Del Pino, los March, los Botines, son los protagonistas de esta historia económica de la transición, de los cuales se asombra por su poder de adaptación, o más bien como él señala: “el libro no es sobre la transición sino que es la crónica de nuestros tiempos”, una crónica donde la sal y la pimienta abundan y si no que se lo digan a Emilio Botín, “a ese le quedan dos telediarios”, dice ufano el periodista que recuerda “su padre decía: tengo dos hijos, uno, Jaime, es el inteligente; el otro, Emilin, es muy trabajador”, pues aunque parezca mentira ganó el trabajador, aunque su hija Patricia ya está preparada para tomar el relevo.

Ruiz Mateos no se escapa de su pluma. Le culpa del “mayor fracaso empresarial de España, que su soberbia le impidió ver sus errores y, ahora, los ha vuelto a cometer”, afirma. Como tampoco se escapa Antonio Navalón del que dice que es “un farfolla, lo sé bien porque yo le tuve de becario”, un conseguidor que hizo una gran fortuna a la sombra de los gobiernos socialistas, como lo hicieron los Albertos o Javier de la Rosa, que el ministro Solchaga protegió cuando España era el país del pelotazo. El ministro que quiso ser presidente del gobierno pero que afortunadamente no lo fue. Todo esto lo cuenta en el libro.

Hizo un interesante análisis de cómo han cambiado los tiempos. Cuando él empezó en esto del periodismo, con su carnet de primero de carrera, los poderes fácticos de España eran tres: la Iglesia, la Banca y el Ejército. Ahora sólo la Banca continúa como poder fáctico y son los medios de comunicación de masas y los grupos políticos los que han cogido el testigo de aquéllos. Pero estos poderes son los que han traído una crisis de unas dimensiones estratosféricas.

“La crisis actual me recuerda a la del petróleo de los años setenta, que se llevó por delante a toda la industria. Pero esta crisis es renovadora. Se tendrá que reinventar la estructura económica del país o no saldremos de la crisis”, dice con toda la razón el periodista madrileño. Y es verdad que la economía no va a ser como antes. La crisis económica institucional va a hacer que nuestro estado del bienestar no se pueda sostener. Sólo tenemos que fijarnos en China, donde no existe seguridad social, ni paro y las vacaciones son de ocho días y son ellos los que nos están financiando nuestro estado del bienestar, claro está hasta que se cansen.

Así que vayámonos preparando y para terminar unos consejos periodísticos, los periodistas tienen que seducir a las fuentes, tienen que dar confianza a las fuentes, tratar bien a las fuentes. Para Guindal esto se está perdiendo y la hiperespecialización es un gran error. Siempre se ha dicho que el periodista es aprendiz de todo y maestro de nada. Pues por ahí está el camino según él. Y para finalizar, el agradecimiento más grande a Mar Díaz-Varela, su esposa, su amante, la madre de sus hijos. Sin su ayuda no hubiese podido escribir el libro. El libro de un periodista de los de antes, de un reportero que se ha mantenido en su puesto a pie de calle para contar lo que ha visto, sin objetividad, porque lo ha hecho con honestidad. Se lo dijo Manu Leguineche, a quien va dedicado el libro y que no ha podido asistir a la presentación porque se ha movido tanto por el mundo, que ahora tiene que estar postrado en una silla de ruedas, seguro que con motor.

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