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Mayo del 68. Una utopía tras las barricadas
Mayo del 68. Una utopía tras las barricadas

‘Mayo del 68. Una utopía tras las barricadas’, de Francisco J. Castañón

Ediciones Vitruvio, 2018

domingo 02 de diciembre de 2018, 11:30h

Dibujar el pretérito no es fácil. Especialmente cuando lo que acaeció se encuentra rodeado de una aureola que reposa sobre sentimientos aún relativamente recientes y que encuentran a partes iguales rechazos y aceptaciones, por afectar al campo ideológico, social, religioso, cultural, político, filosófico, ético o de los derechos esenciales del ser humano.

Se han cumplido cincuenta años de los acontecimientos que se dieron en llamar “Mayo del 68 francés”. Resulta curioso que dicha efemérides haya transcurrido sin pena ni gloria por la prensa española y europea, salvo algún que otro artículo disperso y una exposición fotográfica en la Biblioteca Nacional de España; es decir, que ni la política, ni la universidad ni los sindicatos hayan recordado lo que supuso de transgresión, de lucha contra el sistema y de aceptación de nuevos derechos para la ciudadanía, esa utopía que habiendo comenzado en las aulas terminó movilizando a los trabajadores y a muchos intelectuales, instalando barricadas en la mayoría de ciudades francesas y no pocas del mundo tanto occidental como oriental.

Mayo del 68. Una utopía tras las barricadas” (Ediciones Vitruvio, 2018) es el último libro publicado por el escritor y periodista Francisco José Castañón, y supone un acercamiento esencial a los acontecimientos que dieron lugar al movimiento estudiantil más conocido del mundo y que conformó la piedra angular tras la que, posteriormente, se desarrollarían movimientos similares de protesta en otras partes del planeta.

El prólogo del profesor de Historia de la Filosofía Antonio Chazarra Montiel no deja dudas acerca de lo utópico de tal movimiento por un lado y lo que aportó por otro: ‘Nada hacía presagiar que acabaría trayéndonos, con el paso del tiempo, tanto individualismo, tanto populismo, tanta posverdad y tanta manipulación’.

Continúa Chazarra: ‘…en los años 60 se puso en tela de juicio y se cuestionó la hegemonía intelectual y cultural europea, (…) Los jóvenes ofrecían una imagen cercana a lo alternativo, transgresor y contracultural.’

Aparte de la Escuela de Frankfurt (especialmente Herbert Marcuse), Chazarra cita como inspiradores y cómplices de tal movimiento a Noam Chomsky, Albert Camus, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Eric Hobsbawm.

Mayo del 68” de Francisco José Castañón supone recuperar de forma lineal las vicisitudes de tal movimiento, que puso encima de la mesa de negociaciones, tal como dice su autor, ‘las primeras críticas a la sociedad de consumo, la lucha por los derechos civiles, las reivindicaciones en pro de los derechos de la mujer, las ideas pacifistas (…) y una desafección de los jóvenes a la política que, desde entonces no ha hecho más que crecer’.

Una vez comenzada la protesta, a tenor del hilo conductor que nos propone Castañón, ésta será avivada, abanicada por las voces y la ‘presencia’ en las barricadas en muchos casos, de sociólogos y filósofos como Max Horkheimer, Herber Marcuse, Theodor W. Adorno o Jean Paul Sartre.

Mayo del 68” comenzaría en la Universidad de Nanterre para trasladarse posteriormente a la Sorbona y desde allí llevar sus consignas a toda Francia y el resto del mundo. “Los iracundos de Nanterre” en los inicios de la ‘contienda’ serían acompañados por varios profesores en dicha tarea: Henri Lefebvre, Guy Michaud, Alain Touraine y Paul Ricoeur, que pondrían en jaque el Gobierno presidido por el general de Gaulle y a su Primer ministro Georges Pompidou.

Toda una proeza jamás vista. Que el malestar de unos estudiantes por la reglamentación académica de la época consiguiera que se unieran los profesores, los obreros de las fábricas, los partidos políticos de izquierda, los sindicatos y ciertos intelectuales; que suspendieran la actividad de un país con huelgas generales y con la paralización casi total de las fábricas en la mayoría de los sectores productivos; que la policía encontrara un día sí y otro también barricadas callejeras en el centro de París y en las principales ciudades francesas… trajo consigo la constatación de la labilidad de un sistema, que, ‘por unas reivindicaciones concretas se acabó por cuestionar el “status quo”. Todo el orden social establecido se tambaleó’.

Francisco José Castañón nos recuerda en “Mayo del 68” -aunque de forma implícita- que lo que fue puede volver a serlo. Que la España actual y la Europa que nos contiene está atentando gravemente contra los derechos esenciales recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que el Medio Ambiente no puede seguir degradándose de la forma en que los magnates neoliberales lo están haciendo, que los salarios no pueden seguir bajando, que las tasas universitarias no pueden continuar subiendo, que la privatización solo beneficia a los de siempre, que los jubilados viven en la miseria y por eso están en la calle, que los licenciados universitarios -el futuro de este país- están marchándose a mansalva por falta de un trabajo plausible que desarrollar, que la investigación y el desarrollo están paralizadas, que la indecencia forma parte intrínseca -por sentencia judicial- del partido que gobierna este país, que a los inmigrantes que huyen de la guerra -siempre interesada- le cerramos las puertas, que el Estrecho de Gibraltar es un cementerio en donde fenecen decenas de miles de personas sin nombre, que… en fin, aunque “Mayo del 68” fue una utopía, no es óbice para que la mecha prenda en cualquier momento y reviente un sistema corrupto y degradado hasta la saciedad.

El único problema radica en la inexistencia de liderazgos en la izquierda, en la autocomplacencia de unos sindicatos que deberían de dejar de llamarse así, en el cansancio de los intelectuales y en sus nulas aportaciones para zarandear con sus consejos a una sociedad perdida y ensimismada en su cosedad.

Francisco José Castañón con este acertado “Mayo del 68”, editado en el cincuentenario de unos sucesos que conmovieron al mundo, viene a recordarnos que la Historia se repite y que la memoria colectiva de los pueblos es muy breve, o, en su caso, tiende a ser borrada por los que manejan los hilos del poder, en beneficio exclusivo de unas multinacionales que han pasado a ser las garantes de lo que debe o no hacerse, para que todo quede igual que estaba, antes de la consecución de unos derechos inalienables que todo ser humano posee por el mero hecho de haber nacido.

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