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"Las guerras médicas. Grecia frente a la invasión persa", por Javier Jara Herrero

Ed. La Esfera de los Libros
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 22 de octubre de 2021, 17:00h
Las guerras médicas
Las guerras médicas
El autor es un historiador importante sobre Historia de la Antigüedad, nacido en la urbe legionense de Salamanca. Y se refiere a los dos conflictos bélicos, terribles, que se produjeron entre las poleis griegas, que luchaban por la defensa de su identidad, y el esclavista Imperio de los Persas, que ocupaba el territorio de los antañones medos.

Las guerras médicas, nombre con el que han pasado a la historia, supusieron el momento culmen de las tensas relaciones que griegos y persas mantenían desde el siglo VI a.C. En medio de una auténtica revolución cultural y política amenazada por el avance aqueménida, varias polis griegas decidieron unir sus fuerzas para hacer frente al todopoderoso Imperio de Jerjes”. Las vinculaciones entre los helenos y Asia han sido, en todas las ocasiones de la Antigüedad, bélicas destructivas y agresivas. Desde la mitológica guerra de Troya, narrada en los libros homéricos de la Ilíada y de la Odisea; y a posteriori lo haría Virgilio en la Eneida. Las poleis griegas deben exportar a sus gentes y necesitan riquezas para mantenerlas, y de aquí las guerras de expansión o de defensa.

No puedo dejar de citar un texto del gran historiador griego Heródoto, en su obra HISTORIAS. “Los griegos, por una mujer lacedemonia, reunieron una poderosa flota, pasaron, acto seguido, a Asia y destruyeron el poderío de Príamo. A raíz de entonces, siempre han creído que el pueblo griego era su enemigo; pues los persas reivindican como algo propio Asia y los pueblos bárbaros que la habitan, y consideran que Europa y el mundo griego es algo aparte. Así es como dicen los persas que sucedieron las cosas, y en la toma de Troya encuentran el origen de su vigente enemistad con los griegos”. En el caso bélico del enfrentamiento entre medos-persas y griegos, existen múltiples factores; y en el caso de la de Jerjes no se puede obviar el recelo y la venganza-desquite de este soberano, por la derrota en la Primera de su padre Darío. En algunas ciudades griegas se incrementan las democracias, frente a los regímenes tiránicos, y existe una excepción por antonomasia y que lucha por defender su identidad y su excepcionalidad, estoy hablando de la gran polis del Peloponeso, es la doria Esparta, tan diferente al resto que siempre ha llamado la atención su comportamiento tan diferente a la media del resto de ciudades helénicas. Se trata de llegar al conocimiento certero de que fue lo que paso en ese momento histórico. Y no solo es el manido enfrentamiento entre Oriente y Occidente; esa prepotencia de los helenos conllevará que miren por encima del hombro al resto de civilizaciones del momento, incluidos los fenicios, a los que dan el título peyorativo de ‘bárbaros’. Es sumamente complejo llegar a un conocimiento más o menos riguroso o razonable de los pueblos que conformaban el denominado como ‘Imperio de los persas’; sobre todo cuando son los enemigos griegos los que nos transmiten la información.

Deseo reseñar la obra del médico e historiador Ctesias de Cnido, que en su obra dedicada al reinado de su regio-paciente Artajerjes II, ‘Pérsica’, nos ofrece una rigurosa y pormenorizada narración de cómo vivía él como médico-real, tras investigar: “cada cosa en los pergaminos reales, en los que los persas tenían compuestos sus antiguos hechos”. Plutarco lo critica con acrimonia “por introducir historias increíbles y paradójicas en sus libros”. Es más esclarecedora la inscripción existente en la tumba del gran rey Darío I: “¿Cuántos son los países que tiene el rey Darío? La lanza del persa ha ido muy lejos: el persa ha peleado muy lejos de Persia”. En su obra ‘Anábasis’, Jenofonte narra cómo pudo huir el contingente mercenario griego que acompañó a Ciro “el Joven” en su derrota.

Los griegos, sobre todo los lacedemonios, son los mejores soldados profesionales o mercenarios de esta época de la Antigüedad, y son contratados en todas las milicias. Parece ser que los persas tienen su origen en las estepas del Asia Central, desde ahí se dirigieron hasta la región irania del Fars, antañón territorio del Imperio de Elam, aquí se produjo el esperado sincretismo. Los elamitas serán aplastados por el belicoso Imperio de los asirios, desde el siglo XII hasta el VII a.C.; este vacío de poder lo ocuparán los persas. Sobre esta etnia persa asentarán los medos, hacia el siglo VIII a.C.; los cuales provienen de sociedades de pastores asiáticos que llegan hasta los montes Zagros. El modelo económico, de este momento histórico, es aquel relativo a un modelo agropastoral. “Sea como fuere, la relación entre asirios y medos fue mayoritariamente tensa, y los intentos de los primeros por subyugar a los segundos se repitieron hasta finales del siglo VII a.C.”. Sube al trono de los medos un personaje de un gran predicamento, se llama Ciaxares, quien se unirá a los enemigos irredentos de Asiria, que son como ya es sabido los babilonios; ambos aliados juntos arrasaran las grandes ciudades de Asiria-Subartu, es decir Assur (614 a.C.) y Nínive (612 a.C.).

La estabilidad del reino de los medos va a cambiar, como era de esperar, cuando los persas dominen el hecho sociohistórico. Cuando Darío I suba al trono, la estructuración del Imperio, dividida en una especie de señores feudales llamados sátrapas, quienes miran hacia ese territorio de la costa anatolia que se llama Jonia, y que está conformada por griegos recelosamente; los jonios son rebeldes, no aceptan la soberanía de Persépolis y se prestan a la agitación proveniente desde las metrópolis continentales, Tebas, Esparta, Atenas, etc. El resto está en esta obra fuera de serie de recomendación obvia y sin circunloquios. ¡Sobresaliente!Fremitu iudiciorum basilicae resonant. ET. Non videre, sed esse”.

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