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"El chico de las bobinas", de Pere Cervantes, un homenaje al cine de posguerra desde la literatura

Por Álvaro Alcázar
martes 25 de febrero de 2020, 08:15h
El chico de las bobinas
El chico de las bobinas
En una Barcelona de claroscuros, El chico de las bobinas nos habla de la fortaleza de esas mujeres, víctimas de la guerra, que enseñaron al mundo a cómo sobrevivir, de esas salas de cine de barrio que permitieron soñar en los años de plomo y se convirtieron en refugio de infancias maltrechas y de tristezas concretas, y todo ello ubicado en un tiempo determinado y sin embargo tan universal.
Mucho más que el eje de una trama de intriga y espionaje en la posguerra, el séptimo arte es el objeto del apasionado homenaje que rinde Pere Cervantes con El chico de las bobinas a esa fábrica de sueños que se convirtió en la verdadera fuente de la educación sentimental de toda una generación. Además de constituir el único refugio luminoso del que disponían aquellos chavales de las décadas de los años 40 y 50 a las durísimas inclemencias de la posguerra. Ese explícito canto de amor al cine en la novela toma cuerpo en un puñado de cintas inolvidables como La diligencia de John Ford, Gilda de Charles Vidor, El mago de Oz o Murieron con las botas puestas, entre otras. Pero especialmente en la versión clásica de Ana Karenina, interpretada por Greta Garbo y dirigida por Clarence Brown para la Metro Goldwyn Mayer, que se estrenó en España en 1936, en cuya voz en off de doblaje Nil encontrará quizá alguna respuesta.
En todo caso, el gran acierto de Pere Cervantes en la novela es el de convertir esa metáfora del cine como refugio de los sueños en la dura posguerra en una realidad. De la mano del proyeccionista y gran amigo Bernardo Mas, Nil descubrirá en un oculto pasaje del barrio de Sant Antoni la pequeña librería La Gran Mentira de Leo González, dedicada al séptimo arte, en cuyos sótanos un círculo de cinéfilos republicanos mantienen viva la llama del cine con una sala de proyecciones clandestina. Un verdadero refugio de los sueños, libre de la censura franquista, en donde le chico de las bobinas quizá también descubra el amor.
Más que el personaje central de un trepidante largometraje, la Barcelona de posguerra es en la prosa de Pere Cervantes un luminoso plató de rodaje a cielo abierto y en color sepia. Un decorado para la acción de la trama que sorprenderá a más de un lector, no sólo por la verosimilitud de su documentada reconstrucción histórica, sino porque se trata de un escenario vivo en todo su despliegue. Desde el portal de la calle Poeta Cabañas en el popular barrio de Poble-Sec, en cuya finca vive Nil junto a su madre Soledad, hasta el luminoso y burgués Paseo de Gràcia o el lujoso Hotel Ritz de la Gran Via, pasando por la siniestra Jefatura de la Policía Provincial de Via Laietana, sede de la temible Brigada Político-Social, o los calabozos del Castillo de Montjuïc. El recorrido de la historia atraviesa algunos emplazamientos emblemáticos de la ciudad como el ya desaparecido Bracafé de la calle Caspe, donde Quim, el compañero de aventuras de Nil, oficia de limpiabotas, o la histórica granja de chocolate con churros La Pallaresa de la calle Petritxol, donde Nil lleva a la dulce Lolita, para no mentar los estudios de doblaje de la Metro Goldwyn Mayer de la calle Mallorca. Pere Cervantes traza en El chico de las bobinas una suerte de vívido mapa emocional de una Barcelona quizá desaparecida, pero cuyas huellas aún están ahí.

“Barcelona, la ciudad de los cines cerrados, merecía una novela que los hiciera resucitar. Y eso es justamente el propósito de El chico de las bobinas, un homenaje a esos cines de barrio que tantos corazones heridos curó durante la posguerra. Una cuenta pendiente de las palabras con las imágenes. La tristeza que me invadía cada vez que una sala de cine cerraba definitivamente, me llevó a querer escribir El chico de las bobinas, un thriller histórico ubicado en unos años donde el dolor por lo perdido se mitiga bajo la luz de un proyector”, nos dice Pere Cervantes.

Pere Cervantes (Barcelona, 1971) es escritor. Licenciado en Derecho por la UAB, fue Observador de Paz para la ONU en Kosovo y para la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina. Es autor de las novelas Rompeolas (2013), No nos dejan ser niños (2014), La mirada de Chapman (2016), Tres minutos de color (2017) y Golpes (2018); las dos últimas han recibido respectivamente el Premio de Novela Cartagena Negra en 2018 y el Premio Letras del Mediterráneo 2018 a la mejor novela negra. El chico de las bobinas es su nueva novela y ya cuenta con varias traducciones internacionales, entre las que destacan las de Alemania e Italia.

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