Con esta biografía en verso sobre recuerdos de su niñez, ganó Mila Villanueva el Primer Premio del III Certamen Poético de Rosalía de Castro. Los versos abarcan desde su nacimiento hasta que una Mila Villanueva, ya adolescente, tiene que dejar su aldea, por eso, se dibuja hacia el final del poemario “una anduriña” en el entrecejo. Estos poemas nos proponen todo un recorrido donde la magia y lo sobrenatural conviven de manera natural con lo cotidiano, veremos por ejemplo a la santa compaña, a las curanderas, a las lavanderas, a la panadera… y, en general, a todos los personajes reales o imaginados que poblaron su tierra natal y acompañaron a la autora cuando esta era pequeña en su crecimiento personal contribuyendo a que fuera tal y como ahora es. Desde lo íntimo y personal (familia, amigos) hasta lo más universal e incluso hasta lo invisible tiene cabida en estos versos evocadores, llenos de sensibilidad, nostalgia. Este poemario bilingüe español-gallego nos hará captar la idiosincrasia de las tierras gallegas, amar su lengua, sus paisajes, sus gentes como hace en cada uno de sus versos la propia autora. Una lectura totalmente recomendable. Un homenaje, no exento de originalidad y belleza, a su tierra natal y a sus ancestros que hará sin duda las delicias de cualquier lector. Para ejemplificar lo que digo transcribo a continuación unas pocas estrofas de la página 41 del poema CUERPO ABIERTO:
La curandera de Cuntis…
Ella restablecía el orden entre lo real y lo irreal. Juntaba lo visible y lo invisible, el pasado y el porvenir convergían en ella.
Cuando pasaba por mi lado murmuraba: Tú eres cuerpo abierto neniña. Tú eres cuerpo abierto…
Y yo la entendía.
Otro ejemplo clarísimo de todo lo anterior lo tendríamos también en el poema CUERNOS DE MAR, sito en la página 55 del cual transcribo a continuación algunas estrofas, que nos dejarán con ganas de más… por lo que no sería mala idea que nos leyéramos este poemario más de una vez, con el fin de poder disfrutar al máximo de cada imagen y de cada palabra.
Cuando la niebla caía en el mar, las mujeres acudían al son de las caracolas que los hombres hacían sonar desde aquel océano agrisado donde no se veían más allá de sus propias manos.
¡Estamos en La Langosteira! ¡Estamos en Muxía! —Gritaban— ¡Estamos en la Playa del Rostro!
(…)
Sus voces eran faros de luz, anclas del amor y de la vida.
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