Se trata de esos cuadros que por alguna extraña razón supieron captar todo nuestro interés, robándonos el corazón, quizás ahora sepamos mejor el motivo de que fuera así, gracias a Mila Villanueva, quien dotada de una sensibilidad especial ha sabido profundizar en sus misterios como es el caso, por ejemplo, del poema que esta autora le dedica al cuadro “Joaquina la gitana” de Joaquín Sorolla:
Qué imponente tu presencia Joaquina entre la negrura de tus ropajes que hace más claro el color aceitunado de tu tez.
Sólo rompe la oscuridad tu peineta con esa flor amarilla en el pelo punto de luz…
Ya quisiera para sí la Gioconda el misterio de tu sonrisa.
Y, para lograr esta magia y ese diálogo bidireccional entre la autora y el cuadro o entre dos artes como son la pintura y la poesía, Villanueva se ha puesto en la piel de estos grandes artistas (Claude Monet, Vicent van Gogh, Marie Blanchard...) y a veces revive o recrea el instante de la creación; en otras ocasiones adopta y hace suyo el punto de vista de uno de los protagonistas o se dedica a describir con tal delicadeza y precisión la escena que creeremos formar parte de ella. Está claro que para esta autora la pintura es fuente de inspiración y, por eso, pone especial énfasis en los colores (“Azul el cielo, rojo el trino y blanco el sollozo / de plumas en aguacero”). Además, es presidenta de la Asociación Cultural Concilyarte que aúna varias artes y, de hecho, en el apartado final aparecen también cuadros pintados por algunos de sus miembros (como son José Lapasió, Abel Dávila, Ana María Gómez Pavón…). El lenguaje de este poemario se muestra cercano, ágil y armonioso, y alterna versos largos con otros cortos lo que les otorga a los poemas frescura. Por otra parte, contribuyen a esos toques de vitalidad las preguntas retóricas que la poeta a veces lanza y se quedan como flotando en el aire (“Continuará ese júbilo también más adentro / en la oscuridad del cuarto?”). A propósito del cuadro de “La bailarina basculando” de Edgard Degas nos señalará Villanueva en un hermoso y colorido carpe diem:
Porque el instante es fugaz hay que apresarlo así en pura acrobacia en el vuelo de todo tu cuerpo como el de un ave ligera como el de un bello pájaro japonés azul o verde verde como tus ropas azul pastel, verdevolátil que van emitiendo destellos anaranjados mientras giras.
Tanto diseño como contenido han sido cuidados, así lo demuestran: el prólogo, realizado con esmero por Patricia Crespo; la reproducción de los cuadros con la máxima calidad; la carátula (con la imagen de “La joven de la perla” de Johannes Vermeer) que es impactante; las citas especialmente escogidas como evidencia la que precede al poema dedicado a “La jungla ecuatorial” de Henri Rousseau y que reza así: “Me costaba creer que los seres humanos fuéramos capaces de cambiar el clima de la Tierra.” Desoladora y demolerá cita de Greta Thunberg que enlaza a la perfección con los versos seleccionados por la poeta para acompañar esta imagen:
La Pachamama llora silenciosa. Henri lo sabía se lo decían sus sueños plagados de insectos de tigres de elefantes, leones de exóticos bambúes de gitanas dormidas.
Agoniza la tierra.
Nota: La Pachamama es la deidad que representa a la Tierra en la mitología inca.
A golpe de pinceladas de palabras, Villanueva nos ha guiado por su particular museo personal, en el que ha explorado a fondo el universo pictórico de cada artista juntándolo con el suyo propio, y de esa amalgama ha nacido pura magia, de modo que podemos leer versos luminosos incluso cuando estos abordan el tema de la muerte como son los escritos para “La española” de Marie Blanchard:
Ya ha llegado el momento María de pintar flores de pintar solo flores desde esos azules cielos donde ahora habitas azules como el mar de la bahía que ya no añoras.
Eran tu sello y tu adiós. Ya solo flores. Solo flores.
Profundidad, introspección, belleza, observación, reflexión… En pocas palabras, un racimo de 29 cuadros con sus respectivos 29 poemas que son una combinación sin precedentes de luz y emoción de la que todos saldremos enriquecidos, ya que viviremos, sentiremos y apreciaremos más a partir de ahora estos cuadros que veremos con nuevos ojos. Y es que la palabra y la pintura se han unido en el camino de Villanueva y también en el nuestro para que hagamos una travesía singular, solo tenemos que leer Impresiones para que un montón de chispas, pictóricas y poéticas a la vez, salten desde los cuadros hasta nosotros y nos alcancen con su fulgor. Como broche final transcribo el haiku de despedida que Mila Villanueva escribió para “Miradas” de José Lapasió y os invito a que os acerquéis sin más dilación a esta formidable y artística obra:
Déjame ir dorada la mañana abierto el día.
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