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Función de Señor Ruiseñor
Función de Señor Ruiseñor

“Señor ruiseñor”: Reír en tiempos de crisis

Por Javier Velasco Oliaga
domingo 13 de septiembre de 2020, 23:00h

Como se pueden imaginar, llevaba varios meses sin asistir a una representación teatral. Afortunadamente, el reencuentro no ha podido ser más espectacular asistiendo al nuevo montaje de “Señor ruiseñor”. La obra se estrenó a comienzos del año pasado en Valladolid, para posterior viajar a Zaragoza y Madrid. En Cataluña la cosa no ha podido ser. “No estamos vetados, pero no nos alquilan los teatros”, declaró en su día el director de la obra Ramón Fontseré.

Después de los tiempos de pandemia, creo que ha sido una decisión aceretada el reestreno de la obra en Madrid en los Teatros del Canal, los mismos que dirigió con sabia profesionalidad Albert Boadella, director durante muchos años de Els Joglars, el grupo teatral más innovador e iconoclasta de nuestra querida península Ibérica que, por supuesto, no tiene nada que ver ni con el jamón ni con el chorizo ibérico –que se da mucho por tierras catalanas, como nos recuerdan en la obra, ya que el chorizo mayor del reino ¿emérito? Era un tal honorable Jordi Pujol.

La pandemia hace que las salas de teatro funcionen a medio gas. La mitad de las butacas estuvieron vacías con su correspondiente cártel prohibitivo, lo cual hace que los trabajadores de la sala tengan que trabajar a destajo antes -para preparar los asientos- y durante la representación, ya que tuvieron que llamar la atención a algún que otro solidario espectador que de manera artera se bajaba la mascarilla por debajo de la nariz. Ahora no hay acomodadores en las salas de teatro, hay rastreadores. Por supuesto, también nos tomaron la temperatura a la entrada a la sala con unos modernos dispositivos que hasta hace unos meses no conocíamos. Menos mal que no se realizan de modo anal, supongo que en Cataluña será así, ya que su símbolo más conocido es el famoso caganet. En la obra se refieren a ese símbolo nacional en reiteradas ocasiones, incluso llegan a contar los pliegues de tan íntima zona.

Asistí a la representación acompañado de la afamada crítica literaria Maudy Ventosa. Tengo que reconocer que los que más nos reímos durante la representación fuimos nosotros y otra espectadora que estaba justo detrás de mí, eso sí siempre manteniendo la correspondiente distancia de seguridad. Sin embargo, las risas no fueron tan generales como se merecían y no lo comprendo porque la obra es una perspicaz crítica al independentismo catalán. Bien es verdad que en la obra, una de las actrices decía que los catalanes no se ríen como los españoles. Ellos eran más inteligentes y, por tanto, su risa más sutil y estirada. Puede que sea por el tamaño del cráneo que, según Els Joglars, el suyo es de mayor perímetro que el del resto de los peninsulares. Así que supongo que el público asistente a la obra era catalán. Sin duda, mucho más inteligentes que nosotros que apreciamos de modo soez la ironía y la socarronería de la obra.

El texto de la obra está firmado por el director de la misma Ramón Fontserè, que también se ocupa de la dramaturgia junto con Dolors Tuneu – también actriz en la obra- y el director de escena Alberto Castrillo-Ferrer. La obra está representada por seis magníficos actores y actrices, en proporción 4 a 2, lo tengo que resaltar para no herir suceptibilidades en cuestión de identidades de género. Como verán no llega al 8 a 2 que fue la goleada que metieron al equipo senyera catalán por parte de los malvados bávaros de München. Cierta puya a Messi también la cuelan en la obra, que estoy seguro no estaba en el texto original porque cuando se escribió no era un traidor a la causa catalana y a ese equipo de fúbol que es mes que un club. En algunos sitios a eso lo llaman morcilla, en Catalunya lo llaman butifarra catalana, con su correspondiente denominación de origen.

Los actores de la obra, como he dicho son seis, los dos arriba mencionados, Ramón y Dolors, más Pilar Sáenz, Xevi Vilà, Juan Pablo Mazorra, y Rubén Romero, pero parecen muchos más, entre otras cosas porque hacen varios papeles cada uno. Destacar a alguno sería una ofensa para los otros, así que no voy a señalar nada más que a Ramón porque le tengo especial cariño desde que hace unos años le entrevisté cuando actuaron en Móstoles. Sus papeles como jardinero catalán, pero de la derechona, y el del propio Santiago Rusiñol son sencillamente memorables. En uno de sus personajes, tomaba la personalidad del pintor para realizar visitas guiadas a los turistas nipones que visitaban el museo. De hecho, al público asistente nos trató como nipones porque según él los catalanes no visitan el museo del paisajista más internacional de aquellas tierras, que está en la localidad de Sitges.

Precisamente, ese es el leit-motiv de la obra, la transformación del museo en otro sobre la identidad cultural y elementos diferenciadores catalanes. Esa transformación dará lugar a múltiples hilarantes malentendidos. Los cuadros que componen su colección sobre los jardines de España, no se pueden denominar así en un museo tan catalán. Para la patrona del museo se debería llamar “Jardines extranjeros de Catalunya”. Bromas de ese tipo son utilizadas durante toda la obra, siempre con mucho respeto. Y como dicen en la obra: es más fácil creer que pensar. Un mal no solo catalán sino de todo el mundo. Pero en este caso, y según dicen en la obra, con la República catalana serán más felices, no tendrán dolores de espalda y hasta les saldrán alas de ángel en la espalda.

Además, personajes como Francisco Franco, Salvador Dalí, Jordi Pujol –genial la imitación por parte de Fontseré del Honorable, que ya ha realizado en diferentes ocasiones-, Felipe González o Pasqual Maragall son criticados con gracia y sin acritud. También mencionan a un tal Carlitos Puigdemente y su asociación Odium Cultural, estos con un poco más de acritud, pero siempre sin herir la susceptibilidad del espectador. Solo por ganas de provocar... la risa.

El espectáculo contiene varios audiovisuales que se mezclan con la acción de la obra, el resultado es magnífico ya que están perfectamente coordinados. Un gran trabajo audiovisual al que se añade algunas partes que parecen de cine mudo o, más bien, de teatro mudo donde la música juega un papel señero. La música corre a cargo de varias zarzuelas y de Satié, amigo del pintor barcelonés, y de otros compositores de principios del siglo XX. También aparecen amigos del pintor en su periodo parisino como Ramón Casas e Ignacio Zuloaga, compañeros de piso y bohemia.

Rusiñol, además de paisajista fue un reconocido dramaturgo, escribió siempre en catalán, y algún pasaje de su libreto “La morfina” lo toma prestado Els Joglars para que conozcamos a este pintor que hizo del paisajismo su vida. De hecho, falleció en Aranjuez, donde le conocían como el señor Ruiseñor - de ahí el título de la obra-, al poco de proclamarse la Segunda República. Reflejó en sus cuadros jardines como el Generalife, el Jardín de las Elegías de Son Moragues en Mallorca, los jardines de Aranjuez y muchos más. Algunos de los cuales se pueden ver en la genial obra de estos juglares contemporáneos. No escribo más, aunque podría, porque prefiero que no pierdan más el tiempo y vayan a ver la obra. Me lo agradecerán. Buen trabajo de la carpetovetónica Comunidad de Madrid.

Final de Señor Ruiseñor. Ya lo sé, estaba prohibido hacer fotos, pero me pudo el oficio
Final de Señor Ruiseñor. Ya lo sé, estaba prohibido hacer fotos, pero me pudo el oficio (Foto: Javier Velasco Oliaga)
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