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“Mil grullas de origami”, de Felipe Sérvulo

El Bardo Colección de poesía Los libros de la frontera, 2020
domingo 01 de noviembre de 2020, 10:29h
Mil grullas de origami
Mil grullas de origami
Cuando leí el título del libro recordé inmediatamente la historia de Sasaki Sadako, la niña que popularizó las grullas de origami. Si hay un símbolo relacionado con la paz, en Japón, es la grulla de papel mediante papiroflexia japonesa: el origami.

Existe la creencia de que, quien consiga unir mil grullas de papel podrá pedirle a los dioses cualquier deseo. Esa fue la razón por la que Sasaki, una niña superviviente de la bomba atómica de Hiroshima, se puso a plegar papel. Ella tenía leucemia y pedía por su recuperación y porque no haya más guerras en el mundo. Sin embargo, no consiguió su objetivo porque murió antes, con tan sólo doce años. Mientras estaba en el hospital la visitó una amiga, Chizuko, que la convenció de hacer grullas da papel y eso la mantenía motivada. Pero, murió a pesar de todo y su amiga y sus compañeros hicieron las grullas que faltaban para llegar a mil y se las entregaron a la familia. Escuché al Dr. Ernesto Kahan del Foro Paz Iflac Latinoamérica, en una conferencia hace unos días, casualmente hablando sobre el monumento que hay en Japón en la plaza de la paz, que tiene miles de grullas de papel y que recuerda esta bonita historia y creo que es oportuno que se conozca.

También recordé a mi padre, que falleció hace un mes. Ávido lector con el que gustábamos de hablar de libros y de la vida. Hace unos años descubrimos juntos el cuento publicado “Mil grullas” de Elsa Bornemann. Esta escritora argentina habla de la historia de Toshiro y Naomi, del bombardeo de la segunda guerra mundial y la historia es similar. Naomi enferma. Toshiro la cuida y la visita para animarla. Le sugiere hacer grullas hasta llegar a mil para curarse, pero Naomi muere y Toshiro, dice el cuento, de mayor, continúa haciendo grullas de papel que esparce por encima de su escritorio, en el banco donde trabaja, haciendo pensar incluso a sus compañeros que se trata de algún rito o leyenda, cumpliendo la promesa de las mil grullas.

Como se advierte, este tema de las grullas de papel es muy apasionante y tiene detrás una amplia gama de historias y mitos que lo alimentan. Para Felipe Sérvulo, las grullas son mucho más que papel, mucho más especiales, son muy importantes porque le recuerdan a su nieto, a Takumi, su “japo imperial” que contactan por skype y a quien está dedicado el libro.

Desde la primera a la última página este libro es un canto de ternura, un homenaje a la forma de vida, a la idiosincrasia de los orientales, un emotivo homenaje a la tierra que vio nacer al hijo de su hijo y que le ha dado tanto.

Primeramente realiza una ubicación espacio temporal y brinda unas pinceladas de Japón y sus particularidades. Recuerdo que el autor estuvo físicamente allí, hace un par de años, en contacto con el lugar, conociendo sus gentes, empapándose de la vida en la tierra del sol naciente.

Es un poemario de 59 poemas y un epílogo. Los poemas están divididos en tres capítulos: Capítulo I: Ayer por la mañana/ Capítulo II: Tokio es un dragón que canta/ Capítulo III: Narita, Terminal I.

Los nombres de los capítulos responden al esquema narrativo de un viaje a Japón: Preliminares- Estancia- Despedida. Los títulos de los poemas no existen.

De primera mano parece que todo gira alrededor del niño y su ambiente. Dice el poeta: “Takumi es un buscador / de sonrisas”. Pero, si se mira con un poco más de atención, son misceláneas. Y prueba de ello es el poema “Takumi dice que no” (me he tomado el atrevimiento de utilizar este verso como un título) hay una serie de predicados que intentan definir qué es poesía: “Poesía es la mujer que amas, / es el instante en el que te encuentras/a esa niña de cisne blanco/ y su pañuelo,/ si dices: “tu luz será mi camino”.” Y el poeta, a pesar de tener dudas y de no saber si es capaz de definirla proclama que, aunque no lo sepa, sí conoce la utilidad de la poesía como consuelo de la existencia ante tanta incertidumbre.

Son versos libres, de los llamados “de arte menor” y los poemas son breves en su gran mayoría, lo que le da a la obra un aspecto minimalista. Es de destacar la economía de lenguaje, la reducción, la síntesis y la sencillez que agilizan la lectura. Son poemas sutiles, dotados de una música suave apenas perceptible por el oído, pero que se percibe con nitidez. Para lograr este efecto minimalista el autor “Intenta acomodar palabras”, cuida los vocablos, cuida el ritmo interior y como bien destaca Miguel Ángel González Sánchez, en el Prólogo del libro: “hay un preciso contraste o una contraposición buscada, por ejemplo en el capítulo II: Tokio es un dragón que canta. Identifica a la capital con un dragón, connota amenaza, peligro, terror; pero ese dragón, canta”, connota fiesta o felicidad.” El libro está plagado de contrastes que generan recurrencia, alejando el texto de la prosa y generando tensión dialéctica entre lo que se desea y lo que se vive. No es una escritura sobrecargada pero sí elaborada y cuidada. Es un libro descarnado, casi sin imágenes sensoriales, con lenguaje conciso, directo y claro.

El autor reconoce las limitaciones del ser humano para comprender la angustiosa inseguridad, la incertidumbre acerca del sentido de la vida y de la condición humana y cómo sobrellevar las contrariedades.

Imagino que él quiere mil grullas para llegar hasta Japón y para mantener a su nieto cerca a pesar de las distancias que los separan. A modo de ejemplo estos versos:

“Aquí las despedidas/ se guardan en el corazón,/sin más aspaviento. / O unas reverencias calladas.// Después de todo, la vida se va/ sin pedirnos permiso/ y hay un duelo natural en cada adiós. // Me gustaría recordarte para siempre.”

Seguramente, le gustaría a Felipe Sérvulo que la campana milenaria de Myooshin-ji siguiera sonando mientras prepara más grullas, hasta llegar a mil, para poder pedir sus deseos y que los dioses se lo concedan. Amigo lector, quizás sea maravilloso que nos unamos con el autor a través de su libro, haciendo realidad las “Mil grullas de origami”, por si ocurre el milagro.

Puedes comprar el poemario en:

Felipe Sérvulo
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