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"Churchill. La biografía", de Andrew Roberts

Editorial Crítica
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 27 de noviembre de 2020, 18:16h
Churchill. La biografía
Churchill. La biografía
El título de la obra asume y subraya su esencia, es la biografía por antonomasia sobre uno de los políticos británicos más taimados de la historia y, desde mi humilde punto de vista, uno de los más amorales políticamente existentes en ese Estado del Reino Unido de la Gran Bretaña, aunque vuelco mi aserto más hacia los provenientes de Inglaterra.

El autor es visitante del Departamento de Estudios Bélicos del King’s College de Londres e investigador visitante en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. En 1468 páginas se nos acerca a la vida de este hombre que tanto poder tuvo en su tierra, pero que supo aceptar una derrota electoral sensu stricto tras el año 1945. El propio Churchill definía su opinión sobre la celebridad de los seres humanos, al escribir sobre el duque de Marlborough, su antepasado: “Se dice que los hombres célebres suelen ser producto de una infancia desdichada. Se precisa a un tiempo de la rigurosa presión de las circunstancias, de las punzadas de la adversidad, del acicate de los desaires y los chascos de los primeros años, para alumbrar a un tiempo esa implacable firmeza de propósito, y ese tenaz buen juicio de las madres, sin el cual rara vez se alcanza a materializar una sola acción insigne”. También es más que esclarecedora la opinión que sobre él tenía otro primer ministro británico llamado Harold Macmillan: “Mitad aristócrata inglés y mitad fullero americano”.

Winston Leonard Spencer-Churchill vio la luz en una pequeña planta baja, del palacio de Blenheim, en Oxfordshire, el lunes 30 de noviembre de 1874. Desde este momento hasta su muerte en Londres, el 24 de enero de 1965, todo tipo de vicisitudes pasaron y dependieron de sus decisiones. En este libro está todo lo que se puede conocer sobre su personalidad y su comportamiento. Cuando han transcurrido más de 50 años de su muerte, ya hay bastantes posibilidades de poder realizar un acercamiento más propincuo y realista a su personalidad y a sus actos biográficos. Está claro que el cenit de su actuación política está circunscrito a la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, donde tuvo que componer muchos de los desaciertos de la blandengue política británica de Neville Chamberlain. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1953. Y fue un político lleno de refranes y frases, que se han utilizado en la posteridad.

Para hacer justicia a un gran hombre, es preciso poseer un talento crítico capaz de separar el grano de la paja. El entusiasmo favorable, por satisfactorio que pueda resultar, resulta siempre insípido”. “Quien no hace nada no comete errores”. Los de él fueron muy importantes y produjeron padecimientos sin cuento a muchos hombres y mujeres. Verbigracia: subestimó la capacidad de fuego de los stukas alemanes; obligó, de malas maneras, a que el anticomunista primer ministro de la Polonia en el exilio llamado Stanislaw Mikolajczyk aceptase la línea Curzon como frontera polaca tras el año 1945; permitió que los cosacos de Crimea fuesen deportados y entregados al genocidio de José Stalin; también abandonó en manos de Josef Tito a los yugoslavos que habían luchado contra el comunismo de ese futuro dictador, y tantas otras cosas, que decidieron amargamente sobre vidas y haciendas de muchos seres humanos; “quien no hace nada no comete errores”. Todos sus actos políticos tuvieron una relación directa con su exclusivo y particular punto de vista. “El número de errores en que pueda uno incurrir en política carece de importancia, lo verdaderamente decisivo es poder seguir cometiéndolos. Es como lanzar niños crudos a los lobos; en cuanto dejas de hacerlo, la manada se echa encima del trineo en el que viajas”.

El encargado del obituario fue Clement Attle que indicó: “Su más excelsa virtud no residía tanto en la prudencia, el buen juicio práctico o la visión de conjunto, como en la energía y el dinamismo”. Henry Kissinger escribió: “Su comprensión de las tendencias históricas fue invariablemente perspicaz, y en muchas ocasiones también profunda”. Otro biógrafo de Churchill, Robert Rodas James, lo califica: “Político, deportista, artista, orador, historiador, parlamentario, periodista, ensayista, jugador, soldado, corresponsal de guerra, aventurero, patriota, internacionalista, soñador, pragmático, estratega, sionista, imperialista, monárquico, demócrata, egocéntrico, hedonista, romántico…”. Tenía un odio visceral, probablemente más que correcto, a Lenin, a Trotski y a Hitler. Tenía un importante egocentrismo, dosis aceptable de insensibilidad y algunas gotas de crueldad. ”Según el comandante Tommy Thompson: “Al permanecer absorto en sus propios asuntos, mucha gente le considera brusco, vanidoso, intolerante y autoritario”. En abril de 1955 antes de dimitir manifestó: “El hombre es espíritu”, eso definía su férrea fuerza de voluntad, y por ello se puede alcanzar el éxito a pesar de las limitaciones materiales.

Alexander MacCallum Scott, en la primera biografía de Churchill, indicó: “Pertenece a la raza de los gigantes. Es un hombre que apuesta fuerte, pero tiene los nervios templados y la mirada aguda. Sea como fuere, luchará por sus principios, y será sin duda un combate digno de verse y de vivirse“. Sea como sea, Winston Churchill estaba convencido de que todos los seres humanos pueden vencer cualquier dificultad y llevar una vida magnífica y gratificante. Aunque parezca paradójico, siendo él inglés, admiró a Napoleón I Bonaparte. La obra refiere una curiosa encuesta, del año 2008, realizada entre tres mil adolescentes británicos, entre los que el 20% estaban convencidos de que Churchill era un personaje de ficción, aunque para ellos: un 58% Sherlock Holmes era un personaje real. En suma, todas estas pinceladas definen una obra fuera de serie de obligada lectura. Venari, lavari, ludere, ridere hoc est vivere!

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