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"El farmacéutico de Auschwitz. La historia jamás contada de Victor Capesius", de Patricia Posner

Editorial Crítica
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
jueves 26 de marzo de 2020, 20:46h
El farmacéutico de Auschwitz
El farmacéutico de Auschwitz
Este libro es otra demostración, de cómo una ideología del siglo XX fue, con el estalinismo militante, la ausencia de la más mínima ética; el signo patognomónico de dicho aserto es un cinismo elevado a la enésima potencia. Pero, detrás de todas estas teorías se encuentran toda una serie de seres humanos, que no tienen la más mínima vergüenza en hacer y reivindicar lo que estaban perpetrando con otros seres humanos.

Cada vez que se investiga aparecen nombres múltiples; que ya no son los de primera fila, tales como Goebbels, Göring, Ribbentrop, Hess, Borman, Seyss-Inquart, Kaltenbrunner, etc., sino sus apoyos de segunda o tercera fila; sin los que los primeros no podrían llevado a efecto sus maléficos comportamientos; y no tenían porque ser alemanes sensu stricto.

En este libro aparece uno de esos hombres grises política y socialmente, pero necesarios y, paradojicamente gran número de ellos universitarios titulados o doctorados; se trata de un rumano llamado Victor Capesius, doctor en farmacia; siendo el boticario oficial de aquel campo de concentración y de exterminio, sito en Polonia, y llamado Oswiecim-Auschwitz. Durante treinta años Patricia Posner, escritora-historiadora de origen judío, se dedicó a colaborar en la escritura de doce libros históricos con su marido, Gerald Posner. Su modus vivendi se resume en que: “los crímenes del Holocausto no deberían ser nunca olvidados”. Trabajó con el cazador de nazis, Simon Wiesenthal, durante unos treinta años.

Capesius conoció y se relacionó muy bien con judíos, en su Rumanía natal; pero luego no tuvo ningún problema en custodiar la reserva del gas Zyklon-B, con el que sabía perfectamente que se asesinaba a judíos, algunos probablemente que él habría conocido en su tierra de los dacios, uno de ellos sería el médico judío Mauritius Berner. Se encargó, asimismo, de preparar y proporcionar los fármacos con los que se hacían pavorosos experimentos, utilizando a mujeres embarazadas o a niños. Está documentado, que arrancaba los dientes de oro a los hebreos gaseados, y poseía maletas llenas del oro vital de los asesinados. Y, como era de rigor, utilizó el mismo latiguillo de los demás nazis, “que cumplía órdenes”; y nunca manifestó el más mínimo remordimiento. Este obscuro personaje comenzaría a trabajar para la farmacéutica Farben-Bayer. Esta empresa llegó a la convicción de que I. G. Auschwitz podía ser un inmenso centro de lucro.

Capesius nació el 2 de julio de 1907, era hijo de padres alemanes de religión luterana. Se licenció en farmacología general en la Universidad Rey Fernando I de Cluj-Napoca/Klausenburg (30 de junio de 1930). A continuación estudiaría química en Viena. Se matrimoniaría (enero-1934) con Friederike Bauer, cuyo padre era un médico-judío-converso. El 1 de agosto de 1943 es llamado a filas por la Werchmacht. El director médico de Auschwitz será el doctor Eduard Wirths, obsesionado por sus experimentos sobre los ovarios con radiación o extirpación, el 80% de las mujeres fallecerían. En el año 1943, llega al campo el doctor Helmut Wirths, hermano menor del director y ginecólogo de prestigio, quien tanta repugnancia sintió, que abandonó violentamente a su genocida hermano. En ninguna circunstancia, Capesuis proporcionó medicinas a los prisioneros enfermos, los cuales murieron de enfermedades fácilmente tratables. La doctora Herta Oberhauser utilizaba inyecciones de Evipan para matar niños, y así extraerles los órganos.

Capesius consideraba que Auschwitz era el lugar esencial para realizar ese tipo de investigaciones. “Soy Capesius de Transilvania. Conmigo van a conocer al demonio”. Decenas de testimonios acusaron al rumano de su comportamiento, en la selección de la vida o la muerte de los presos, pero solo fue condenado a unos pocos años de cárcel, a los dos años ya estaba en la calle. El cinismo psicopático de los miembros de las SS de los Campos era de tal calibre, que mantenían una apariencia de vida normal con sus familias, inclusive con sus hijos respirando un aire normal, mientras los niños judíos eran exterminados. Además, desde el punto de vista egoísta nacionalsocialista y del esfuerzo bélico, es inexplicable como distrajeron una gran cantidad de recursos, incluso de fuerzas militares, para el control de los campos de concentración o exterminio, mientras los soldados de la Whermacht morían como moscas en los frentes del este o del oeste. Ejemplifica el mal absoluto el caso del comandante del Campo Rudolf Höss: “Todo deseo que mi esposa o mis hijos manifestaban se les concedía. Los niños podían llevar una vida libre y sin restricciones”.

Es un libro testimonial con nombres y apellidos denunciantes, que subraya los asertos históricos de los crímenes del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, todos ellos contrastables. En este caldo de cultivo es donde se produce el devenir vivencial de este personaje, con el que la justicia alemana fue inexplicablemente conmiserativa. No obstante algunos médicos no pudieron sobreponerse a tanta barbarie, verbigracia el doctor-farmacéutico Adolf Krömer, fue asesinado por las SS, al haber manifestado a un boticario preso llamado Jan Sikorski que: “La guerra ya no puede ganarse”, y al propio Capesius: “El infierno en el inframundo no es nada comparado con esto”. Pero, Victor Capesius fue todo lo contrario: “Al final, escogió el camino de los cobardes y prefirió vivir y morir en la negación. Para su vergüenza eterna”. Otra obra esclarecedora-sobresaliente sobre otro criminal nazi. Extra historiam nulla salus!

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