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"Tocando lejos", de Inma Villanueva Ayala

EDA Libros, 2020
Por Antonia Toscano
sábado 19 de diciembre de 2020, 12:13h

"Tocando lejos" es una novela con una cadencia, un ritmo que se trasmite en el espacio y en el tiempo a través del paisaje, de los interiores y de los personajes. Hay una música que se convierte en la banda sonora de las historias que se cuentan, la música personificada en Severino, el mejor cantante de la Habana Vieja. Tanto el hombre como la ciudad, sometidos a un proceso de envejecimiento y decadencia. Severino se resiste a ser derrotado por los años y sigue el ritmo: Un, dos, tres, chachachá. Un, dos, tres, chachachá. Tres pasos rápidos, sensuales, coqueteos que se bailan en dos tiempos. Dame un beso, Nené. Dame un beso.

Tocando lejos
Tocando lejos

Tan importante como la música es el silencio. El silencio de la muerte, en el cementerio …un silencio de calma, de tranquilidad, apenas interrumpido por el canto de los gorriones y jilgueros.

La nostalgia envuelve a quienes se atreven a adentrarse en sus calles, sus cafés, sus palacios, con vestigios de la ostentación y el lujo de otro tiempo. El café del Oriente se apreciaba señorial, anclado en el regusto dulzón de un pasado añejo…

Nené, el nombre con el que Severino nombra a la protagonista, marca el ritmo con el que el lector o lectora es llevado con maestría por numerosos lugares, lejos de ese de dónde yo vengo, el centro desde el que se tocan los lugares, las emociones, el amor, la muerte.

La naturaleza no es un testigo mudo de los acontecimientos, interactúa con los personajes, forma parte de su carácter y se entrelaza con sus emociones. Un fenómeno meteorológico, tan característico de determinadas zonas de la tierra y de la estación otoñal como es la denominada ciclogénesis, da nombre a un capítulo, pero se extiende por toda la narración como las corrientes de aire.

El cielo se había encogido, se había comprimido tanto que daba la sensación de que no le cupiese nada más dentro, y que por eso reventaba con aquellos truenos, que sonaban como si el mundo se fuese a acabar en dos días…

Las montañas superpuestas dibujan el horizonte del lugar de donde procede la protagonista otorgándole una fisonomía e identidad propia.

La concepción del tiempo de la narración es otra cuestión que plantear, porque el tiempo no es lineal, la autora deja muy clara su idea sobre este aspecto al poner el título al último capítulo del libro El tiempo es redondo.

…Cuando uno ya no sabe qué hacer para remediar el aburrimiento de los días que pasan.

Entiendo que el tiempo no se puede medir con la precisión de un cronómetro, que hay segundos que son eternos y días, meses años que pueden pasar como un soplo, que en perspectiva los recuerdos son una ficción que creamos y recreamos nosotros mismos, que en la visión del pasado conviven en igualdad de condiciones los hechos, los sentimientos, los sueños, el dolor, el amor, la pasión y hasta el olvido.

El dolor y el amor se conjugan en el pasado como las dos caras de una moneda. El amor se desgasta como la punta de un lápiz de carboncillo.

La pérdida produce dolor. La enfermedad también. La palabra amor puede ser muy imprecisa y significar cosas muy diversas. El amor de los padres, del amigo, del amante, tan diferentes como pueden serlo las personas que lo sienten. La tragedia y el duelo presentes siempre en la narración aparecen tratados con delicadeza y respeto.

La novela es una matrioshka rusa, una historia que contiene muchas historias, historias contadas con un lenguaje brillante y rico en matices, a veces exuberante, a veces preciso como un bisturí que disecciona la realidad, muchas veces onírico con imágenes sorprendentes. No en vano, la autora ofrece un homenaje al realismo mágico y a Gabriel García Márquez, ya desde la cita que preludia el libro, en la que Úrsula Iguarán – Cien años de soledad- constata que el tiempo da vueltas en redondo.

Los hilos que tejen la narración, la narradora en primera persona, el viaje, sus viajes, los sueños, la historia de Severino y Dora, van encajando una dentro de otras las historias: de Ulises y la Ciénaga de Zapata, de Andreas y Odalys en Sancti Spíritus, Doña María de las Mercedes (Merche la gallega), Roberto, el mulato nacido en Matanzas, Doña Amparo y Don Acisclo, Carmencita Iznaga en el Palacio del Valle, Doña Gertrudis en la casa Azul y toda una galería de personajes que van sumando interés y amenidad a la novela.

La atención a los detalles más pequeños enriquece los escenarios en los que se mueven los personajes, de los que podemos ver las texturas de su vestimenta, el brillo metálico de un reloj, el colorido de los collares, el tintineo de las pulseras, el tono de su piel. Todo lo que contribuye a una lectura placentera y apasionante.

Tocando Lejos es la excelente propuesta de EDA Libros para este otoño de 2020, novela de Inma Villanueva Ayala, en una cuidada edición de la colección Los días terrestres.

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