Fue incluido en diversas antologías: “Rostros y voces”, “Mosaico poético argentino”, “Antología poética nacional”, “Poesía y vida”, “Cleopatra”, “Cantar del sur”, etc. Su obra literaria ha sido declarada de Interés Cultural por la Honorable Legislatura de la Provincia de Río Negro. También fue designado Ciudadano Ilustre de Río Negro. Ejerció el periodismo. En proceso de edición se encuentra su libro de misceláneas “Apuntes y papeletas”. ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba? JC: Mi primer acto de creación, si así puede llamarse, fue en el cuarto grado de una escuela primaria del barrio de La Falda, en la bonaerense ciudad de Bahía Blanca, donde la maestra nos pidió que redactáramos una composición. Yo escribí sobre un carozo, luego árbol, fruta y nuevamente carozo, con todo lo que el ciclo de la vida representa. La maestra la citó a mi madre para felicitarla y opinó que yo tenía talento. Se puede decir que desde aquel día le tomé cariño a la escritura. ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades? JC: Con la lluvia me llevo bien (como casi todos los poetas): César Vallejo, Horacio Ferrer, Jorge Luis Borges… En cambio, las tormentas algo me asustan por los desastres que suelen ocasionar: voladuras de techos, caídas de árboles, truenos y rayos. Pero advertir a la naturaleza en toda su fuerza atrae, subyuga. “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones? JC: Como a William Faulkner y otros escritores a veces esa dama veleidosa me visita en un instante fugaz, pero lo demás es trabajo, corrección y esfuerzo. ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra? JC: Me atraen sobremanera las vivencias de un Rubén Darío, de Miguel Hernández, de Pablo Neruda, de Gabriel García Márquez, pero más admiro sus obras. Por ejemplo, Pablo Picasso o Salvador Dalí. Leer biografías me encanta. Los pequeños avatares de nuestra vida son tan importantes como nuestra obra y de alguna forma nos condicionan. ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar? JC: En uno de mis cuadernos los anoto y tengo cientos. Además, los utilizo en mis textos, pero con cierta mesura: “No vaya a ser que por gorda no camine y por flaca se nos caiga”. ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad? JC: El “Ulises” de James Joyce, el “Don Quijote de la Mancha”, “Bomarzo” de Manuel Mujica Láinez, “El Aleph” de Borges, las novelas del español Ramón J. Sender por el manejo del color, algunos libros de la “Biblia” como el “Cantar de los cantares” o el “Libro de Job”; y la lista sería restringida. ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar? JC: Varias. Desde volcar las copas, mancharme la indumentaria, perderme en las rotondas, y otras más “que contar no quiero”. ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”? JC: Sé que en esta tierra soy un peregrino y la fugacidad de la vida está siempre presente en mi obra literaria; la posteridad, como la fama, es una impostora. Estoy más en paz con la muerte que con la posteridad. No me desvela. “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan? JC: La rutina me gusta: levantarme temprano, desayunar, evacuar los intestinos como hacían los soldados de Napoleón ante cada batalla, leer el diario, ver las noticias, revisar el correo electrónico, almorzar, dormir la siesta, escribir, la cena con amigos, el trato cotidiano con Irma, mi compañera de vida, y a la noche, siempre después de las 12 si es posible, dormir como un bendito. ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”. JC: El estilo es una forma de acostumbramiento de nuestra escritura a determinados impulsos iterativos. El estilo lo logramos, a veces, después de años de ejercer el oficio, con suerte. ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente? JC: Me indigno ante la estupidez de algunas personas; me hartan la chatura, el odio, el desencuentro de opiniones, la negación del otro, el pensamiento superficial y la charlatanería: “El que mucho bate la lengua, poco piensa”. Pero no me despiertan violencia; al contrario, lástima. ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros? JC: De mi niñez suburbana en Bahía Blanca, como el también bahiense Eduardo Mallea [1903-1982], atesoro algunas postales: Una foto de mi madre con su delantal de cocina, la moto Puma de mi padre, yo con guardapolvo blanco y los juegos de aquellos años: bolitas, figuritas, el hoyo pelota, etc. ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo? JC: En los laberintos de Borges, en los universos de William Shakespeare, en los personajes de Pío Baroja o en alguna novela de García Márquez. El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido? JC: La oscuridad es la contraparte de la luz y desechando los miedos atávicos tiene su encanto. Con respecto al silencio, no siempre es absoluto, a veces hasta el silencio habla; la palabra desolación —aparte de ser el título de uno de los libros de Gabriela Mistral— es una mala compañía. Las sorpresas mucho no me gustan, como la gravitación de los gestos o el fervor, que siempre tiene que ser mesurado. ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías? JC: Por supuesto que al neerlandés Erasmo de Róterdam, los españoles Baltasar Gracián y Francisco de Quevedo, el estadounidense Truman Capote, el venezolano Rufino Blanco Fombona, el rumano Emil Cioran. ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?... JC: No aprecio lo que otros aprecian y no tengo imprecisiones preferidas a pesar de que cometo muchas. ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”? JC: Son trasuntos afectivos porque la vida es diversa y pocas cosas se eligen. Y cada persona tiene más caras que las de Proteo. Para algunos significan mucho y para otros nada. Pregunto: ¿Será cierto que los opuestos se atraen? ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”? JC: Fue el poeta mayor de los argentinos. Se sentaba en el cordón de la vereda a mirar las estrellas cuando los otros niños jugaban. Supo decir que “el tango es un sentimiento triste que se baila”. Hoy “Cambalache” está más vigente que nunca. Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran? JC: Alejandro Magno, Augusto César, Nelson Mandela, Martin Luther King Jr., Juan Domingo Perón. No existen grandes hombres sin grandes causas. ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”? JC: Los equívocos; algunos chistes que son un poco la sal de la vida. ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal? JC: Jamás me he permitido hacerlo. Trato de ser un hombre de ideales firmes y coherentes con mi forma de ser y de pensar. El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos? JC: Con todos de maravilla, menos con el dinero que solo me importa para vivir con cierta dignidad. Del amor, no puedo quejarme: mi compañera, mis hijos, mis amigos. Trato de ser contemplativo y tengo mis instantes íntimos. En religión soy cristiano evangélico y ecuménico. En política vengo militando desde los diecisiete años. (Y siempre cerca de las causas populares, no del populismo, que es harina de otro costal). ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”? JC: Creo que toda obra de arte que nace del interior del hombre es importante. Pero no me gusta lo hermético, lo que no dice nada, ni las modas pasajeras. ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué? JC: Las calles de mi barrio de La Falda en Bahía Blanca, porque las transité de niño y aún recuerdo la de la primera casa que alquilaban mis padres: Belgrano 1138. La he visitado ya de grande y todavía está igual, pero entonces “uno comprende cómo están de ausentes las cosas queridas”. ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción. JC: La ciudad fue mi entorno; el bosque solamente lo conocí por los cuentos infantiles; la visión despertó mi atracción por las artes; la lengua nunca me la comieron los ratones; sacrificios hicieron mis padres; de las ceremonias he estado lejos siempre que he podido; las miniaturas y los alfeñiques me dejan cierta indiferencia; para la danza y los saraos soy muy torpe; me agrada el pensamiento y su construcción en personas inteligentes; trato de ser auténtico pero no siempre lo logro; sufrimiento fue el del Señor y el de los grandes artistas y filósofos (Pascal, Miguel de Cervantes, Arthur Schopenhauer, Soren Kierkegaard, Franz Kafka, Ernesto Sabato). Del azar solamente me gustan los juegos y me disgustan los desajustes. La muerte es una compañera que espera paciente nuestras ganas de partir. “Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras? JC: Será donde mueren los pájaros, a pesar de que, citando a Alejandro Dolina, “los refutadores de leyendas” dicen que las palabras no mueren nunca y estarán por toda la eternidad en el cosmos. ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no? JC: Sí, siempre. Por ejemplo, Federico García Lorca y Dionisio Ridruejo, García Márquez y Mario Vargas Llosa, Sabato y Borges. Ser hoy de la izquierda o de la derecha es una grandísima estupidez, como la de desechar una obra de arte por la posición política del autor. ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa? JC: Me decepciona. Pero trato de entenderlo. A lo mejor no ha podido por diversas causas. Yo trato de no hacer lo mismo. Y como dice el Evangelio, “Cuando prometas, no tardes en cumplirlo”. No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás? JC: A los hombres y mujeres simples del interior del país “donde se produce toda fuente y tienen de su Patria una idea de limpia grandeza”, a los que se entregan con vida y alma a una causa, a los hombres buenos (que son pocos). ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación? JC: Cada uno es hijo de sus pasiones. Yo trato de ser el auriga de las mías. Dicen que cada uno tiene la edad de sus pasiones. ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente? JC: Ser alabado desmesuradamente es más de la moda o del comercio de sus obras. Lo importante es el paso del tiempo sobre las mismas. “El tiempo —afirmaba Leopoldo Marechal— es un gran trabajador y cada uno le dará la hojita de laurel que supo conseguir”. Aparte, “si el necio te alaba, mucho peor”. ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky? JC: Puede ser que así sea. Con el amor no se pueden tener pautas fijas. El amor es irreverente y se presenta de mil maneras. Es un impertinente y no me estoy refiriendo al monóculo. ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada? JC: Todos los momentos tienen su encanto, eso lo sabían los pintores impresionistas a los que admiro. ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías? JC: Serían tantos que es difícil de enumerar. Si uno pudiera… Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora? JC: La partida ya cerca del final. Siempre se espera el Jaque Mate. Lo importante es hacerlo con cierta dignidad y entrar en la muerte con los ojos abiertos, como dijo el emperador Adriano, según Marguerite Yourcenar, porque con ella no hay gambitos ni enroques que valgan. * Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Valcheta y Buenos Aires, distantes entre sí unos 970 kilómetros, Jorge Castañeda y Rolando Revagliatti.
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