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"Legiones contra falanges. La épica lucha por la supremacía en la infantería del mundo antiguo", de Myke Cole

Alianza Editorial
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 26 de noviembre de 2021, 17:00h
Legiones contra falanges
Legiones contra falanges

La civilización nace en el Oriente Próximo, entre los ríos Tigris y Éufrates, y allí comienzan los seres humanos a tener un concepto de ser o existir. El primer imperio ciudadano es el de los sumerios, luego serán substituidos por los acadios; lo más económico es crear una milicia que defienda a los ciudadanos, y trate de crecer de forma imperialista por aquello de la necesidad de poseer territorio, aunque sus poleis se enfrentarán constantemente.

Será, por consiguiente, la falange conformada por la infantería pesada la que domine los campos de batalla. “Armados con lanzas o picas, dispuestos hombro con hombro y los escudos trabados, los soldados de la falange presentaban una pared impenetrable de madera y metal al enemigo. Esto es, hasta que la legión romana hizo su aparición y desafío su hegemonía”. El volumen es esclarecedor y estupendo, ya que se acerca al análisis de seis enfrentamientos bélicos destacados en los que legiones y falanges se enfrentaron; de este modo la modernidad legionaria demostró, con una importante flexibilidad, que su disciplina combativa de hierro y sin dudas de ningún tiposobre la versatilidad de sus tácticas consiguió eclipsar, para siempre, a la hasta entonces invencible falange macedónica enaltecida, a priori, por el rey Alejandro III “el Magno” de Macedonia.

El historiador griego Polibio (200 a.C.-118 a.C.) amigo y cronista de Publio Cornelio Escipión Emiliano Numantino y Africano Menor (185 a.C.-129 a.C.), en su obra Historias escribe: “Consideré necesario examinar este asunto con detenimiento porque, en su momento, a muchos griegos les pareció increíble que los macedonios hubieran sido vencidos y, en el futuro, habrá muchos que no expliquen la inferioridad de la falange respecto al sistema militar romano”. La obra contiene una esclarecedora cronología, que comienza en el año-575 a. C. cuando Servio Tulio se convierte en rey de Roma, hasta el año-107 a. C. cuando: “Las reformas de Cayo Mario eliminan las distinciones de clase en la legión romana. Aunque se trata de una medida social tanto como militar, pone fin al antiguo sistema de manípulos, que es sustituido por un sistema de cohortes centrado en torno a una única clase de legionario de infantería pesada”. No obstante, es preciso realizar una leve corrección, y se refiere a que la traducción correcta del nombre romano no es Cayo sino Gayo. El glosario es necesario y atrayente, ya que con él tenemos una amplia exposición de la traducción y significado de los términos.

El recorrido por esas seis batallas elegidas como paradigmáticas, dentro de los enfrentamientos entre las legiones de Roma y las falanges helénicas, presenta un análisis de las tres primeras: Heraclea, Ásculo y Benevento, en las que el genial estratega y monarca epirota Pirro el Grande es el centro de la narración, en la cuarta y sexta, Cinoscéfalas y Pidna se enfrentan legionarios y falangistas-hoplitas macedónicos, mientras que la quinta o Magnesia (año-190 a.C.) es una guerra siria entre Antíoco III el Grande con Aníbal Barca el Grande en su armada contra Roma; parece ser que el monarca seléucida tenía envidia de que el Bárcida ganase una batalla en tierra, por lo que pudiese significar, y solo le permitió ser almirante. Aulo Gelio (125 d. C.-180 d. C.) en sus Noches áticas escribe: “Antíoco le mostraba en la llanura las fuerzas gigantescas que había reunido para librar la guerra contra el pueblo romano, y hacía maniobrar a su ejército resplandeciente de ornamentos de oro y plata. También llevó carros con escitas, elefantes con torres y jinetes con resplandecientes riendas, mantillas, collares y aparejos. Entonces el rey, vanagloriándose a la vista de un ejército tan bien equipado, se volvió a Aníbal y dijo: ‘¿Crees que todo esto puede ser igualado y que será suficiente para los romanos?’ Entonces, el cartaginés, que despreciaba la ineptitud y la ineficiencia de las tropas del rey, con su lujosa armadura, replicó: ‘Creo que todo esto será suficiente para los romanos, a pesar de lo codiciosos que son”.

Pudo ser la ocasión de que Roma agachase su dura cerviz, y su imperialismo voraz se dulcificase, pero los hados no lo permitieron. La batalla de Pidna no será el final del enfrentamiento de legionarios y falangistas. La falange de los griegos se había enfrentado muchas veces a los romanos, pero ahora la ágil y maniobrera estructura militar de los hombres del Lacio sería la vencedora sin discusión, y dominaría los campos de batalla hasta la caída del último emperador Rómulo Augústulo, en el siglo V d. C. El hecho, subrayado por Polibio, se circunscribe a tres parámetros obvios e inmarcesibles, que son: agilidad, flexibilidad y accesibilidad. Además, los legionarios utilizaban una espada corta, que les servía como arma de manípulo y en la lucha cuerpo a cuerpo. El arma titular del hoplita falangista era la enorme y longilínea pica o lanza, la cual solo era efectiva cuando la milicia helénica estaba en formación rigurosa de combate. Pero ambas armas eran expresiones, sensu stricto, de culturas diferentes y, en muchas ocasiones, antagónicas como eran Roma y Grecia.

Estas formas de entender la cultura de lo bélico se influyeron mutuamente, y son como dos mismas ramas del legado de los helenos, se distanciarían sin ambages, para luego volverse a reunir. El centro de todo ello son las personas que combatieron, con sangre, sudor y lágrimas, muriendo o superviviendo por una forma distinta de entender la dominación de la civilización. Estamos, por consiguiente, ante un libro fascinante y muy recomendable.Et hoc est quod comites. ET. Tibi colenda est virtus”.

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