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"La gota de sangre", versión teatral de la novela de Emilia Pardo Bazán, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente: el reencuentro inesperado con la emoción

miércoles 15 de diciembre de 2021, 10:25h
La gota de sangre
La gota de sangre

El desaliento, la apatía, o el célebre desasosiego, fiel acompañante del poeta portugués Fernando Pessoa que le obligaba a caminar solo por el mundo son la cara oculta de una soledad que él remarcaba diciendo: «La literatura es mi forma de estar solo en el mundo».

De ahí, quizá, también nazca la importancia del instinto. Ese instinto incorruptible y tenaz que Emilia Pardo Bazán exhibió contra todo lo impuesto en una época de grandes retos a los que hacer frente, y de auténticas revoluciones que ganar al tedio, la intolerancia y la falta de ingenio. De todo ello nace la novela La gota de sangre, pionera del género policíaco escrito por una mujer y, que de una manera muy acertada, Juan Carlos Pérez de la Fuente ha rescatado para el teatro y el deleite de los espectadores que acudan a verla a los Teatros del Canal hasta el próximo 13 de diciembre. La figura de la mujer como femme fatale —en esta obra— es el perfecto vehículo conductor de una trama donde lo de menos es el asesino y el muerto, porque lo más importante son las emociones. Emociones en forma de giros inesperados que para nada son deductivos sino intuitivos. Emociones que en un momento dado se abalanzan sobre el protagonista de la obra, Ignacio Selva, un acomodado burgués que no sabe qué hacer con su vida hasta que el destino llama a su puerta para despertarle todo aquello que permanecía dormido en su espíritu de galán, aventurero o investigador accidental de muertes accidentales. A veces lo hará en forma de vodevil o revista, otras mezclando la tragedia y la comedia, para de esa forma y de la mano de Pérez de la Fuente construir una divertida y amena pieza teatral que deambula entre la inmediatez del asombro y la ironía de un costumbrismo a los que él dota de un dinamismo de dirección actoral vertiginoso en ocasiones, y una puesta en escena sencilla, efectiva y muy solvente a la hora de proporcionar a los actores una total libertad de movimientos sobre el escenario. Actores que deben agradecer la frescura de sus textos a la magnífica adaptación de Ignacio García May, pues con unos diálogos siempre vivos, dota a la obra de una soltura que hace que se te haga corta.

El acierto y la diligencia con las que Pérez de la Fuente abordó el año Pérez Galdós y ahora el año Pardo Bazán, le vuelven a situar en lo más alto de la dirección teatral española, pues su visión de la escena está muy alejada de los maniqueísmos tan usuales en nuestros días y, también, está sustentada en el tacto a la hora de escoger los textos sobre los que montar una nueva obra de teatro. El teatro por el teatro, y el teatro desde la más innegociable apuesta por la cultura, hacen de sus montajes un acierto seguro. Un acierto que en La gota de sangre también va de la mano de dos grandes actores, Gary Piquer como Ignacio Selva, es un portento de expresividad y elegancia interpretativa, pues proporciona al alma de su personaje del don de la ubicuidad más ingeniosa y divertida que uno pueda imaginar. Y a su lado, Roser Pujol como Chulita Ferna, reconvertida en cupletista o mujer orquesta, por la cantidad de personajes que desarrolla sobre el escenario sin fallar en ninguno de ellos. Su movilidad y capacidad de dicción en cada una de las voces que interpreta son de alabar.

La gota de sangre, bajo la dirección de Pérez de la Fuente, es una buena muestra de que aquello que se plantea bien y se ejecuta mejor, pues desde la aparente sencillez somos capaces de disfrutar de una hora y media de buen teatro, y de paso, hacerlo con el reencuentro inesperado de la emoción. ¡No se la pierdan!

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