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reseña teatral

16/01/2024@11:11:00

Desde toda la vida de mis padres y abuelos, este recuerdo de amargura, esta sinrazón de encarcelar sin sentido, esta niñez callada por los años de los años, en muchas ocasiones, con pesadillas a la nocturnidad de la luz, familias y vecinos presos, parejas separadas por decisión de quien tenía el mando, todo un esfuerzo por aparentar que, en aquel entonces, no pasaba nada.

Essencia IX Festival de la Teatralidad

La casa vacía está llena de emociones, sentimientos, recuerdos, pasión.

"Borrachos", puede que desahuciados de la vida, aunque sea solo durante el tiempo que dura la borrachera.

Tú mismo. Vosotros mismas. Los nacidos casi al término del siglo XX. Entre 1981 y 1993, más o menos. Más o menos en esas fechas, porque nacer, sí que nacieron.

“Lo importante es tener salud, y lo demás ya se arreglará”. Pero… ¿y si no se arregla? Es que todo resulta tan obvio que se trastoca y acaba produciendo ansiedad y el efecto contrario al que se pretendía.

Sentir un enamoramiento es como un golpe contundente o, simplemente, con una sucesión de elementos que se van alineando hasta llegar al convencimiento de que necesitamos estar y compartir con la otra persona.

El sujeto del siglo XVII tenía una visión (barroca) de los roles que les tocaban a hombres y mujeres, a ricos y pobres, a nobles y plebeyos, a artistas y artesanos, a soldados y a monjes, a juristas y pícaros, a Lope y a Cervantes.

Llega a “La Luna” a través de su abuelo, Fernando Fernán Gómez y de Emma Cohen, a la casa que los cobijó y en el que dejaron, no solo documentos, cartas, fotos, grabaciones, discos, proyectos,… también la esencia de esta pareja emblemática en el mundo de la cultura, si es que podemos hablar de ese concepto denostado en este país que poco la valora.

No queremos hacer ruido, pero tenemos dolor, miedo, y derecho a quejarnos, y miedo a la muerte.

Los poetas son los inventores de la lluvia. Si hay sequía es que no producen nada. Solo quieren convertirse en nube, en agua, en voz de donde salga la emoción, el amor, también la razón, la libertad, lluvia convertida en palabras.

El paso del tiempo no transcurre igual en las obras de teatro.

Abuela buena, abuela íntegra, abuela pueblo, abuela cocinillas, abuela limpiadora, abuela gallina clueca, abuela mía y abuela tuya.

James Joyce, aunque tenga tu Ulises en una estantería de mi casa, no estás, ni mucho menos, abandonado. Cierto es que te he abierto muchas veces, y que te he leído en partes sin orden ni concierto. Es demasiado el respeto que me infundes. Y, sin embargo, de vez en cuando te leo. Y me distancio, porque puede que yo sea un cualquiera, y tú me sales muy caro.

El ego de los artistas, que quieren que sus campos siempre estén llenos de flores, de luces por supuesto, aunque en el fondo sientan un poco de vergüenza y se emocionen y les duela si es otro el que se lleva el premio.

No están dormidos. No son muñecos de trapo. Son figuras de porcelana y, como tales, no podrán morir, aunque sí, quizás, romperse. Romperse por fuera y que se les rompan los corazones. Porque los tienen. Permanecerán atentos a las canciones, a los sueños que pasan de largo, a los recuerdos que nadie les preguntará. Pero estas dos figuras, él y ella, tendrán la oportunidad de encontrarse, de soñar, de acercarse, de sentir su existencia como algo real, aunque sea efímera.