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"Por siempre. Eloísa y Abelardo", de Alfonso Palomares

Ed. Edhasa. 2021
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 28 de enero de 2022, 19:20h
Por siempre
Por siempre

Estamos ante una estupenda novela/narración-histórica, dentro de la muy acertada colección de ‘NARRATIVAS HISTÓRICAS, EDHASA; y como es de esperar refiere la relación amorosa plena, que en la Edad Media se produjo entre dos seres humanos fuera de serie; dos personajes de una cultura excelsa y sobresaliente, a los que se les persiguió sañudamente hasta dejarlos reducidos a la inacción. Son: Pedro Abelardo y Eloísa, o viceversa.

La narración refiere, con todo lujo de detalles, el devenir vivencial del culto e inteligente Abelardo. El libro comienza su narración el domingo de la Resurrección de Cristo del año 1089; es obvio que el luminoso Sol saluda la conmemoración de la victoria del Hijo de Yahvéh-Dios sobre la muerte y las tinieblas. La fiesta más tumultuosa se celebraba, en todas las ocasiones, cuando el castellano de la zona, Berenguer de Le Pallet celebraba su cumpleaños durante la Semana Santa, ya que la onomástica se solía trasladar al domingo de gloria. Todos los feudatarios celebraban, de forma ruidosa y con gran riqueza de juegos, el día de la nacencia de su Señor de Le Pallet. “… A primera hora, antes de que llegaran los participantes en los juegos de guerra y el grupo de invitados curiosos, prácticamente todo el pueblo y gentes de los burgos adyacentes abarrotaban el patio grande del ala norte del castillo. Era un puro trajín de idas y venidas de ayudantes y sirvientes poniendo todo a punto”.

El pequeño Pedro Abelardo participará en los festejos del cumpleaños paterno, entrenándose con su arco para medir sus fuerzas haciendo prácticas en un blanco determinado del patio. Ya tenía decidido lo que iba a realizar en la vida. Se dedicaría al estudio de la gramática y de la dialéctica, los laureles de las controversias culturales serían, siempre, para él más preciados que las victorias en el campo de batalla. La narración nos descubre cómo se va formando aquel cerebro tan superior a su época y a los seres humanos que le rodearían en el Alto Medioevo. Los encargados de conseguir blasones y loas militares para la familia serán sus hermanos gemelos, que se llaman Raúl y Dagoberto, quienes son quince meses más pequeños que él. “De las armas, Abelardo solo le gustaba el tiro al arco, porque lo consideraba un ejercicio lúdico que podía compaginar con el conocimiento de las letras. Nunca lo emplearía para ir a un campo de batalla, porque jamás pensaba ir a uno de esos lugares. Esa mañana solo buscaba atinar en el blanco que su padre le había preparado para que jugara mientras esperaban a los invitados”.

En el año 1079, el matrimonio formado por Berenguer de Le Pallet y su esposa Lucía bautizaron a su primogénito con el nombre de Pedro Abelardo, un grupo de cuatro arpistas de Nantes interpretaron los salmos de Acción de Gracias en ritmo gregoriano. Tras el discurrir de cuatro meses, el nuevo embarazo de su madre conllevará un parto gemelar muy complicado; el padre lo festejó con una alegre y cantarina borrachera. En el tercer embarazo, el fruto del mismo fue ya una niña, a la que bautizaron con el nombre de Denise. En una ocasión la llegada a Le Pallet del dialéctico Herber de Brie conllevó el ensimismamiento del niño, lo que produjo en el progenitor el interés porque aquel profesor fuese el que ordenase la cabeza de su hijo, para la fabricación de silogismos. A los veinte años, Pedro Abelardo se dirige a París, en ese momento el emporio de la sapiencia del Reino de Francia. Decide entrar en el Claustro de la Catedral románica de Nôtre-Dame, donde el sumo profesor es Guillermo de Champeaux, al que ya le han hablado maravillas sobre Pedro Abelardo y desea conocerlo. La apostura y la belleza del joven le impresionan. “Tenía unos ojos verdes y tan claros que le iluminaban toda la cara. La voz era serena y bien modulada. La frente ancha, y el cabello rubio de normando. Lo acogió con entusiasmo, se interesó por la tierra de donde venía e incluso por dónde estaba hospedado”.

Es en el año 1118 cuando el profesor de dialéctica, de filosofía y de teología conoce a Eloísa. De su aula salieron 19 cardenales, más de 50 obispos, y hasta el papa Celestino II. Vivía en una residencia de profesores junto al río Sena; se dedicaba al intelecto puro y duro, por lo que había conseguido mantener las bridas sobre su joven sexualidad. En la cumbre de su gloria, comenzó a pensar en que debería dar culto a la carne, y no solo al espíritu. Sus amigos le informan de que existe, ya en París, una joven de una belleza insuperable, además alaban su inteligencia y su cultura preclaras, ya que conoce el griego, el latín y el hebreo, además solo tiene 18 años. Su nombre es Eloísa, y desde hace unos dos años está viviendo con su tío, un canónigo llamado Fulberto, en las casas curiales detrás de Nôtre-Dame. El deseo de conocerla se transformó en incoercible para Pedro Abelardo. Eventualmente considero la seducción como primera fórmula de relación. “Un idilio con una muchacha joven, bella, culta y ya célebre le daría una gloriosa aureola. Por eso trataría de acercarse a ella. No había practicado las artes de la seducción porque nunca le habían interesado las mujeres nobles, debido a que perturbarían su entrega al saber, y también había estado alejado de las inmundicias del sexo practicado con prostitutas. Aun sin verla, Eloísa, conociendo solo lo que le habían dicho de ella, le había invadido el corazón y los pensamientos. La imaginaba de mil maneras y todas agradables”.

A partir de este momento sus relaciones serán una delicia para ellos, y un calvario que les produce la sociedad en la que se mueven. Todo lo que antecede está en este libro, que me ha dejado perplejo por la calidad extraordinaria de su léxico, la forma de narrar es como una ola que envuelve a uno el alma. La correspondencia entre ambos va desgranando todo su amor y sus sufrimientos. Alguien ha definido su historia de pareja como una hermosa y desdichada historia de amor. En este momento histórico los profesores no podían casarse, y ambos transgredieron esta norma. Su hijo nació muerto. El matrimonio fue en secreto, pero el tío de Eloísa, el canónigo Fulberto se dedicó a propalar la noticia del enlace, y para mayor venganza consiguió que unos sicarios cortasen los testículos a Abelardo. Ambos tomaron los votos, él murió en 1142 y ella en 1163. Se la enterró en San Marcelo, y dijo la madre Mary Noel, en 1167, que él levantó un brazo y la abrazó para toda la eternidad. ¡Impresionante libro!Errare humanum est, sed perseverare diabolicum. ET. Medice, cura te ipsum”.

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