www.todoliteratura.es

"La invasión de Polonia. El inicio de la II Guerra Mundial", de Juan Vázquez García

Galland Books. 2019
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 15 de febrero de 2022, 17:00h
La invasión de Polonia
La invasión de Polonia

Tras el ilusionado Pacto de München-Munich, en el que un crédulo Chamberlain exteriorizaba ‘papel’ e ilusiones de una paz eterna entre los europeos del momento histórico; dos cínicos, uno en la Selva Negra y otro en los Urales, Adolf Hitler y Josip Stalin, se relamían de gusto al observar, paladinamente, como se hundían en el ridículo más espantoso los británicos y franceses, con su pseudoaltruismo, y vendían a los países europeos y a sus gentes a uno u otro bando, siendo ya cada cual más criminal.

Tres naciones iban a sufrir este comportamiento ridículo, absurdo y amoral: Austria; Checoslovaquia y, sobre todo, la simpar y católica Polonia. En la capital de Baviera se decidieron cuales eran las ganancias territoriales de los alemanes, con el permiso o la inhibición de Francia y Gran Bretaña, y se crearon las voraces apetencias hitlerianas para el intento, felizmente fallido, de la conquista de Europa. Y, obviamente, asimismo el zar de los Urales contemplaba con regocijo la debilidad occidental. Adolf Hitler concibió, entonces, que era preciso, justo y necesario la recuperación de los territorios alemanes, ahora en poder de la odiada Polonia, que habían sido arrebatados tras la Primera Guerra Mundial, que eran el hinterland de la urbe alemana de Danzig, con su corredor que llegaba desde la propia Alemania.

En estas circunstancias, el Führer celebró un consejo con Göring y con von Ribbentrop, y mientras el jefe de la Luftwaffe era contrario a esa aventura, el infantilismo y la inconsciencia del Ministro de Asuntos Exteriores manifestó, sin ambages, que Francia y Gran Bretaña no moverían ni un dedo por los polacos. ¡Craso error! que envalentonó al Führer del Tercer Reich, y en estas circunstancias se preparó la invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939. Los británicos fueron más rápidos, y firmaron un pacto de mutua ayuda con Polonia; y está claro que, a lo largo de la historia, británicos y españoles siempre han cumplido a rajatabla sus acuerdos. Hitler intentó convencer, a priori, a los polacos de devolver el territorio; estos se negaron de forma taxativa, ya que se encontraban envalentonados por el afecto y simpatía con los que eran contemplados entre los europeos. El día 3 de abril de 1939, Adolf Hitler ordenó al OKW o Alto Mando o Estado Mayor de la Wehrmacht/Fuerzas Armadas Alemanas u Oberkommando der Wehrmacht, que comenzase a estudiar un plan para la invasión de Polonia; lo que fue analizado concienzudamente por el eficaz e inteligente Coronel General Franz Halder (1884-1972), ya de forma totalmente inmediata.

Como aperitivo, el 15 de marzo de 1939, la Wehrmacht consiguió todos sus objetivos, en Checoslovaquia, sin disparar un solo tiro, y tener a los polacos rodeados por tres lados. “Nada había, a partir de ese momento, que impidiese la penetración de los carros alemanes por la amplia llanura polaca, a excepción de varios ríos y algunas fortificaciones fronterizas de muy escasa entidad. Solo la llegada de las lluvias otoñales podrían ayudar, al convertir las llanuras en barrizales que dificultasen o, incluso, impidiesen, el movimiento de grandes masas de tropas, como ya había ocurrido en otras ocasiones. Durante la primavera comenzó la lenta movilización del Ejército polaco, que no logró mejorar la situación. Incluso aunque la Unión Soviética permaneciese neutral, cosa que muchos ingenuos aún creían, el ejército polaco debía desplegarse a lo largo de la larga línea fronteriza con Alemania, Prusia Oriental y Eslovaquia. A lo largo del verano continuó el lento proceso y no fue hasta finales de agosto que se dio la orden de movilización a la totalidad de los reservistas. Se había perdido un tiempo precioso”. Las posibilidades de defensa de los polacos estaban mal valoradas y sobredimensionadas; ya que solo se podría contar con el amor a su patria y su valentía fuera de toda duda, todo ello se habría ido conformando a lo largo de todo el devenir histórico de la sufriente nación de los polacos. La mejor solución, pero inaceptable política, social y moralmente, era abandonar el territorio occidental y colocar todos sus efectivos en el río Vistula, en la defensa de su gran capital Varsovia.

El gobierno polaco decidió, pues, motu proprio, defender toda la frontera y no dar ningún tipo de facilidad a la voracidad imperialista de los alemanes. Su mayor confianza se encontraba en su gran caballería, mucho más numerosa que las unidades acorazadas de los germanos, y más maniobrable en los terrenos pantanosos. Pero este último hecho militar resultó, total y absolutamente vano, ya que aquel año 1939 fue de una gran sequía. Ya tenían los Panzer del Coronel General Heinz Guderian (1888-1954) el terreno abonado para un fácil avance, y poner en marcha su guerra relámpago o Blitzkrieg. “El alto mando polaco tampoco estaba a la altura de sus oponentes. Su doctrina estaba anclada en los conceptos de la Gran Guerra y estaba muy influenciada por el carismático Pilsudski, que había fallecido en 1935. Éste estaba considerado como el salvador de la nación durante la guerra contra los soviéticos en 1920, durante la cual la magnífica caballería polaca había llevado el peso de las operaciones y había superado notoriamente a la soviética. Su sucesor, Rydz-Smigly, carecía de sus cualidades y su carisma, aunque, probablemente, el resultado final no habría sido muy diferente de continuar Pilsudski”.

El Alto Mando polaco había estudiado lo ocurrido en la recientemente terminada Guerra Civil Española (1936-1939), y consideraba que la aviación y los carros de combate no eran esenciales para ganar una conflagración bélica, que se presumía larga y muy sangrienta; errores de bulto planificados por otros Estados Mayores de otros Estados europeos del momento. Este es el inicio de la tragedia polaca, ya que por su zona oriental unos días después, la URSS del asesino Stalin atacaría arrasando al ejército polaco y eliminando, vilmente, a miles de oficiales en Katyn. Este es el comienzo de la tragedia de 1939 a 1945, contenida en esta estupenda monografía, que recomiendo vivamente, por su rigor absoluto, su lectura ágil y su contenido eximio y paradigmático. ¡Sobresaliente!Obiit Almansur et sepultus est in ínfero. ET. Qualis artifex pereo!”.

Puedes comprar el libro en:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios