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"El reino de hierro. Auge y caída de Prusia. 1600-1947", de Christopher Clark

Ed. La Esfera de los libros.
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 19 de abril de 2022, 17:10h
El reino de hierro
El reino de hierro

Estamos ante otro libro extraordinario de la editorial LA ESFERA DE LOS LIBROS. El 25 de febrero de 1947 las autoridades de las fuerzas de ocupación aliadas decidían, de facto y de iure abolir el estado de Prusia, que tanto definía el ser de los alemanes, su estilo militar, y una forma especial de comportarse, que siempre había creado pavor en el resto de los europeos.

El Estado Prusiano, que desde los primeros tiempos ha sido el promotor del militarismo y de la reacción de Alemania, ha dejado de existir de facto. Guiado por su interés por preservar la paz y la seguridad de los pueblos, y con el deseo de garantizar una posterior reconstrucción de la vida política en Alemania sobre bases democráticas, el Consejo de Control decreta lo siguiente: El Estado Prusiano junto con su gobierno central y todos sus órganos, queda abolido”. Según los aliados, sobre todo Sir Winston Churchill, el corazón de Alemania es Prusia. Desde la derrota de Napoleón I Bonaparte, Prusia cargó con el peso de la modernidad, liberando a la Alemania luterana del corsé católico de Austria y de Baviera. La evolución alemana regida por Prusia era lo mejor que les había ocurrido a los alemanes, desde la Reforma protestante del monje agustino Martín Lutero. El estado de Prusia había nacido para Europa en el año 1870. Los militantes del partido NSDAP, y sus ideólogos se habían arrogado la representación de los alemanes, inventando una forma de ser y vivir como prusianos, lo que no se ajustaba a la más mínima realidad. Los aliados considerarían al austriaco cabo bohemio Adolf Hitler, austriaco de la región de Linz, como un prusiano de alma. Mientras en el resto de Europa las revoluciones burguesas habían derrotado a las élites tradicionales, en Alemania todo siguió un camino muy diferente y específico o sonderweg; esta especificidad habría desembocado, sin solución de continuidad, en el régimen hitleriano.

Prusia jugó un papel clave en este escenario de malformación política, pues fue aquí donde las manifestaciones clásicas de la vía especial parecieron más claramente evidentes. Sobre todo, entre estas se hallaba el poder intacto de los junkers, los nobles terratenientes de las regiones al este del río Elba cuya preponderancia en los gobiernos, en el elemento militar y en la sociedad rural sobrevivió a la época de las revoluciones europeas. Las consecuencias para Prusia y, por extensión, para Alemania, fueron, por lo que parece, desastrosas; una cultura política marcada por la intolerancia y la intransigencia, una inclinación a reverenciar el poder por encima de los derechos legalmente establecidos y una ininterrumpida tradición de militarismo”. La cultura política fue un fracaso, ya que Prusia sería quien marcaría las normas para el resto de los alemanes, y consiguió marginar al resto de los regímenes liberales de la Alemania meridional. El estilo prusiano de autoritarismo, servilismo y obediencia fue el terreno abonado para el ahogamiento de las democracias y la llegada de la dictadura nacionalsocialista sensu stricto. No obstante varios historiadores alemanes occidentales y de talante liberal o conservador intentaron, con toda su energía, la rehabilitación del modus vivendi et operandi de Prusia y de los prusianos.

Prusia siempre tuvo un estilo de vida muy diferente al resto de los alemanes: unos funcionarios civiles incorruptibles, una tolerancia absoluta hacia las minorías religiosas, sobre todo hacia los católicos, su código civil era admirado y admirable por el resto de los alemanes y de los europeos, y una tasa de alfabetización envidiable y cabecera en Europa, además su burocracia era prusiana. Se equivoca el autor, de forma paladina, al indicar que los oficiales del putsch contra Adolf Hitler, en julio de 1944, eran prusianos; ya que el número uno era de Suabia, Coronel conde Klaus von Stauffenberg. Sea como sea los prusianos, y su forma de entender el comportamiento criminal del Führer tenía errores, pero en absoluto tenía algo en común con el estado racista y criminal, que había nacido en el delirio de la obra Mein Kampf/Mi lucha de Adolf Hitler.

La culminación de esta labor de evocación histórica fue la masiva exposición de Prusia que se inauguró en Berlín en 1981, y que fue vista por medio millón de visitantes”. Existía una importante parafernalia militar, además de aquellos frondosos árboles genealógicos, pinturas sobre las victorias bélicas de Prusia, aunque los expositores no se olvidaron de presentar algunas de las otras y mejores imágenes políticas, dentro de las cuales estaban la tolerancia, la emancipación y la revolución. También es preciso destacar que existen vicios sociales prusianos, que siempre han sido muy controvertidos, entre ellos podemos destacar su estilo político autocrático, o la tendencia, quizás típicamente de los romanos, de enaltecer sus victorias militares. Cuando se produce la reunificación de las dos Repúblicas, Federal u occidental y Democrática u oriental, conllevó el traslado de la capital, Bonn, situada en la órbita del catolicismo; hasta la vetusta y patognomónica Berlín, dentro de la órbita del luteranismo, lo que produjo algunos recelos entre los alemanes, que temían un renacimiento del hecho sociopolítico prusiano y lo que él mismo representaba. Se tenía el recelo de que el simbolismo prusiano retornaba.

Lo que se había convertido en un eslogan para elementos de la derecha alemana, que veía en las ‘tradiciones’ de la vieja Prusia un virtuoso contrapeso para la desorientación, la erosión de los valores, la corrupción política y el declive de las identidades colectivas en la Alemania contemporánea. Con todo, para muchos alemanes, ‘Prusia’ sigue siendo sinónimo de algo repelente en la historia alemana: militarismo, conquistas, arrogancia y cerrazón política”. En febrero de 2002, el profesor Hans-Ulrich Wehler se irritó, sobremanera, cuando se planteó la posibilidad de que: ‘Darf Preussen sein’?, mientras tronaba en contra del ministro socialdemócrata del land de Brandenburgo, Alwin Ziel. El título de su trabajo no dejaba la más mínima duda sobre cuál era su opinión sobre todo ello. “Prusia nos envenena”.

El hecho a analizar estriba en considerar a Prusia como culpable absoluta de todo lo malo para los alemanes, y sobre si el Reino o Estado de Prusia fue el/la culpable del comportamiento desastroso, caótico y belicista del resto de Alemania, entre 1933 y 1945. “Lo que no quiere decir que debamos leer la historia de Prusia (o, en realidad, de cualquier estado) solo desde la perspectiva de la toma del poder por Hitler”. Creo que este es el ensayo primigenio que se puede realizar, de forma apriorística, con respecto a otra de las magníficas obras literarias de La Esfera de los Libros, que merece todos mis parabienes, y más que merecidos. ¡Ánimo y suerte! «Roma omnia venire. ET. Urbem venalem et mature perituram si emptorem invenerit».

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