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David Le Breton: "Caminar la vida (La interminable geografía del caminante)"

Siruela, Madrid, 2022
Por Ricardo Martínez
jueves 06 de octubre de 2022, 17:00h
Caminar la vida
Caminar la vida

Si el mal es la prisa, que genera ansiedad y deforma, en mucho, las barreras de la realidad, bienvenido sea el antídoto que nos propone este profesor de la Universidad de Estrasburgo y que sencillamente, como buen caminante, nos invita al viaje, al camino en el mejor sentido humanista, al estar a solas (no solo) como un bien para reparar en el entorno, para escuchar con todos los sentidos los enriquecedores bienes que puede obtener el aristotélico hombre curioso, o bien, en sentido genérico, el hombre peripatético.

Sigue, en su máxima vital, la fórmula de aquel inglés que tan bien resumió lo que para él tenía de significado el camino, ‘Solvitur ambulando’, lo que equivale a decir (a pensar), la solución está en el andar, en el camino. Y a fe que Fermor nos legó unos libros fecundos didácticos a propósito del bien del viajar (y a pié, como hizo tantas veces).

Le Breton, el autor, llama nuestra atención de un modo perfectamente actual cuando nos recomienda el bien del caminar como actitud, como reflexión: “además, en el mundo de la interconexión, las conversaciones escasean; y cuando se dan, se rompen constantemente debido a que los interlocutores, aunque están allí de forma física, desaparecen de repente al son de una melodía insoportable de su móvil o en el adictivo gesto de sacarlo del bolsillo, a la espera insistente de un mensaje que convertirá en secundaria la presencia, sin embargo real, de su acompañante”. Un mensaje casi con visos apocalípticos como sigamos ignorando el valor y la suerte, tan real, de ese interlocutor real.

El camino como un bien, pues, como filosofía: ‘El que mueve las piernas mueve el corazón’ reza la recomendación médica, a lo que puede añadirse que se le unen también el bien del reparar en la naturaleza, el bien del observar, de la libertad que otorga el abierto camino. Y, de nuevo, el autor, ahora, nos transmite una recomendación de trascendencia: “Buda, Cristo, Mahoma son, ante todo, hombres a pie, entregados a su propio cuerpo, y su palabra se difunde al ritmo de sus vagabundeos y de sus encuentros con los demás (…) Etimológicamente, peregrinar es caminar lejos de casa”.

Y este caminar, es cierto, también tiene sus rasgos de carácter: “Hazlitt (el filósofo) que se describe a sí mismo como un hombre eminentemente social, prefiere, en cambio, aislarse cuando camina. Y dice: ‘Nunca me hallo en esos momentos menos solo que cuando me encuentro a solas” Pero entiéndase que lo verdaderamente provechoso en la posibilidad del hacer camino.

Por fin concluye, a modo de recomendación, nuestro autor: “La caminata procura la distancia física y moral que hace posible un retorno a uno mismo, fomenta una disponibilidad a los acontecimientos e implica un cambio de medio y de interlocutores que permite, así, dejar atrás antiguas rutinas personales o una reputación local negativa” (…) Toda larga marcha se inscribe en esta lógica de desmantelamiento de las antiguas maneras de ser para reinventarse a sí mismo de una forma más lúcida, activa y con una autoestima renovada, en el convencimiento de que se es una persona valiosa”.

Didáctica viva, riquezas del camino.

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