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"Lo que la primavera hace con los cerezos", de Marta Robles, o cómo la pasión se convierte en arte

domingo 08 de enero de 2023, 12:17h
Lo que la primavera hace con los cerezos
Lo que la primavera hace con los cerezos

Hace ya algunos años la propia Marta Robles me dijo una frase que se me quedó grabada: Incluso cuando los escritores hablamos de monstruos verdes que vuelan estamos hablando de nosotros. Pues bien, ¨Lo que la primavera hace con los cerezos¨, el verso de Pablo Neruda con el que la autora titula este interesantísimo ensayo, confirma magistralmente aquella aseveración. La vida alimenta al arte, y la pasión, el amor o el desamor son los catalizadores más positivos de la creación en cualquier disciplina. De la reflexión sobre esta simbiosis entre la vida y el arte surge esta obra en la que la autora, con un estilo ameno y directo, bucea en la vida de decenas de escritores, músicos, directores de cine o pintores a lo largo de la Historia para poner la lupa a ese exacto momento en que una relación sentimental, un desengaño amoroso, una experiencia traumática o incluso la imposibilidad de mostrar en público su verdadera sexualidad hace estallar de manera irrefrenable la imaginación del artista para llevar su obra al máximo esplendor, lo mismo que la primavera hace con los cerezos, a ser posible en el Valle del Jerte.

Que Tirso de Molina remate al seductor ostentoso de ¨El burlador de Sevilla¨ con el castigo divino tal vez no habría sido así si Tirso no hubiera sido clérigo, al igual que si la mujer de José Zorrilla no hubiera tenido tantos celos de sus innumerables aventuras extraconyugales probablemente su ¨Don Juan Tenorio¨ jamás habría sido redimido por el amor de doña Inés; y si las mujeres no hubieran sido cruciales en la existencia de Mozart o Lord Byron no sabemos si les habrían inspirado ¨Don Giovanni¨ o el poema ¨Don Juan¨, respectivamente. Con el mito de Don Juan y las similitudes vitales con los artistas que lo recrearon en sus obras comienza la lectura de este apasionante relato, que después pasará revista a los artistas atormentados por el amor, como el de la paloma Frida Kahlo por su elefante Diego Rivera, de la que dijo que tuvo la suerte de amar a la mujer más maravillosa, pero que desgraciadamente no supe amarla a ella sola.

De Emilio Salgari destaca la contradicción entre una existencia en una pobreza tan absoluta que hasta para suicidarse tuviera que hacerlo con una navaja porque no tenía dinero para comprarse una pistola, con el éxito mundial de una obra del que solo se benefició económicamente su editor y en la que sus personajes viajan a paraísos distantes sin que Salgari apenas salga de su casa o de la biblioteca. También resulta sorprendente que la primera pintora feminista, cuando todavía no existía el feminismo, Artemisia Gentileschi, sufriera una violación que le costó sangre sudor y lágrimas poder demostrar legalmente y que se tradujo en una obra pictórica estremecedora y de una calidad indiscutible en una época en que a las mujeres se les discutía todo. O que el autor del que, a mi juicio, es el más maravilloso poema de amor de todos los tiempos en lengua castellana, Francisco de Quevedo, fuera en realidad un misógino.

La imposibilidad de mostrar al mundo su homosexualidad es la fuente del sufrimiento de la que casi con total seguridad emana la brillantez de la obra de artistas incontestables como Tchaikosvki, el niño de porcelana, Patricia Highsmith, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Oscar Wilde, Virginia Woolf o Francis Bacon. Las fantasías sexuales de Berlanga y Buñuel, amantes del sadomasoquismo y el fetichismo, o la relación epistolar pornográfica entre James Joyce y Nora Baracle también se reflejan en su obra, al igual que la obsesión, tal vez sin más, de Lewis Carrol por las niñas, que hoy día sería considerada, sin ninguna duda, una completa depravación. Los amores que no pudieron ser, como el de Lorca y Dalí y los celos de Buñuel por esta extraña relación se plasman en ¨Un perro andaluz¨. También hay semblanzas de mujeres fatales (mujeres libres, según Marta Robles, a las que se considera “fatales” porque se saltan las normas establecidas y deciden amar a quien quieren, como quieren y cuando quieren), como Alma Mahler, o de mujeres a las que no se les permitía firmar sus obras y de cuyos méritos se apropiaban los hombres que tenían al lado como Colette. La promiscuidad de Lope de Vega o Benito Pérez Galdós y hasta la locura de Philip K. Dick, el autor del libro en el que se basó la película Blade Runner, o algunas obsesiones personales como la de Enrique Jardiel Poncela por encontrar a la mujer perfecta son una buena muestra de lo que influyen la pasión y el amor en la producción artística de estos genios. Lo mismo ocurre con los impulsos violentos de Caravaggio, o asesinos incluso de las escritoras Nancy Crampton, Anne Perry y el escritor William S. Burroughs, que mata a su esposa en un estúpido accidente y por eso se hace escritor. El dolor por el desamor de Mariano José de Larra, por la pérdida de su hija de Víctor Hugo o el físico de Frida Khalo o de Henri de Toulouse-Lautrec tras sus accidentes al chocar el autobús en el que viajaba la primera y caerse de un caballo el segundo dieron como fruto inolvidables poemas, impactantes obras pictóricas o maravillosas novelas que han pasado la historia y que no se entenderían con la ausencia de estos suplicios por los que los artistas tuvieron que pasar.

Las pasiones de hombres y mujeres que despuntaron enormemente en su producción artística y cuyas vidas están repletas de claroscuros a las que Marta Robles nos acerca es larga y pormenorizada, y está regada con alcohol, mucho alcohol, y drogadicción, y promiscuidad, y violencia, y también suicidios. Por eso es lícito preguntarse si para ser un buen artista es imprescindible tener una vida atormentada y oscura; pero a esa pregunta no se puede contestar, ni Marta Robles lo pretende, tan solo expone con gran rigurosidad y tras una ingente labor de investigación la importancia de sus relaciones amorosas en sus obras como si el lector las viera en un espejo, separando las unas de las otras y buscando la fricción que ambas imágenes provocan en no pocas ocasiones, dando lugar a ese estallido de flores de los cerezos en la primavera que en este caso se traduce en obras de arte universales que han pasado a la posteridad. Lo que sí asegura la escritora es que: Entre los creadores de distintas disciplinas que aparecen en este libro, y las hay de todo tipo, he encontrado parcelas más bien pequeñas de felicidad. O incluso de tranquilidad. La felicidad, en cambio, sí está en el disfrute de las obras que nos han regalado, la misma felicidad que yo he sentido al leer este libro inolvidable.

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