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"Vida de ermitaño": La improbable soledad

Necesito pocas cosas, y las cosas que necesito, las necesito poco”.
San Francisco de Asís
Por Julio Sánchez Martín
martes 14 de febrero de 2023, 12:30h
Vida de ermitaño
Vida de ermitaño

El asceta intuye que la verdadera libertad se consigue solo con el desapego de bienes y posesiones y mediante la observación de las leyes de la naturaleza, pues, solo en estrecho contacto con ella, se logra el verdadero conocimiento de uno mismo. Y sin embargo, y a pesar de una soledad anhelada, los ermitaños fundan filosofías, religiones o corrientes literarias.

En numerosas ocasiones, estar solo es considerado un castigo que, llevado al extremo, puede conducir a la locura. Ello explicaría por qué motivo es el aislamiento absoluto uno de los métodos de penitencia más frecuentes en la historia de la Humanidad. Pero el aislamiento no siempre es forzoso ni conduce necesariamente a la enajenación mental; es más, se considera que dignifica y eleva el espíritu. Incluso, como en la época actual de pandemias, puede ser una forma de supervivencia.

En la era actual de sobrecarga informativa, el aislamiento voluntario es reivindicado de nuevo y apreciado como un modo de concentración que permite desprenderse de las constantes interrupciones que bloquean el avance de un proyecto laboral o de cualquier tarea que exija un mínimo de concentración.

Ese retiro voluntario es el punto de partida de la primera novela de Mario Pérez Antolín. Después de una vida dedicada en cuerpo y alma, con importante reconocimiento, al aforismo y a la poesía, nos sorprende en esta ocasión con una novela en su estructura formal, pero con matices que nos siguen recordando al gran aforista que es y a su dominio de los recursos ensayísticos y poéticos. Su lectura, con una prosa que mezcla innumerables estilos literarios, nos resulta gratamente familiar.

El protagonista de la ficción nos va narrando la historia de su viaje iniciático en busca de sí mismo en 37 capítulos, muchos de ellos autoconclusivos. Tanto la propia narración como el tipo de peripecias que le acontecen en este viaje nos recuerdan irremediablemente a una insigne figura literaria que dio origen al Siglo de Oro español: Don Quijote. Hasta en su carácter, el héroe nos recuerda al personaje cervantino: es un adalid de las causas utópicas, pacífico y bienintencionado, con un punto de cándido y apocado, pero no exento de fina ironía. Un ermitaño sin nombre ni tiempo ni lugar.

Ya en el primer capítulo nos cuenta las razones que le llevan a apartarse del mundanal ruido y a embarcarse en una aventura en solitario (luego veremos que esa soledad será muchas veces compartida) con el objetivo de encontrarse consigo mismo y entrar en contacto con la Naturaleza, evitando las interferencias constantes que le (¿o debería decir nos?) impone la vida en sociedad: “¿Cuáles son los motivos de un acto? Acaso haya que encontrarlos en la imposibilidad de no emprender algo cuando se quiere una quietud imperturbable”.

Aunque se trata, como se ha dicho, de una novela, hay en ella mucho del aforista y poeta que predomina en sus anteriores escritos, y no está exenta de cuestiones de índole filosófica cercana al ensayo, especialmente en el inicio de la narración, cuando se plantea, haciendo partícipe al lector que le acompañará en el resto de sus vivencias, las razones de sus actos y el porqué de un viaje físico y espiritual en busca de sí mismo. En este sentido, cabe destacar que el protagonista no busca inspirar ni dar ejemplo, sino escapar de una realidad que le asfixia en busca de la verdadera contemplación de la Naturaleza, lo que le aleja de grandes gurús religiosos o filosóficos y le acerca, de nuevo, a Cervantes. El tono poético subyace a lo largo de casi todo el relato, con amplias descripciones (sobre todo dirigidas a la Naturaleza y al mundo que le rodea) y abundancia de epítetos: “En el jardín de mis abuelos también había un tejo parecido a este que se cimbrea con las ráfagas del poniente”.

El humor se hace presente también de forma muy natural y fina en varios pasajes de la obra. En este sentido llaman la atención las conversaciones del protagonista consigo mismo, o las hilarantes discusiones con el cura o la mujer. En ellas el autor da rienda suelta a su afilada pluma constituyendo unas escenas verdaderamente disfrutables del libro, y sobre ellas descansa el contrapunto cómico que equilibra una obra que en general tiene un tono más serio y formal.

El trazo poético, el realismo narrativo y el humor fino predominan en el conjunto del relato, pero en algunos capítulos se cuela además la fantasía, lo onírico. Aquí cabe destacar la descripción de algunos de sus sueños o las conversaciones con los pájaros o los muertos del cementerio. El punto álgido de esta parte más desbocada del relato reside en el capítulo donde el protagonista es encerrado en un sanatorio mental. La ausencia de puntuaciones y la aterradora descripción del escenario le confiere a la narración una aceleración del ritmo que nos hace comprender muy bien la sensación cercana a la angustia que sufre el protagonista, sensación que uno experimenta también al visionar por vez primera esa genial película de Milos Forman, “Alguien voló sobre el nido del cuco”: “Qué hago yo aquí en un sitio donde te baten el cerebro como si fuera yogur o mantequilla hasta que queda convertido en una sustancia amorfa y obediente […]”.

De singular interés en la obra son las propias acciones e intenciones del protagonista, quien, a pesar de que emprende un largo viaje para encontrarse consigo mismo y con la Naturaleza, no puede evitar interaccionar con la sociedad que le rodea y, de una forma un tanto inocente, bienintencionada y utópica, luchar contra las injusticias y la maldad humana. Son estas partes del relato las que más le acercan a la literatura cervantina y las que hacen de esta "Vida de ermitaño" una obra de lectura ágil y placentera. La prosa es minuciosa y rica en matices, pero a la vez entretenida y llena de vida. Se nota en su lectura que el autor ha disfrutado con su escritura, experimentando con multitud de estilos literarios y técnicas narrativas.

En resumen, "Vida de ermitaño" nos ofrece un relato lleno de matices y registros, que permite múltiples lecturas. En su combinación de estilos predominan el costumbrismo rural (que nos recuerda también a Los santos inocentes, la inolvidable novela del maestro Delibes), el tono poético y el humor fino con pinceladas de fantasía onírica, con protagonismo absoluto de un protagonista-narrador que nos relata sus peripecias físicas y espirituales desde un punto de vista inocente y bienintencionado que nos recuerda al Quijote y nos obliga irremediablemente a empatizar con él y a desear que salga con buen pie de sus desventuras. Es una novela en la que el autor experimenta con diferentes géneros y estilos, y se nota que ha disfrutado escribiéndola, lo que lleva a una lectura ágil, estimulante y placentera por parte del lector.

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