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Un Ángel Olgoso dispuesto siempre a viajar
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Un Ángel Olgoso dispuesto siempre a viajar (Foto: Agustín Carmona)

Entrevista a Ángel Olgoso: "Mis primeros relatos viven en ese estado fronterizo entre el sueño y la realidad, entre la humorada y la insolencia"

Autor de "Nubes de Piedra"
Por Evaristo Aguado
jueves 03 de agosto de 2023, 23:22h

Fagus Editorial edita "Nubes de piedra", los primeros relatos inéditos de la adolescencia y primera juventud de Ángel Olgoso han sido reunidos en este volumen como en una gavilla auroral de textos tan disparatados, tan libérrimos, tan insensatos y tan inquietantes como esas formas que vemos a menudo en la configuración de las nubes.

Nubes de piedra
Nubes de piedra

¿Cómo definiría o presentaría “Nubes de piedra”?

Este libro es mi prehistoria literaria -mi prehistoria narrativa concretamente-, del que sólo han quedado fuera los primeros balbuceos en prosa tras cinco años escribiendo poesía. Lo escribí a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, y creo que ya está presente el germen de los principales temas de mis libros posteriores: lo extraño, lo sorprendente, la ironía o incluso la sátira, las premisas extravagantes, las composiciones pesadillescas o vertiginosas, las propuestas asombrosas, los retos compositivos. Creo que los 35 relatos de “Nubes de piedra” viven en ese estado fronterizo entre el sueño y la realidad, entre la humorada y la insolencia propia de la primera juventud, entre la fantasía y una incipiente exigencia formal: aquel narrador ya comenzaba a gozar con la capacidad subversiva de la escritura breve.

Para usted, según ha dicho, ¿la imaginación es el bien más verdadero y liberador?

Así lo creo, tengo el convencimiento absoluto de que la imaginación proporciona un sustituto soberano a la vulgaridad cotidiana. La imaginación, que es al mismo tiempo el fermento de la experiencia y el antídoto contra el horror de la vida, nos hace poderosos siendo como somos seres insignificantes y efímeros, nos permite trascender las infinitas magnitudes del espacio y el tiempo. Vivir sólo una vida me parece una terrible prisión. Decía Pessoa que toda la literatura es un esfuerzo por hacer real la vida, que es absolutamente irreal en su realidad directa. Yo lo simplificaría aún más con la siguiente fórmula: la realidad es fantástica y la ficción real. Y la imaginación se nos presenta como un ave de grandes alas con la que podemos sobrevolar el territorio en busca de tesoros valiosos, confortadores, nutritivos. Cuando escribí “Nubes de piedra” era joven, me fascinaban las perspectivas imposibles de Escher, las prisiones imaginarias de Piranesi o el expresionismo fantástico de Kubin, e intentaba que lo imaginativo cabalgara con furor desbocado, que fuera -como en el primer Romanticismo- hermoso, loco, embelesador, y un tanto perverso, como se podrá comprobar a lo largo del libro en muchos ejemplos de incorrección política.

¿Cuál es el núcleo de estos relatos, si es que lo tienen?

Los relatos de “Nubes de piedra” son extraños disparates, historias que tienen un pie en el delirio (Como en “In extremis”, “El efecto del polvo Pyrethrum sobre los insectos”, “El otro diluvio” o “El hombre sucio”), piezas provistas de formas y texturas distintas (como “China”, “Látigo”, “Creciente” o “34 historias de amor”), y creo que que su centro de gravedad es la fruición imaginativa, aunque el placer lingüístico ya empieza a despuntar (véase “Primula Veris”). Pensándolo bien, quizá estos relatos expresen, esencialmente, la perplejidad de aquel joven ante el mundo, su rebeldía contenida, sus miedos, su necesidad de evasión.

Me esfuerzo de buena gana en pensar cosas en las que pienso que los demás no pensarán

¿Es cierta la impresión de que en este primer libro de relatos hay mucho más humor que en los posteriores?

Totalmente, aunque con matices. No puedo evitar que en casi todos mis libros se filtre la ironía, pero sí es verdad que lo hace de forma decreciente (supongo que a medida que la vida va tomando rasgos de pesadilla demencial y que uno ya se va acercando a los momentos aurorales de la senectud). Y, al mismo tiempo, entre el abundante humor negro de “Nubes de piedra” comienzan a emerger ya burbujas de misterio, maravilla o sorpresa. En aquella época, además, descubrí la Patafísica e hice mío el lema de Boris Vian, uno de sus más inspirados príncipes: me esfuerzo de buena gana en pensar cosas en las que pienso que los demás no pensarán. De hecho, la Ciencia de las Soluciones Imaginarias potenció claramente algunos de estos relatos, como “Pulstar” o “El Club de los Novecientos Flautistas”. También me gustaba en aquellos años el sarcasmo desmitificador, aunque un poco elemental y escatológico, de Gógol: “El ser humano es un sujeto que se cree estupendo hasta que sufre un retortijón”.

Marina Tapia vuelve a ilustrar un libro suyo, ¿no es cierto?

En efecto, Marina, una de las más cabales poetas en castellano, también es artista gráfica y ya tuve el privilegio de que ilustrara la segunda edición de “Astrolabio” (Reino de Cordelia). Y es un verdadero placer contar de nuevo con su arte. Ella siempre capta el espíritu del texto y lo enriquece con sugestivos detalles y perspectivas. Marina, que tiene una curiosidad insaciable por el mundo y a la vez una delicadeza especial para mirarlo, sabe destilar poéticamente cada relato y dejarlo en sus elementos esenciales. Flaubert, por ejemplo, era enemigo de las ilustraciones, le exasperaban, pensaba que “la más hermosa descripción literaria es devorada por el dibujo más ramplón”. No obstante, opino que, en este caso, el inmenso talento de Marina y el libérrimo carácter de estos relatos impiden tal eventualidad.

¿Por qué se ha decantado por Fagus Editorial?

Por la entusiasta labor a favor del cuento por parte de la editora Silvina Elías y del escritor Beni Domínguez (tienen incluso el proyecto de revivir los “Pliegos de cordel” ilustrados. A ambos les agradezco de corazón su interés en publicar esta mi primera colección de relatos. Y no me olvido de José Luis Gärtner, que le ha regalado al volumen un pórtico de altura, un estimulante, un ingenioso y completísimo prólogo. Ojalá el lector que se acerque a esta historias las recuerde luego como sueños. Ojalá, aunque hayan cumplido ya cuarenta años, al lector que muerda esta fruta desconocida (en su doble acepción de obra inédita y extraña) le parezca una pieza refrescante que todavía conserva su acidez.

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