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La luz de Olgoso en "Devoraluces" de Ángel Olgoso. Un homenaje a la literatura y las lecturas

Por Francisco Morales Lomas
domingo 28 de agosto de 2022, 09:00h
Devoraluces
Devoraluces

Lo conforman trece historias y una coda. Un conjunto de historias diferenciadas en las que hay mucho de ejercicio literario, momentos de autoficción y hacia el final una introducción en el ámbito de la metaficción y la metaliteratura que se está adueñando de muchos libros en la actualidad. Se ha puesto de moda y se practica con cierta asiduidad por muchos autores contemporáneos. Siempre hay que destacar la importancia del significante en su obra, la especial pulcritud con el que trata la lengua española y la facilidad para recrearse en ella con una extraordinaria calidad en la dicción aunque esto puede impedir que las historias avancen más raudas. Sin duda que es una voluntad de estilo y él es consciente de ello y se recrea por momentos como el que se queda extasiado contemplándose ante su espejo vital.

Se inicia con la expresión de sensaciones ante la luz del verano y la dura realidad que lo conmueve para adentrarse en procesos de alegorización (los sueños de Hafdu) que acaban en realidad en un sueño de la mujer creando una sugerente antítesis. Ama las retahílas, la adjetivación y el uso de un léxico muy literaturizado para mostrar ya asuntos tratados en literatura que él recrea, como la historia del cíclope y Ulises en “La rosa de los vientos”, con la mezcla de personajes diversos, en realidad un homenaje a lecturas, la exaltación alegórica del azul, en muchos casos síntesis de lo artístico en terrenos de lo humano como en Villa Diodati, y la rememoración de aquellas jornadas con Lord Byron, el doctor Polidori, Mary Shelly… que nos indica su maestría para la escritura y la creación de mundos originales.

En ocasiones con gran lirismo, en otras preciosista hasta la exhaustividad ralentizando las historias, aunque no es lo que le preocupa sino la recreación en un lenguaje de gran fortaleza que opera como esa metáfora de los diamantes para una anciana “la adornan, pero no pueden embellecerla”. Con su lenguaje adorna el texto y lo embellece como pocos en el panorama actual pues sabe que el instrumento que maneja es la historia de la palabra, y trata de cuidarla y darle esplendor.

Le gusta la experimentación, el uso sintagmático como en La ilusión del horizonte o la oda al padre en Okitsu, que forma parte de ese gusto de Olgoso por Japón y su tradición cultural y literaria. Pero aquí en un ejercicio de autoficción nos habla de su relación con “el padre”, definiéndose en relación a él y su mundo, que no dejaría de ser tampoco una ficción interesante e interesada, como el mismo autor aclaró en un diálogo con él: “No soy más que mi propia, nimia y atolondrada creación floral. No soy más que la flor que brotó, para apartarse, del tronco seco de mi padre”. Lo considero uno de los más interesantes del libro y lo es porque se despoja de cierta retórica y juega con la ficción de la sinceridad, algo que ya había denunciado sistemáticamente en su Paradoja del comediante Denis Diderot.

Lo oriental se haya presente en “La arena de las historias” en su recreación de Las mil y una noches” o en su propio aleph borgiano en ese néfesch que ocupa la historia de “El calendario quimérico de lo que podía haber sido”. Ese néfesch que significa vida (sangre), ese “mecanismo universal, que este tapiz de sucesos, que este calendario quimérico de los que podía haber sido se construyó según los ejes maestros de la constelación de Eridanus”.

También hayamos un homenaje a Cervantes en Medio real. Y este libro “Devoraluces” lo es en general por ese devorar la luz que lo ha guiado. Como la exaltación del erotismo y el amor en “Émula de la llama”, todo un ejercicio de retórica sexual que haría las delicias de Bukowski, Borrouhgs, Anaïs Nin o Pierre Louys. Y por supuesto a nuestro querido Gregorio Morales. Enumeraciones hipérbólicas y escenas sexuales mezcladas con poemas, en una pasión exorbitante. Desde luego que es un maestro en sus descripciones y en el uso del lirismo, así como en la precisión lingüística y en el uso de la adjetivación y su léxico de gran altura, nada habitual en comparación con la forma de escribir presente. Para finalmente centrarse en la metaficción y realizar opiniones sobre el arte de escribir y que este es su último libro de relatos. Existe en esta como cierta entrega: “Una invención realmente nueva nunca va a salir de nuestros viejos cerebros, donde todo ya está condicionado y resabido. Solo el azar de una maquinación ajena a nosotros nos dará eso nuevo”.

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