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OPINIONES DE UN LECTOR

"La utilidad de la familia", de Miguel Ángel Angulo

Colección Diástole de Esdrújula Ediciones, la editorial que tan bien cuida Mariana Lozano Ortiz. Primera edición septiembre de 2023
lunes 08 de enero de 2024, 18:17h
La utilidad de la familia
La utilidad de la familia

En la contraportada encontramos una clarividente sinopsis de la laureada poeta Ángeles Mora. 80 páginas y 43 poemas repartidos en 4 partes que se titulan: Origen (con 2 poemas), Identidad (con 30 poemas), Memoria (9) y Barro (2). El título es una afirmación con aroma a interrogante que abre paso a una biografía de emociones y recuerdos que determinan y configuran. El poemario encierra un afán de autoconocimiento y superación. Dedicado a la familia, la que fue y la que ha llegado. El primer poema se titula Parto, título premonitorio de lo que nos espera, el autor convertido en madre y a la vez en hijo, unido a ella por el cordón umbilical del lenguaje, los recuerdos y la pérdida. La identidad que proporciona el dolor le ha hecho fuerte y sensible. La figura materna se convierte en una línea de fuerza que sustenta todo el poemario, una ausencia que se transforma en una presencia vital y mágica. Un poemario con tinte existencial convertido en un salón de espejos lleno de palabras reflejo. El poeta se ha sublimado en su arte a través de un responderse a sí mismo. La utilidad de la familia, como dice el autor, es un conjunto de “momentos inolvidables, aquel lugar donde merece la pena volver siempre”.

Cada escritor escribe por unos motivos. Algunas veces escribimos para desahogarnos y para que nos escuchen, otras para oírnos a nosotros mismos, pero también para callar y disfrutar del silencio descanso que llega después del vuelo de la palabra. Asegura la escritora Laura Esquivel que “la vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera los sabores y los olores de la casa materna”. La infancia siempre es un refugio. Escribir es refugiarse en el tiempo, pero también es ocultarse del tiempo para huir del espacio. Lugares a los que no se quiere volver, pero de los que uno no puede huir jamás. Ya lo decía Borges: “Cuando uno extraña un lugar lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios, sino los tiempos.” Los poetas sabemos del poder exorcizante del lenguaje, del poder simbólico que tiene la palabra como vía de conocimiento y salvación personal, o al menos, liberadora, por lo que tiene de terapéutica. Y es que como afirma Juan Manuel de Prada “las palabras fueron creadas para descifrar y nombrar el mundo. Creo que, más bien, el verbo nos hace conscientes de nuestro lugar en el mundo”. Y como colofón a este párrafo introductorio abusaré de otra cita más, esta vez de Luis García Montero, donde manifiesta que “los poetas sabemos que lo biográfico es importante, pero empobrece la obra de arte si se convierte en un desahogo. Y, por tanto, tiene que transcender a un yo literario que represente a la condición humana”.

Escribe la poeta Ángeles Mora en la contraportada que “La utilidad de la familia es un libro muy especial, lleno de sutilezas y matices que nos van atrapando y sorprendiendo. Supone un magnífico ejercicio de introspección, análisis y superación, poniéndose en la piel del niño que aún debe llevar dentro, porque la niñez marca la vida. Pero también en la del joven destinado a perderse: música, interminables tardes, verano, humo. Un viaje con muchas curvas”.

Nos alumbra el propio poeta en una entrevista para Secretolivo que “cada poema debe de ser un espejo en el que reconocerse, donde percibes qué te empeora o sana y aceptas quién eres, un lugar de superación. La utilidad de la familia es un cuarto lleno de espejos en el que se multiplican los reflejos de uno mismo”. Y en otra entrevista para Ideal completa que “se trata de un ejercicio en el que he bajado hasta el fondo de mí mismo para sacar lo que llevaba dentro en forma de poemas, de belleza… que es, también, una forma de superación.”

Cuando el autor utiliza la palabra “utilidad” para el título es porque busca una productividad, la de la poesía, por lo que acerca la literatura al ámbito del mercado, en beneficio propio y de todos sus lectores, eso sí, convirtiendo su poética en un objeto de consumo que eleva y transciende. El título es una afirmación con aroma a interrogante, que abre paso a una biografía de emociones y recuerdos que determinan y configuran la existencia y la lectura. El poeta mete el dedo en la llaga para sacar una medicina o una respuesta en forma de poema. Dedicado a la familia, el primer poema se titula Parto, título premonitorio de lo que nos espera, el autor convertido en madre y a la vez en hijo, unido a ella por el cordón umbilical del lenguaje, los recuerdos y la pérdida. ¿Quién pare a quién? En el poema, el hijo pare a la madre, su recuerdo. El amor y el dolor son los dos hilos fundamentales que tejen el poemario. En los dos primeros poemas, como hijos que se entrecruzan y entretejen, el parto de la madre y el parto poético del poeta-hijo forman un refugio en la memoria y en la palabra, un nuevo nacimiento, el de la nostalgia. Lo trágico se torna en un amor inextinguible. “Se origina un idioma con el mundo,/ un discurso frenético. Es la/ lengua materna que habla en el dolor/ de la frágil belleza que he asumido” –escribe el poeta en la página 26.

Los poemas, como cordones umbilicales, unen al poeta con su pasado y al lector con el poeta, todos cobijados en la misma placenta libro. Es un poemario tan hondo y fértil que tiene un efecto placebo para el autor, por la parte sanadora que tiene la escritura. Las ausencias y las carencias tornan la poética del libro en un hogar que da cobijo y apego, paradójicamente. De una musicalidad y exquisitez extrema, los recuerdos poemas se convierten en talismanes identitarios. “La belleza del daño cicatriza,/ lo dicen las parteras al mirarme./ Saben cuánto dolor nos sobrevive,/ cómo es el llanto y quién nos necesita/ al darle forma al mundo al que llegamos.” –leo en la página 16.

Los interrogantes del poemario nos llevan por el camino de la duda, un diálogo del poeta consigo mismo que se hace transversal en la lectura, de la complicidad que busca Miguel Ángel con el lector, su confidente, y por qué no, también su terapeuta. Leamos el poema “Duda primera” en la página 27. Encontraréis versos tan potentes como los de la página 48: “Cuando entré en la muchacha virgen, madre/ comprendí que el amor está en la grieta/ que en ella nace el próximo lenguaje.” Incluso el poeta nos confiesa en una entrevista para Ideal que “yo llegué a la poesía por tener muchas preguntas pendientes de respuesta”.

Miguel Ángel Angulo, un letraherido que nos conduce por el oleaje de sus versos psicodinámicos, a veces como una mar en calma y otras como una mar embravecida, pero siempre como un puerto seguro donde refugiarse y arrojar el ancla. El lenguaje convertido en hogar y en paraíso. La palabra es su abrigo y su amparo, su salvación y su talismán. El poemario está recorrido también por una serie de nombres propios que nos llevan por itinerarios y experiencias: Kurt Cobain, Adán, Karol Jozef Wojtyla, Auschwitz, Los Panchos, Machín, Mecano…

La utilidad de la familia de Miguel Ángel Angulo, con espíritu de autorretrato, es un libro tan profundo como un pozo. El poeta, cubo a cubo, poema a poema, ha ido aflorando a la superficie el agua de una nostalgia que sacia la sed y repara, su verdadera herencia. Un poemario que transciende el dolor y la memoria para hacerse poesía, un camino de ida y vuelta que cura y sana a través del amor. Al final de su lectura todos conformamos una familia, versos y poemas, autor y lectores, silencios y palabras, recuerdos convertidos en cicatrices y caricias “donde cantamos todos en familia”.

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