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"Comuneros. La revolución de Castilla", de Engel de la Cruz

Ed. Almuzara 2023
viernes 02 de febrero de 2024, 17:16h
Comuneros. La revolución de Castilla
Comuneros. La revolución de Castilla
La obra definitiva acerca de la primera revolución moderna que podría haber cambiado la historia de España. Una respuesta al cómo, el cuándo y el porqué de esta guerra que puso en jaque al emperador Carlos I”. Por cierto, Carlos I no es Emperador (Carlos V) sino Rey. Llevo bastante tiempo, con todo tipo de datos, históricamente rigurosos, demostrando que no existe el término de Comuneros de Castilla, porque entre otras razones de mayor o menor enjundia existieron Comuneros en León o del Reino de León, que nunca ha sido Castilla, por lo tanto el término es anhistórico.

De ellos yo he encontrado más de 40, tanto de León, como de Zamora y de Salamanca. Y si nos referimos a los capitanes comuneros solo uno era castellano, a saber Juan Bravo, mientras que Juan de Padilla era toledano, por lo tanto del Reino de Toledo, y Francisco de Maldonado era de Salamanca, y por consiguiente ¡LEONÉS o del REINO DE LEÓN!; ya es hora de que se realice una historia correcta sobre ese concepto sobrevalorado e inventado de la gran Castilla, inexistente hasta para Fernán González, Alfonso VIII, Ruy Díaz de Vivar (quien pudo nacer en la Urbe Imperial de León); partiendo de la base historiográfica más correcta de que nunca jamás ha existido, en las Crónicas y en las Fuentes contemporáneas, la malhadada Corona de Castilla, sino según la Reina Isabel I “la Católica” los Reinos de Castilla y de León, salvo que la soberana no supiese su titulación, ‘… porque yo soy la reina e subcessora destos reynos de Castilla y de León’. Preámbulo más que necesario, para ‘desfacer entuertos’.

«Entre 1520 y 1522 Castilla estaba en llamas. Carlos I y su recién inaugurado poder imperial fue desafiado por un ejército popular a cuyo mando se encontraban nombres heroicos como Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado… y el poderoso rugido de una mujer, María Pacheco, que atrincherada en el alcázar de Toledo lideró la resistencia en los estertores de la revolución. Estas páginas conducirán al lector hasta las entrañas de un tiempo tan breve como decisivo para entender el devenir no sólo de Castilla, sino de España. Desde la muerte de Isabel la Católica y su problemática sucesión hasta el encierro de Juana la Loca y la llegada de un rey adolescente extranjero; desde las Cortes de Santiago de Compostela a la batalla de Villalar. No solo de ilustres personajes está compuesta nuestra historia. También la vida del común, sus venturas y desventuras serán puestas sobre el tablero. ¿Qué tenía el movimiento comunero para poder aglutinar a la iglesia, patriciado urbano, pueblo llano y algunos nobles? ¿Qué fuerza les hizo levantarse contra la figura sagrada del rey? ¿Por qué en esta historia tiene tanto peso el género femenino singular? Pasión, épica, amor, intriga, traiciones y tejemanejes del destino inundan el primer experimento revolucionario moderno en España y Europa. Una época que llenó el imaginario colectivo de leyendas y mitos, fantasmas y sombras y que inspiró a escritores, músicos y cineastas. Una historia de luz y fuego. Un grito en medio de la llanura en tiempos oscuros. Si los pinares ardieron… ¡Aún nos queda el encinar!».

La causa primigenia de que exista una personalidad, no solo en el patriciado urbano, sino entre otras personas de las villas y las ciudades, debe entenderse o conocerse en la personalidad desarrollada en esas entidades urbanas, a pesar de la rémora de los castellanos (‘usos y costumbres antañonas’), que no de los toledanos; ya que comienza a existir una identidad por medio de los ciudadanos elegidos por las ciudades, en las primeras Cortes de Europa o Cuna del Parlamentarismo, del Reino de León del año 1188, ‘Patrimonio de la Humanidad’ según la Unesco. Por consiguiente, existía ya una conciencia entre los burgueses y los populares, ya que verbigracia quien decide en la leonesa Salamanca es un pellejero llamado Viloria. Y, es conveniente no olvidar que Burgos, caput Castellae, estuvo en el bando de los imperiales, por mor del dinero recibido, con el que fue comprada por Adriano de Utrecht, luego el último Papa no italiano hasta Juan Pablo II, Adriano VI, y tutor de Carlos V. Asimismo, es preciso no olvidar que gallegos y vascongados también rindieron pleitesía a Carlos V de Habsburgo, como los más fidelísimos de sus servidores.

En suma, fue un momento especial para haber dado la vuelta, y modernizado, ad infinitum, al territorio de las Españas, y ganaron precisamente los reprobables. Es indudable, que hubo mujeres entre los comuneros, ya que existía una conciencia familiar de igualdad. Y, por supuesto, fue una pena histórica que ganasen los seguidores del Emperador; el cual iba a introducir, de forma egoísta y lamentable, a todos los habitantes de las Españas: leoneses, navarros, portugueses, aragoneses y castellanos, como reinos primigenios, y todos sus territorios dependientes en todas las absurdas aventuras religiosas, políticas y económicas de la dinastía borgoñona de la que él formaba parte, y que era la que le interesaba realmente. Los Reyes Católicos, Fernando e Isabel siempre tuvieron bien claro que la nobleza de León y de Castilla era lo suficientemente levantisca y problemática como para tenerla aherrojada y controlada en sus prerrogativas, y para ello reformaron el Consejo Real en el año 1480. En las Cortes de Segovia de 1474, Fernando e Isabel fueron proclamados Reyes de Castilla y de León. “PÁGINA-215. …Según este pacto, Castilla estaría formada por 17 provincias y constituida en dos estados: el Estado de Castilla la Vieja (Ávila, Burgos, León, Logroño, Palencia, Santander, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora) y el Estado de Castilla la Nueva (Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo). Esta delimitación de Castilla estaba basada en motivos históricos y generó cierto revuelo entre las tres provincias castellanas que tradicionalmente se asociaban al Reino de León, pidiendo en la Constitución Federal de Toro de 1883 formar una comunidad aparte formada por León, Valladolid y Zamora”.

Es obvio que la autora se equivoca, a sabiendas, ya que también se incluyó a la leonesa Salamanca, ¡y que jamás fueron provincias castellanas asociadas al reino de León, sino Reino de León, sensu stricto! En suma, recordar que ese Madrid tan comunero, para la autora, fue reconquistado por dos Reyes del Reino de León, Ramiro II “el Grande” y Alfonso VI “el Bravo”, y Castiella no existía como tal entidad, sino que eran condados dependientes de León. Como la profesora De la Cruz también menciona la fiesta de Villalar y partidos políticos ad hoc, indicarle que el leonesismo cada vez más mayoritario en el Reino de León (Salamanca+Zamora+León) no participa nunca, mientras no sea de León y de Castilla. Otro libro más sobre los comuneros, que se debe conocer, por el entusiasmo castellanista de la autora. «Extra Historiam nulla salus Regno Legionis. ET. Pulvis, cinis, nihil».

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