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"Las guerras indias en Norteamérica, 1513-1794", de José A. López Fernández

HRM Ediciones. 2021
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 15 de agosto de 2023, 12:11h
Las guerras indias en Norteamérica, 1513-1794
Las guerras indias en Norteamérica, 1513-1794
En el prefacio del propio autor, éste cita a una de las mejores obras escritas sobre los indios norteamericanos, y la misma es la del profesor Dee Brown, titulada ‘Enterrad mi corazón en Wounded Knee’, en la cual se realiza un estudio pormenorizado sobre muchos de los grandes jefes de los indígenas, y, sobre todo, sus vicisitudes frente a la sevicia de los blancos anglosajones norteamericanos protestantes, sobre todo.

«La expansión de España, Francia, Inglaterra y Provincias Unidas en los territorios de Norteamérica a partir del siglo XVI tiene su origen en múltiples causas: la búsqueda de metales preciosos, el asentamiento de nuevas poblaciones fuera del alcance de las presiones políticas y religiosas dominantes en Europa, la demanda de recursos naturales, el comercio de pieles, la necesidad de puertos seguros que garantizasen las rutas de navegación, el afán evangelizador, la gloria personal y los intereses geoestratégicos fueron algunos de los motivos. Pero esta ocupación del territorio por los colonizadores europeos llevará a los pueblos indios norteamericanos a la guerra contra los recién llegados desde que los primeros buques anclaron en las costas y estuarios; los guerreros indios defendieron sus tierras asimilando las armas y caballos europeos, cambiando sus costumbres militares y alternando momentos de negociación y convivencia con períodos de guerras cruentas, en las que la superioridad del equipamiento europeo, la constante llegada de nuevos colonos y la expansión de epidemias les diezmaron lentamente. De esta lucha larga y desesperada trata este primer volumen, que incluirá los conflictos de los siglos XVI a XVIII, continuando en el segundo volumen la historia de la épica guerra entre los guerreros indios de las Grandes Llanuras y los estadounidenses sucesores de los colonos europeos durante el siglo XIX».

Las guerras marcaron las relaciones entre los europeos y los indígenas estadounidenses, quienes defendían su propio territorio, incluyendo sus tierras sagradas; luego serían encuadrados en el ejército de los rostros pálidos, fuesen franceses, ingleses o españoles, por fin, tratando de su ser o no ser en la guerra de supervivencia contra la nueva y vigorosa república conformada por las Trece Colonias, que se habían independizado de la metrópoli británica, quienes luego siguiendo las doctrinas del Destino Manifiesto, considerando que no deberían dar la más mínima tregua a los indígenas.

Este estudio tiene una mera intención divulgativa, y desde luego no pretende desarrollar en su integridad el período de las guerras contra los indios norteamericanos, que abarca cuatro siglos casi completos, sino proporcionar una visión de conjunto sobre la larga intervención europea en Norteamérica por parte de España, Francia e Inglaterra (después Gran Bretaña), la breve presencia de las Provincias Unidas (Países Bajos) y Suecia, y por último la ofensiva final de la joven república de los Estados Unidos para integrar en su territorio las tierras indias a costa de sus habitantes originales. Y ello porque el objetivo final es aportar, de forma comprensible y resumida, una visión ecuánime de la resistencia de los guerreros indios norteamericanos ante sus contrincantes europeos”.

Las posibilidades bélicas entre los indígenas norteamericanos y los europeos estaban a favor de los blancos. En el año de 1783, los soldados de Georges Washington se fueron a su casa, la victoria frente a los británicos ya era indubitable, y era más que preciso afrontar la grave situación económica en que se había quedado la nueva República de los Estados Unidos de América. Los siguientes años, esta novísima entidad política debería dedicarse, sin solución de continuidad, a restañar la sangría importante que la guerra les había producido. En el año de 1787 aprobarían su constitución, y en 1789 el terrateniente y esclavista Georges Washington sería nombrado como primer presidente de los nuevos Estados Unidos de América. Ahora, era más que preciso incrementar su territorio, y consiguientemente, sus riquezas; para ello era necesario conquistar el Territorio Indio.

La organización territorial de Estados Unidos, producto tanto de los diferentes intereses de los trece estados originales como de la integración de los nuevos territorios incautados a los pueblos indios, no estaba ni mucho menos cerrada en 1789; por un lado, el territorio que ocupa actualmente el estado de Vermont se había declarado independiente tanto de Nuevo Hampshire como de Nueva York, debiendo intervenir el gobierno federal para evitar la secesión o la integración en Gran Bretaña, logrando un acuerdo que convirtió a Vermont en 1791 en el 14º estado de la joven República. Otro intento de secesión se había producido en la parte del territorio de Carolina del Norte situada al oeste de los montes Apalaches, en el actual estado de Tennessee, donde los intereses contrarios entre diferentes grupos de colonos llevaron a que una facción plantease la firma de un Tratado con España, para defenderse de la presión del gobierno estatal de Carolina del Norte; tras algunas escaramuzas, se llegó a un acuerdo por el que este territorio se gestionaría directamente por el gobierno federal, denominándose Territorio del Suroeste en 1789”.

En el año de 1784, se resolvió, asimismo, un conflicto identitario de intereses entre los territorios de Pennsylvania y de Virginia, a lo que se unía la hostilidad indubitable de los indígenas de ese territorio. Lo que resolverá esta compleja situación política y territorial será la creación del denominado, por lo tanto, Territorio del Noroeste controlado por el gobierno federal, y aprobada la cuestión por el Congreso de los Estados Unidos en el año de 1784. Con la finalidad de poder solucionar, de la mejor manera posible para los intereses del gobierno norteamericano, las constantes incursiones de los indígenas sobre las tierras de Ohio y Kentucky, hacia allí se dirigirán las tropas federales comandadas por el mayor-general Richard Butler; con una habilidad de engaño y de presión importantes, el militar federal conseguirá la cesión por parte de las Seis Naciones de los Iroqueses de las tierras que se encuentran en el meridión de los Grandes Lagos. El Tratado pertinente denominado como de Fort Stanwix, será ratificado el 22 de octubre de 1784; pero como el territorio entregado no era de única pertenencia de los Sénecas, Mojawks, y del resto de los Iroqueses, se debió atender a las reivindicaciones de los Delawares y los Wyandots con otro nuevo tratado, ahora denominado como el del Fort McIntosh, el 21 de enero de 1785; a todo ello se adhirió el pueblo de los shawnees, siendo necesario un tercer tratado para tratar de paliar los problemas creados por lo arbitrario del comportamiento federal, este Tratado fue firmado en el Fort Finney de 31 de enero de 1786. El resto está en la obra, muy destacada. «Nobis cum semel occiderit breuis lux. ET. Ex illa locatione Columnarum».

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