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Javier Olalde: “Materia combustible”

Vitruvio, Madrid, 2024
miércoles 03 de abril de 2024, 22:55h
Materia combustible
Materia combustible

Se publica, en una edición especial de 50 ejemplares, la primera reedición de Materia combustible. Poemario inédito que el autor había incluido en Escalando el muro. Poesía reunida 1970-2023, libro donde se recopila la mayor parte de la obra poética de Javier Olalde. Y se trata, sin duda, de una reedición que resulta indispensable por la manifiesta calidad del poemario, que compendia y refleja con nitidez tanto el estilo preciso y resuelto como el pensamiento lúcido y peculiar de ese poeta diferente, esencial e indiscutible que es Javier Olalde.

El libro afronta algunas de las preocupaciones más hondas y perseverantes de la existencia humana, que constituyen también varios de los temas más frecuentes y tradicionales del repertorio poético, tales como son el paso del tiempo, la decadencia física y la fatalidad de la muerte. Motivos de carácter elegíaco clásicos sobre los que se ha escrito siempre de modo inevitable; como hacía, por ejemplo, el poeta lírico griego Teognis de Mégara en el siglo VI a.C.: “Goza de tu juventud, corazón mío. Pronto serán otros / los hombres y, ya muerto, yo seré negra tierra”.

El poemario está dividido en cuatro secciones. Las dos primeras, “Vano es interrogar a la Sibila” y “Materia combustible”, que da título al libro, se hallan dedicadas a la temporalidad, ese continuo, definitivo e irrefrenable fluir del tiempo: “fue el irse a paso lento de la tarde / hacia la lejanía del ocaso / sin alterar el gesto, / sin adioses, / sin dar cuenta ni señas, / para siempre.”, se dice en el poema “Tardes, 3". Y en otro, “Humo", leemos: “Cómo apagar / este fuego flagrante, / esta hoguera de días / donde somos las brasas, / este incendio de tiempo / en el que arde el relato / único de la vida, / materia combustible,”. Un perenne e invencible suceso que lleva necesariamente al no querido pero fatal acabamiento: “Luego llegó el futuro / enorme. // Todos estamos muertos / aunque nadie lo sabe “, como se concluye en el poema “En suma”.

La tercera sección del libro, titulada “Paisaje quebradizo”, se centra en los a menudo crueles estragos físicos ocasionados por el transcurso del tiempo. Esas secuelas terribles y casi inevitables de la edad: “Te vas anonadando en el silencio, / vivir se te ha mudado en desmemoria, / en conducta mermada / y rutinas de pérdidas. // Ya solo eres un vivo transitorio, / un muerto en ciernes / que se va acostumbrando a los estragos / y a ser el abandono de quien era.”, se constata en unos versos del poema “Un presente que sobra”. Y en otros pasajes del mismo poema la voz del poeta se acaba amotinando contra tanta decadencia insoportable e impune: “No quiero tu presencia de vivo sustraído, / tu gesto extravagante de muerto desmortado. / Te quiero ya difunto, / no vivo en la mortaja. // […] No quiero tu impostura de vivo imaginario. // Porque te quiero vivo, te deseo la muerte.”. Mas este severo y crítico realismo antropológico tampoco le impide a Javier Olalde poder mantener un sentimiento ecuánime y ponderado acerca de la existencia, tal como declara en los últimos versos del poema “Transcurso”: “¿Qué corresponde sino existir / y haber creído y haber imaginado / en el transcurso?”.

En la cuarta y última sección, “Páramo inminente”, el acontecimiento definitivo, la muerte, cierra de manera natural el libro y adquiere protagonismo en los poemas. La lógica del poemario es rigurosa. Y, una vez llegadas las postrimerías, nada más razonable que efectuar un balance de situación y recorrido: “Primero estaban todos. / Pareciera que fuese siempre aquello / mientras duró. // Después fueron faltando / despaciosamente, / aunque sin pausa. // Sobreviven ahora / en un pedazo de memoria, / páramo futuro.”, se enumera y concluye en el poema “Breve y reiterada crónica generacional”. Pero Javier Olalde, poeta que conoce y practica además la filosofía, no dudará tampoco en acercarse a la muerte con mirada estoica y voz helenista: “Sometido al designio de la Moira, / bebo el vino de Ísmaro y entono ditirambos, / puesto que ni las quejas ni las súplicas / detendrán el descenso al tenebroso Hades.”, escribe en “Versos apócrifos atribuidos a Arquíloco de Paros”. Y, para completar mejor aún la enseñanza del pensamiento clásico griego, no va a faltar tampoco una alusión a Epicuro, el filósofo que aseguraba que era vano el temor a la muerte “pues mientras nosotros vivimos, ella no ha venido; y cuando viene, nosotros ya no estamos vivos". Si bien es cierto que Olalde da otro giro de tuerca más, para decirnos que “El consuelo de estar muerto / es que no lo sabes" (fragmento de “Y en suma”).

Escuchamos en Materia combustible, al igual que en toda la poesía de Javier Olalde, una voz poética independiente y distinta, donde las ideas y los sentimientos se amalgaman para producir un verso ajustado y escueto, de tono conceptista, que huye de manifestaciones tópicas y de ornatos verbales estetizantes y vacíos. Un verso armónico y personal, en el que el ritmo poético siempre se mantiene y se ofrece como una estricta y tersa composición lírica, y nunca a la manera de lenguaje con pretensiones melódicas o como prosa artificiosa y camuflada bajo ropajes de poema.

Materia combustible, un libro de temática grave y poesía rotunda. En suma, un intenso libro de un poeta sobresaliente. Un poemario excepcional, por tanto.

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