MÚSICA PARA HITLER

Por Alberto Morate

jueves 17 de abril de 2025, 17:16h

Poniéndonos en antecedentes, es 1943, en plena II Guerra Mundial y durante la ocupación nazi en Francia.

Música para Hitler

Allí está Pau Casals, excepcional músico violonchelista, compositor, director de orquesta, que salió huyendo de la dictadura franquista y se dedicó a ayudar a la Resistencia europea, siempre a favor de la paz, de la democracia y de la libertad. Posteriormente se trasladó a San Juan de Puerto Rico y allí estuvo hasta su muerte.

En la obra Música para Hitler, Juan Carlos Rubio y Yolanda García Serrano, plantean la visita de un joven nazi, que también es violonchelista, para intentar que Pau Casals toque para el Führer. A partir de aquí, con una excepcional interpretación por parte de Carlos Hipólito, junto a Kiti Mánver, y Cristóbal Suárez y Marta Velilla, asistimos a un tiempo de dolor, de miedos, de angustia, de represión, con unos diálogos realmente interesantes, en algunos momentos hasta exquisitos, sobre la moralidad, la devastación nazi, el enclaustramiento obligado e, incluso, el hecho de ir cumpliendo años y el deterioro físico consecuente.

En Música para Hitler, Pau Casals es la armonía de las ideas solidarias, en una estancia difusa por la precariedad de la guerra, con un monstruo que va creciendo y con el temor a represalias, pero con las que está dispuesto a llegar hasta sus últimas consecuencias.

Carlos Hipólito y Kiti Mánver emocionan, tanto por su relación personal, como por la ternura que desprenden cada uno, en una elegante abstracción de los personajes reales, que nos conmueve y nos remueve por dentro.

Hay delicadeza en las palabras, en los gestos, en su posición con respecto a lo que está ocurriendo, mientras que Cristóbal Suárez consigue también dotar a su soldado en una duda entre la humanidad y, por el contrario, las ideas poco humanitarias de su cargo y la situación de poderío de la Alemania nazi de aquella época.

La obra se desarrolla vibrante, acogedoramente amarga, implacable en su realidad, aunque sea pretérita o ficticia, pues uno siempre tiene el temor de que vuelvan a suceder aquellos hechos.

Además, nos lleva a plantearnos, también, hasta qué punto los ostentadores del poder quieren, pueden, necesitan… atraer en sus redes y sus dominios el talento y la obra de quienes hacen de su creación algo importante para los demás. Con qué derechos se creen en la potestad de manipulación para beneficio propio, porque si no, “atente a las consecuencias”. Quien sea, el pueblo principalmente, que nos libre de tales narcisistas, megalómanos, fanáticos… que aún hay sueltos por el mundo. Por desgracia.