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Nuestro poema de cada día
José Ángel Valente
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José Ángel Valente

José Ángel Valente regresó a la poesía con "La memoria y los signos" tras más de tres décadas sin publicar

Desde 1963, fecha en que ve la luz Sobre el lugar del canto, José Ángel Valente no había publicado ningún libro poético. Y, de hecho, este tercer libro es una compilación de los dos primeros, que llevan por título A modo de esperanza (1955: Premio Adonáis de Poesía, 1954) y Poemas a Lázaro (1960; Premio de la Crítica, 1961). La memoria y los signos recoge los poemas escritos entre 1960 y 1965 y ya revelan la alta calidad poética de sus versos.

La memoria y los signos
La memoria y los signos

Sé tú mi límite

Tu cuerpo puede
llenar mi vida,
como puede tu risa
volar el muro opaco de la tristeza.

Una sola palabra tuya quiebra
la ciega soledad en mil pedazos.

Si tu acercas tu boca inagotable
hasta la mía, bebo
sin cesar la raíz de mi propia existencia.

Pero tú ignoras cuánto
la cercanía de tu cuerpo
me hace vivir o cuánto
su distancia me aleja de mí mismo
me reduce a la sombra.

Tú estás, ligera y encendida,
como una antorcha ardiente
en la mitad del mundo.

No te alejes jamás:
Los hondos movimientos de tu naturaleza son
mi sola ley.
Retenme.
Sé tú mi límite.
Y yo la imagen
de mí, feliz, que tú me has dado.

José Ángel Valente: La memoria y los signos. Madrid, Revista de Occidente, 1966.
Reeditado por Huerga y Fierro Editores (Madrid, 2004).

En palabras de Emilio Miró, y tomando como trasfondo el poema que hemos reproducido, “Como en sus libros anteriores, Valente utiliza la poesía para conocer la realidad en toda su ancha y honda extensión, desde su propia subjetividad, hasta la del mundo objetivo, siempre subjetivamente aprehendido. Cada poema es una sutil operación de sondeo o clarificación de una parcela de esa realidad; así, por ejemplo el amor (siete hermosísimos poemas de amor se agrupan formando todos ellos un verdadero cuerpo de doctrina sobre el eros): ‘Tu cuerpo puede / llenar mi vida” son los versos iniciales del poema ‘Se tú mi límite’, que termina con estos otros: ‘Retenme. / Sé tú mi límite. / Y yo la imagen / de mí, feliz, que tú me has dado’. El poeta se enfrenta con el amor en el tiempo, no en atemporal y abstracta elucubración, En casi todos los poemas en tenso diálogo con el ‘tú’ mudo de la amada. Y siempre la pasión coexiste con la meditación: es meditación apasionada, porque apasionante es la materia trabajada por el poeta, patética es la batalla de los amantes, siempre jadeando, inútilmente, para fundir sus soledades (pero ya lo escribió el poeta y amador Antonio Machado: ‘dos soledades en una / ni aun de varón y mujer’). (cf. Emilio Miró: “Valente: La memoria y los signos”. Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 203, noviembre de 1966, p. 475).

[El título del poema encaja apropiadamente con su contenido: “Sé tú mi límite”, donde “límite” significa, de modo literal, “extremo que puede alcanzar lo físico y o anímico”; en una invocación imperativa al “tú” de la amada; porque su cuerpo insufla vida, y su risa dinamita la tristeza, que deja de ser un “muro opaco” (estrofa 1): porque su sola palabra resquebraja la soledad, hecha ya añicos (estrofa 2); porque su boca es el vaso donde se ingiere y refleja la propia identidad (estrofa 3); porque la proximidad de su cuerpo vivifica -idea reiterada-, mientras que su lejanía nubla razón y sentimientos (estrofa 4); porque su ausencia suspende cualquier ley que no emane de sí misma (estrofa 6, en la que los versículos son del todo contundentes: “Los hondos movimientos de tu naturaleza son / mi sola ley”). Y así, convertida la amada en la llama candente que ilumina el universo (estrofa 5), el poeta le pide que no se aleje y que lo retenga a su lado (de nuevo la fuerza del imperativo: “retenme”), ya que de esta manera colmará su felicidad, de ella reflejada (estrofa 6).

Y no deben pasar desapercibidos los vocablos que se emplean para teñir de negatividad una vida sin la compañía de la amada: la tristeza es un “muro opaco” que se encarga de “volar” con su risa; la “ciega soledad” “se quiebra en mil pedazos” con su palabra; el distanciamiento de la amada “aleja de sí mismo” al yo lítico y lo deja “reducido a sombra”… En cambio, la amada es “como una antorcha ardiente”, en imagen cargada de reminiscencias petrarquistas, cuya presencia es capaz de devolverle la felicidad a su lado. De ahí la coherencia entre el título del poema (Sé tu mi límite”) y su climático final (“Retenme”), dos palabras que por si solas ponen en pie un poema con el que muchos lectores pueden identificarse plenamente, sin toparse con la retórica hueca que en ocasiones revela la inautenticidad de cierta poesía tildada de “amorosa”. Este no es precisamente el caso]. [Fernando Carratalá].

“En su mejor plenitud, José Ángel Valente ha hecho, para bien de la poesía española, un hermoso libro, dolorido y esperanzado, testimonial y solidario, en donde su intención de hombre, libre, justo, desmixtificador, encuentra siempre la exacta, necesaria, insustituible expresión. La que nos hace estar y esto no ocurre con mucha frecuencia- ante un poeta”. (Emilio Miró, p. 478).

Poemario fundamental del gran autor gallego en el que despliega su forma de entender la poesía. Valente percibe en el lenguaje una carga de sentidos, de significados que no están a la vista, al alcance del ojo humano, sino que afloran cuando la palabra emerge poéticamente. El lenguaje mantiene esos significados ocultos hasta que el poeta los hace acontecer y el lector los recoge. Pues bien, como nos aclara Alejandro Mota, para captar esos signos ocultos el lector de la palabra poética debe mantener una actitud contemplativa y de escucha, debe dejar de lado todo discurso lógico-racional para dejarse llevar por el sentir de la palabra, para notar desde sí como la palabra se va mostrando en su plenitud de significados, de sentidos, de signos. Desde esa escucha captará su significado pleno; la en principio cortedad del decir deja paso con la silenciosa escucha a la grandeza del mostrar.

Y aunque nos estemos moviendo dentro de un mundo poético, la lectura del poema de Valente “Sé tú mi límite” nos trae a la memoria el capítulo 7 de la obra de Julio Cortázar Rayuela, que vale la pena reproducir porque, sin duda, es la culminación de la novela.

[Horacio Oliveira y la Maga -de nombre Lucía-, dos personas que se atraen, que se quieren, que sintetizan su realidad en “una sola saliva y un solo sabor a fruta madura”, que sienten cómo tiemblan sus cuerpos “como una luna en el agua”].

Toco tu boca

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad, elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde el aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces, mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llenas de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar: Rayuela. Madrid, Editorial Cátedra, 2008. Colección Letras Hispánicas, núm. 625. Edición a cargo de Andrés Amorós.

Por primera vez se edita "Rayuela" como un clásico de la novela contemporánea. Todo el conjunto de materiales que aporta esta edición (introducción, abundantes notas, plano, fotografías) servirán al lector para comprender mejor y disfrutar más con esta gran novela. Al aclararse tantas alusiones y técnicas narrativas, resplandece con más claridad el sentido profundo del relato: la búsqueda constante, el humor, el juego, la nostalgia de una verdadera vida, el paso soñado "de la tierra al cielo"…

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