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Nuestro poema de cada día
Monasterio de Santo Domingo de Silos [La foto pertenece a la época en la que está compuesto el poema]
Monasterio de Santo Domingo de Silos [La foto pertenece a la época en la que está compuesto el poema]

Monasterio de Silos: Un refugio cultural y espiritual capturado por la pluma de José García Nieto

José García Nieto nació el 6 de julio de 1914 en Oviedo. Recibió el Premio Nacional de Literatura Garcilaso (1951), el Premio Fastenrath de la Real Academia Española (1955), el Premio Nacional de Poesía (1957) y el Premio Mariano de Cavia de Periodismo. Fue individuo de número del Instituto de Estudios Madrileños y miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. En 1996, recibió el Premio Cervantes. Miembro de la Real Academia Española desde 1983. Fue secretario perpetuo de la RAE desde 1989 hasta su renuncia en 1992 por motivos de salud.

José García Nieto
José García Nieto

El monasterio

Como la miel a la colmena

y las alondras al sembrado,

Domingo trae para Castilla

un sueño místico y lejano.

No le bastaba a la arboleda 5

la majestad pura del árbol.

Él le pondría ramas, nidos,

y hojas, y encajes, y trenzados

creadores de la armonía

en los aires sobresaltados. 10

El que cuida ya los muros

como cuidaba los rebaños,

mira la piedra dulcemente,

hace activar frentes y brazos,

y cobra el bosque su sentido 15

y hace que el cielo entre en los patios

y que las luces de la tarde

pongan sus velas en los arcos,

como navíos que se acercan

a un mar abierto y azulado. 20

“¿Quién me da lumbre en esta esquina?

¿Quién me adelgaza en este ángulo?

¿Cómo alcancé vida de oro

yo que era piedra y nada valgo…?”.

Hablan mástiles, capiteles, 25

bases, fustes y entramados,

crucifixiones en umbelas

con enjambres de apostolados.

Se hacen los santos arquitectos,

los artífices se hacen santos, 30

y las naves son más naves

y los cruceros son más altos.

Arquerías de medio punto

en el concierto del románico

un ruiseñor tiene por clave 35

y una baranda por teclado.

La dulzura de la madera

se desgrana por los peldaños,

y es un parral lleno de mieles

la escala del artesonado. 40

Todos los años de Domingo

valen por estos treinta años

en que suben a Dios los rezos

imprevistos del columnario.

Se abren sellos apocalípticos, 45

ruedas solares, calendarios,

lacerías que se confunden,

animales entrelazados,

alas de arcángeles ardientes,

balanceos turiferarios 50

y capricornios de diez cuernos

y dragones precipitados.

Pero todo por Dios se eleva,

todo por Dios se hace prefacio

de un rito oculto y misterioso 55

que se anuncia con un relámpago.

Todo es la fiesta de un domingo

donde ya suben las palmas, ramos,

porque Domingo es el auriga

en un caro de mil caballos; 60

porque Domingo es el domingo

del Señor, pero sin descanso,

que su semana no termina

donde terminan los trabajos

Silos es ya una fortaleza 65

que se hace néctar en los labios,

es una roza que se abre

en un castillo castellano

y su señor está en el cielo,

y en la tierra están sus soldados. 70

“¿Quién me da luz en esta almena?,

¿quién sosiega este regazo?,

¿quién santo y seña en este puente?,

¿quién alcaide en este palacio?”.

Hablan las formas recreadas, 75

hablan los cuerpos transformados,

el vegetal ennoblecido

y el mineral humanizado.

Hablan en estas cuatro esquinas,

delgadamente los cedazos 80

que hacen pasar aguas de oro:

fuente serena, arroyo claro.

Domingo ha vuelto al Paraíso

para que Adán fuera salvado;

el amante de la belleza, 85

entre lo bello avecindado,

sabe que en Burgos hay un huerto

todo plantado por su mano,

donde los ángeles se enredan

en la locura de los patios, 90

donde los ángeles confunden

lo descendido y lo elevado.

JOSÉ GARCÍA NIETO, 1973.
Transcripción fidedigna del original conservado en Silos

Difundimos un poema del Premio Cervantes José García Nieto conservado en el Monasterio de Silos.

En la provincia de Burgos se encuentra Silos, un pueblo “presidido” por el monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos, admirable monumento del arte románico [1] que espera nuestra visita, una visita no tanto turística, cuando cultural, y que incluso puede aportar a nuestro ánimo todo un mundo de dimensiones trascendentes. Del siglo X son las Glosas Silenses [2], escritas en este monasterio, y cuyo original se conserva en el Museo Británico-: en un penitencial latino en el que se enumeran pecados y castigos, se establece la correspondencia romance de determinadas voces y expresiones de sentido difícil o ininteligible. (Junto con las Glosas Emilianenses, escritas en el monasterio de San Millán de la Cogolla, sito en La Rioja, constituyen las primeras voces romances que se conservan por escrito). Al monasterio de Domingo de Silos estuvo muy vinculado el primer poeta castellano de nombre conocido: Gonzalo de Berceo, fallecido a mediados del siglo XIII, y autor de la Vida de Santo Domingo de Silos (manuscrito 93), conjunto de tres libros con un total de 3108 versos alejandrinos en los que no se emplea la sinalefa, distribuidos en 777 estrofas de cuatro versos monorrimos en consonante [3]. Y a los aspectos artísticos, lingüísticos y literarios, hemos de añadir la presencia de la música, ya que los monjes están especializados en el canto gregoriano [4]. Todavía recuerdo mi última visita al monasterio de Silos -en compañía de un grupo de profesores puertorriqueños-, y cuya evocación, a día de hoy, sigue despertando en mí las más variadas emociones espirituales y estéticas en diferentes ámbitos artísticos. Insistimos pues en que la visita al monasterio es de obligada realización y contará, en todo momento, con la “complicidad” de los monjes benedictinos, que la harán inolvidable.

Dicho todo lo anterior, centrémonos en la intencionalidad de este breve artículo: la de difundir, como si de una novedad literaria se tratara- un poema titulado “El monasterio”, escrito por José García Nieto en 1973, y que se conserva en el archivo (legajo sin número, folios 26-29): Obra y Gloria de Santo Domingo de Silos. Hemos podido comprobar que este poema está incluido en el libro EL CIPRÉS DE LOS POETAS. Silos, mil años de Lengua Castellana, del que es autor Roberto Núñez Mínguez, monje de Silos (Abadía de Silos, Burgos, 1994, págs. 106-108).

García Nieto ha compuesto un romance en verso eneasílabo -un verso muy de su agrado, aunque infrecuente en romances-. En total son 92 versos con rima asonante en los pares /á-o/. Y si extraordinaria es la descripción del claustro, también lo es la de las estancias del monasterio, así como la de los rezos de los monjes, entre “balanceos turiferarios” (“turiferario” etimológicamente significa “encargado de llevar el incensario”; y de ahí que este nombre vaya precedido del adjetivo “balanceo”: movimiento en vaivén). Y si “el cielo entra en los patios”, es porque “todo por Dios se eleva”. Y así, Silos es “un castillo castellano, / y su señor está en el cielo, / y en la tierra están sus soldados”. Más aún: “Hablan las formas recreadas, / hablan los cuerpos transformados, / el vegetal ennoblecido / y el mineral humanizado”. Y no se olvida el poeta del huerto del monasterio, “donde los ángeles confunden / lo descendido y lo elevado”, versos finales del poema en el que se alcanza la máxima tensión emocional.

Una grata musicalidad recorre el poema, a la que contribuyen, entre otros, los siguientes factores: la variada acentuación de los versos eneasílabos; la asonancia /á-o/ en los pares; la presencia de múltiples vocablos esdrújulos, ya sea en el interior de verso (“místico” -verso 4-, “mástiles” -verso 25-, “artífices” -verso 30-, “arcángeles” -verso 49- y “ángeles” -versos 89 y 91-), o bien en posición final, lo que implica computar una sílaba métrica menos (“ángulo” -verso 22-, “románico” -verso 34-, “apocalípticos” -verso 45- y “relámpago” -verso 56-); algún que otro encabalgamiento (“[…] y trenzados / creadores de la armonía” -versos 8/9-, […] “los rezos / imprevistos del columnario” -versos 43/44-, “todo por Dios se hace prefacio / de un rito oculto y misterioso” -versos 54/55-, “Todo es la fiesta de un domingo / del Señor, […]” -versos 57/58-; encabalgamientos que en ocasiones son de tipo oracional, al estar introducidos por pronombre relativo “que”: “valen por estos treinta años / en que suben a Dios los rezos” (versos 42-43), “[…] prefacio / de un rito oculto y misterioso / que se anuncia con un relámpago.” (versos 54-56), “Silos es ya una fortaleza / que se hace néctar en los labios,” (versos 65-66), “delgadamente los cedazos / que hacen pasar aguas de oro” (versos 80-81) y, a veces, por el adverbio relativo “donde”: “[…] un huerto / […] donde los ángeles se enredan […], donde los ángeles confunden” (versos 87, 89, 91). La sonoridad de la aliteración es relevante en los versos 5-6, en los que la perceptibilidad acústica del fonemas vocálico /a/ sugiere la frondosidad arbórea: “No le bastaba a la arboleda / la majestad pura del árbol”; y, asimismo, el políptoton del verso 68: “en un castillo castellano”. A esa grata musicalidad a la que antes aludíamos coadyuva también el ritmo cuaternario del romance, dentro de la más auténtica tradición castellana. No cabe duda, pues, de que, como demuestra García Nieto en este poema, su dominio del arte de la versificación en todos sus aspectos es absoluto.

Por otra parte, el poeta prefiere la simplicidad sintáctica. Son abundantes los versos en los que predomina el estilo nominal, a base de enumeraciones de sustantivos, bien relacionados por la conjunción “y” -polisíndeton que da energía a los conceptos expresados- (por ejemplo: “Él le pondría ramas, nidos, / y hojas, y encajes, y trenzados / creadores de la armonía / en los aires sobresaltados.”, versos 7-10; bien en construcción asindética -omitiendo conjunciones con la misma finalidad expresiva- (por ejemplo: “Hablan mástiles, capiteles, / bases, fustes y entramados, / crucifixiones en umbelas / con enjambres de apostolados.”, versos 25-28); enumeraciones en las que los sustantivos van también acompañados de adjetivos pospuestos (por ejemplo: “Se abren sellos apocalípticos, / ruedas solares, calendarios, / lacerías que se confunden, / animales entrelazados, / alas de arcángeles ardientes, / balanceos turiferarios / y capricornios de diez cuernos / y dragones precipitados.”, versos 45-52).

Apenas hay en el poema enlaces subordinativos y, cuando aparecen, suelen estar en posición anafórica, reiterados con efecto intensificador a principio de verso (por ejemplo: “Todo es la fiesta de un domingo / donde ya suben las palmas, ramos, / porque Domingo es el auriga / en un carro de mil caballos; / porque Domingo es el domingo / del Señor, pero sin descanso, / que su semana no termina / donde terminan los trabajos.”, versos 57-64). Al poeta le basta la simple coordinación copulativa con la conjunción “y” para unir oraciones (“por ejemplo: “El que cuida ya los muros / […] / hace activar frentes y brazos, / y cobra el bosque su sentido / y hace que el cielo entre en los patios / y que las luces de la tarde / pongan sus velas en los arcos,” (versos 11, 14-18); o hace un uso continuado de la yuxtaposición, repitiendo en muchos casos palabras a principio de verso para asegurarse la cohesión estructural del texto (por ejemplo: “Hablan las formas recreadas, / hablan los cuerpos transformados, / el vegetal ennoblecido / y el mineral humanizado. / Hablan en estas cuatro esquinas, / delgadamente los cedazos / que hacen pasar aguas de oro:” (versos 75-81). Y esta yuxtaposición oracional alcanza también a varias construcciones paralelísticas formuladas en algunos casos como interrogaciones retóricas: “¿Quién me da lumbre en esta esquina? / ¿Quién me adelgaza en este ángulo?” (versos 21-22); “¿Quién me da luz en esta almena?, / ¿quién sosiega este regazo?, / ¿quién santo y seña en este puente?, / ¿quién alcaide en este palacio?” (versos 71-74); y, en otros, como simples enunciaciones: “Se hacen los santos arquitectos, / los artífices se hacen santos, / y las naves son más naves / y los cruceros son más altos.” (versos 29-32); “y su señor está en el cielo, / y en la tierra están sus soldados” (versos 69-70, con un ligero hipérbaton en el verso 70 en relación con el 69); “donde los ángeles se enredan / en la locura de los patios, / donde los ángeles confunden / lo descendido y lo elevado.” (versos 89-92). Esta sencillez oracional, a base de continuas repeticiones de estructuras sintácticas (montadas sobre anáforas, paralelismos, símiles…) es muy propia de los romances tradicionales, técnica que tiene muy bien aprendida García Nieto, aunque haya renunciado a la “oralidad” propia del arte juglaresco, reemplazada por la lengua culta escrita.

Y si algo llama la atención en este poema es la belleza del léxico elegido y su ubicación en los versos, allí donde junto con su ritmo, atento siempre a la asonancia de los pares, producen la mayor eufonía. Baste con repasar los versos finales del poema (83-92): “Domingo ha vuelto al Paraíso / para que Adán fuera salvado; / el amante de la belleza, / entre lo bello avecindado, / sabe que en Burgos hay un huerto / todo plantado por su mano, / donde los ángeles se enredan / en la locura de los patios, / donde los ángeles confunden / lo descendido y lo elevado”. [Parece como si algunos los versos de la oda de Fray Luis de León “Vida retirada” gravitaran sobre el poeta: “Del monte en la ladera / por mi mano plantado tengo un huerto…”]. ¡Y hasta los adverbios en -mente, con su doble acentuación prosódica, están estratégicamente situados, dada la escasez silábica de un eneasílabo!: “El que cuida ya los muros / como cuidaba los rebaños, / mira la piedra dulcemente, / hace activar frentes y brazos,” (versos 11-14, con el adverbio en -mente a final del verso 13); “Hablan en estas cuatro esquinas, / delgadamente los cedazos, / que hacen pasar aguas de oro: / fuente serena, arroyo claro.” (versos 79-82, con el adverbio en -mente a comienzo del verso 80). [En este último verso apreciamos el influjo de García Lorca. Así, en la “Balada de la placeta”, composición de 1919 incluida en Libro de poemas (1921), encontramos el mismo texto, pero con otra disposición: “¡Arroyo claro, / fuente serena!”, por lo que podríamos hablar de un caso de intertextualidad]. Y a lo largo del poema advertimos una riqueza de bellísimas imágenes que evidencian una altísima capacidad para la expresión estética. Y para formalizar lingüísticamente estas imágenes, el poeta tiene presente el adjetivo, de que extrae un caudal inagotable de sugerencias connotativas: “un sueño místico y lejano” (verso 4); “la majestad pura del árbol” (verso 6), “[…] y trenzados / creadores de la armonía / en los aires sobresaltados” (versos 8-10); “como navíos que se acercan / a un mar abierto y azulado” (versos 19-20); “en que suben a Dios los rezos / imprevistos del columnario” (versos 43-44); “Se abren sellos apocalípticos, / ruedas solares, […] animales entrelazados, / alas de arcángeles ardientes, / balanceos turiferarios / […] y dragones precipitados” (versos 45-46, 48-50, 52); “todo por Dios se hace prefacio / de un rito oculto y misterioso” (versos 54-55); “Hablan las formas recreadas, / hablan los cuerpos transformados, / el vegetal ennoblecido / y el mineral humanizado” (versos 75-78); “fuente serena, arroyo claro” (verso 82); “el amante de la belleza, / entre lo bello avecindado, (versos 85-86); “donde los ángeles confunden / lo descendido y lo elevado” (verso 92 en el que los adjetivos están sustantivados, para lograr así un clímax de sorprendente espiritualidad). Como puede comprobarse, el poeta ha preferido siempre la posposición del adjetivo a su anteposición al sustantivo, ajeno, por tanto, a cuestiones meramente gramaticales, pues prevalece su carácter de “epitheton ornans”, dado su valor expresivo. En ocasiones potencia el ritmo binario, al unir dos adjetivos con la conjunción copulativa “y”: “místico y lejano” (verso 4), “abierto y azulado” (verso 20), “oculto y misterioso” (verso 55); y solo una vez emplea la construcción paralelística sustantivo+adjetivo, en el verso 92: “fuente [A1] serena [B1], arroyo [A2] claro [B2]”, construcción en la que el vocalismo sugiere una naturaleza amena: ée/eéa//aóo/áo.

Por otra parte, el poeta ha construido el texto empleando cuatro ejes semánticos, sabiamente repartidos: en primer lugar, el entorno natural de Silos, con la flora y la fauna donde se ubica el monasterio benedictino: “arboleda” (verso 5), “árbol” (verso 6), “ramas/hojas” (verso 7), “bosque” (verso 15), “parrales” (verso 30), “palmas/ramos” (verso 58), “vegetal” (verso 77), “huerto” (verso 79) [flora]; “colmena” (verso 1), “alondra” (verso 2), “nidos” (verso 7), “rebaños” (verso 12), “enjambres/miel/néctar” (versos 28, 1/39 y 66, respectivamente), “ruiseñor” (verso 35), “animales” (verso 48), “capricornios de diez cuernos” (verso 51), “dragones precipitados” (verso 52), caballos (verso 60) [fauna; obviamente, los versos 48, 51 y 52 aluden a representaciones alegóricas en los capiteles del claustro; y la imagen que se desarrolla en los versos 59-60 ofrece un alto grado de compatibilidad semántica: “porque Domingo es el auriga / de un carro de mil caballos]; en segundo lugar, hay una amplia selección de vocablos pertenecientes a la jerga de la arquitectura, con los que el poeta va describiendo el monasterio, fijándose en multitud de elementos artísticos que llaman su atención y crean un conjunto inigualable propio del estilo románico: “muros” (verso 11), “piedra” (versos 13/24), “patio(s)” (versos 16/90), “arcos” (verso 18), “mástiles/capiteles” (verso 25), “bases/fustes/entramados” (verso 26), “naves” (verso 31), “cruceros” (verso 32), “arquerías de medio punto” (verso 33), “baranda” (verso 36), “madera” (verso 37), “peldaños” (verso 38), “escalera/artesonado” (verso 40), “columnario” (verso 44), “fortaleza” (verso 65), “castillo” (verso 68), “almena” (verso 71), “puente” (verso 73), “palacio” (verso 74), “esquinas” (verso 79); [y al ser Silos “una fortaleza”, “un castillo castellano” -siempre en un plano metafórico-, con un paralelismo inverso se alude a sus moradores, oponiendo cielo y tierra: “y su señor está en el cielo, / y en la tierra están sus soldados.” (versos 69-70)]; y, en tercer lugar, no podía faltar el componente religioso, que es el que reviste el texto de un halo de espiritualidad: “cielo” (versos 16, 69), “crucifixiones” (verso 27), “apostolados” (verso 28), “santos” (versos 29, 30), Domingo (en referencia al santo: versos 3, 41, 59, 61, 82), “Dios” (versos 43, 53, 54), “rezos” (verso 43), “arcángeles” (verso 49) “balanceos turiferinos (verso 50), “prefacio” (verso 54), “rito” (verso 55), “domingo” (en referencia al día de la semana: versos 57, 61), “Señor” (verso 62), “Paraíso” (verso 83), “Adán” (verso 84) “ángeles” (versos 89, 91). Más allá de una simple enumeración exhaustiva de vocablos, lo que queda de manifiesto, aparte de la riqueza léxica exhibida por García Nieto, es la sabia articulación de unos con otros y su exacta ubicación en el conjunto del texto, además de su interacción de los unos con los otros, garantizando la progresión temática hasta llegar a los últimos versos, en los que el monasterio de Silos parece ser un pedazo de cielo en la tierra, desde la que asciende majestuoso hasta las más altas cimas celestiales, hasta tales extremos que “los ángeles confunden / “lo descendido y lo elevado” (versos 91-92, todo un hallazgo poético que logra conmover al lector, más allá de sus propias creencias).

Aunque es en el terreno de las imágenes y de los símiles en donde el poeta logra verdaderos hallazgos poéticos. Nos basta con señalar las que consideramos más transidas de acendrada espiritualidad: “y hace que el cielo entre en los patios / y que las luces de la tarde / pongan sus velas en los arcos, / como navíos que se acercan / a un mar abierto y azulado.” (versos 16-20, en los que parece que el cielo y el patio del claustro conforman un todo indisoluble); “Hablan mástiles, capiteles, / bases, fustes y entramados, / crucifixiones en umbelas / con enjambres de apostolados.” (versos 25-28, una detallada descripción poética de los elementos arquitectónicos del claustro, que se complementa con estos otros versos: “La dulzura de la madera / se desgrana por los peldaños, / y es un parral lleno de mieles / la escala del artesonado.”, 37-40); “Hablan las formas recreadas, / hablan los cuerpos transformados, / el vegetal ennoblecido / y el mineral humanizado.” (versos 75-78, en los que Silos y su entorno han sido sometidos a un proceso de humanización de dimensiones trascendentes); “donde los ángeles se enredan / en la locura de los patios, / donde los ángeles confunden / lo descendido y lo elevado.” (versos 89-72, culminación de un proceso de ascensión espiritual iniciado precisamente en los versos 75-78). Sin duda, es difícil encontrar un poeta que haya cantado el monasterio de Silos con un conjunto de versos tan bello como entusiasta, y cargado de imágenes capaces de llegar a la más profunda interioridad de cualquier lector. Porque, sin duda también, Silos ha servido de pretexto al poeta para trasladarnos sus más hondos sentimientos religiosos.

Y no nos cansamos de repetirlo: la poesía de García Nieto -y el poema “El monasterio” es buen ejemplo de ello-, desde Tregua (1951) hasta Carta a la madre (1988), pasando por El arrabal (1980) -títulos que ahora nos vienen a la memoria- presenta una aparente sencillez, pero encierra un dominio de la técnica del verso difícilmente superable; y posee una gran riqueza conceptual, aunque siempre está al alcance de cualquier lector que encuentra en ella una autenticidad que no amarillece con el paso del tiempo. En “El monasterio”, la emocionante subjetividad de José García Nieto ha puesto en pie un universo poético tan falto de vulgaridad como transido de belleza, en el que no se sabe qué admirar más: si la perfección y musicalidad de la forma, la densidad del pensamiento o el esteticismo de las bellísimas imágenes que lo conforman. Y todo transido de una religiosidad que emociona por su autenticidad. [5]

NOTAS.

[1] Silos.

http://www.caminodelalengua.com/santodomingo.asp

Claustro de Santo Domingo de Silos.

https://www.youtube.com/watch?v=A5xj6DJ7dXs

[2] Glosas silenses.

http://www.caminodelalengua.com/santodomingo_glosassilenses.asp

Micaela Carrera de la Red: “Las glosas silenses: algunas precisiones”.

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=600081

[3] Gonzalo de Berceo: La vida de Santo Domingo de Silos.

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/vida-de-santo-domingo-de-silos--0/html/fee41b8c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html

La obra, en formato papel, está publicada por Ediciones Castalia, en la colección Clásicos Castalia (nú, 49), y con introducción de Teresa Labarta de Chaves.

[4] Canto gregoriano. Coro de los monjes del Monasterio Benedictino de Santo Domingo de Silos.

https://www.youtube.com/watch?v=VSVw4hHZb9o

el

[5] Fundación José García Nieto.

https://www.garcianieto.com/es

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