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Entrevista a Carlos Peramo

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

“Priorizamos el dinero por encima de lo demás y ahora se ha venido abajo ese modelo de vida”
Por Javier Velasco Oliaga

Carlos Peramo, novelista barcelonés, ha publicado en Bruguera este mes de febrero Media vuelta de vida, novela realista y profunda que describe la vida de los años ochenta de un joven veinteañero y la cruel profesión que tuvo otro de los protagonistas, verdugo especialista en el garrote vil. Esta novela está llamada a ser una de las grandes revelaciones del año, como ya lo fue su anterior obra Me refiero a los Játac, ganadora del II Premio Bruguera.

Novela sólida, excelentemente escrita, con un ritmo narrativo extraordinario, está llamada a ocupar un lugar distinguido en la producción española. A poco que tenga una promoción adecuada se va a convertir en un auténtico fenómeno, sobre todo porque actualmente en España se están escribiendo unas excelentes novelas históricas pero se está echando de menos una novelística que trate temas actuales y ésta los trata y de qué manera. La historia del antiguo verdugo franquista es un valiente contrapunto en la novela, que se desarrolla a mediados de los ochenta. Peramo ha escrito este segundo libro para adultos con una técnica depurada y actual. Como dice en la entrevista, seguirá escribiendo para jóvenes y, probablemente relatos, pero su futuro, si no nos equivocamos, es seguir por el camino de sus dos novelas centradas en el universo de Sant Feliu de Llobregat, aunque algún día abandone ese microcosmos y nos sorprenda con otras nuevas ubicaciones y situaciones.

¿Cómo se le ocurrió la idea y qué le motivó a escribir la novela Media vuelta de vida?
Media vuelta de vida surgió del camino que tomó mi literatura a partir de mi novela Me refiero a los Játac, en la que exploraba mi propia experiencia y algunos de los conflictos que yo había vivido en el pasado. Convencido de que la auténtica fuerza de un escritor está en lo que ha vivido y experimentado en carne propia, o en su entorno más cercano, empecé, pues, Media vuelta de vida. En un principio mi intención era retratar los conflictos sociales y emocionales de un chico de veintidós años a finales de los ochenta: novia, empleo, amigos, familia…, pero no terminaba de convencerme, era como si faltase algo. Entonces el personaje de Tanco Linares, que en un inicio era simplemente un trabajador del ladrillar, solitario y analfabeto, se impuso al revelarme su antigua profesión de verdugo en la España franquista. No lo tenía previsto, y ese detalle dio sentido a la novela. La pena de muerte era un tema que como escritor me había atraído siempre, pero supongo que nunca había encontrado la forma de abordarlo de manera convincente. Al escribir Media vuelta de vida debí de hacer un par de conexiones y el garrote vil apareció unido a las manos de Linares.

Como señala en el último apartado de agradecimientos, son muchas las obras que han tratado el tema de los verdugos. ¿Cuál de las obras en las que se ha documentado le impresionó más?
Las obras que más me impresionaron fueron el libro Los verdugos españoles, de Daniel Sueiro, y el documental Queridísimos Verdugos, de Basilio Martín Patino. El primero es un libro magnífico, de una documentación exhaustiva y compleja, un libro irrepetible por la sencilla razón de que cuando se publicó en 1971 la pena de muerte aún estaba vigente en España y los verdugos de las audiencias de Madrid, Barcelona y Sevilla estaban vivos, de modo que pudieron aportar sus valiosos testimonios de primera mano; uno de ellos, Antonio López, sería el que ejecutaría a Puig Antich tres años más tarde. El documental de Martín Patino es otra joya que, mostrando en imágenes el tenebroso mundo del garrote vil y sus alrededores, en especial la personalidad de estos tres últimos verdugos, realiza un fresco impresionante sobre la sociedad española de los primeros años setenta. Imprescindible.

¿Teme que comparen su libro con obras como El verdugo de Berlanga?
No. Es lógico que se relacionen y comparen las obras que tratan sobre los mismos temas. El verdugo es una inteligentísima comedia negra sobre un tema muy serio, y Berlanga supo mostrar a todo el país el horror de la pena de muerte sin que pareciese que lo estaba mostrando. Para mí es un honor que se relacione mi novela con Berlanga. Los dos somos creadores que hemos puesto imágenes y palabras a un mismo tema desde enfoques distintos.

¿Por qué ha metido en la novela referencias a la obra de Sueiro El arte de matar?
Simplemente, porque me sirvió a mí como documentación y porque le sirve también a Ángel, el protagonista. Forma parte de la atmósfera. La pena de muerte ha estado presente en la humanidad desde siempre, en las formas más estrafalarias, crueles y rocambolescas que pueda imaginarse. Era imprescindible tener ciertos conocimientos sobre el tema, conocer sus orígenes y su desarrollo a lo largo de los siglos para que mi historia resultara creíble.

¿Qué escritores le han influido más en su obra y cuáles suele leer?
Mi primera gran influencia fueron William Peter Blatty (El exorcista) y, sobre todo, las novelas de Stephen King, el modo en que él las narraba, esa manera en que te arrastraba de una línea a otra y tú no podías hacer otra cosa que seguir leyendo; es una influencia que creo se aprecia con transparencia en mi literatura. Luego me fueron influyendo otros autores conforme los fui descubriendo: Gabriel García Márquez, Miguel Delibes, Roald Dahl, Thomas Berharnd, Jack London, Raymond Carver, Julio Cortázar, Charles Bukovsky, Javier Marías, William Golding, Mario Vargas Llosa, Bertrand Russell… Leo a estos autores que acabo de nombrar y leo a autores que aún no he leído para ir ampliando mi horizonte como lector y como escritor. Intento también leer sin prejuicios. Todos los autores tienen algo que enseñarte.

La novela es un fiel reflejo de los ochenta con recreaciones realistas de aquella época. ¿Se ha documentado para hacer una recreación de esos años o todo lo tenía en su memoria?
Tuve que documentarme para algunos detalles concretos, como por ejemplo qué costaba alquilar un piso en la calle Verdi de Barcelona en 1986 o los resultados del mundial de fútbol de México, pero en general lo tenía todo en la memoria. Se trata de una época que está muy viva en mi recuerdo y no tengo excesivos problemas para rescatar imágenes, olores, sonidos… He terminado descubriendo que yo, por encima de todo, era muy observador.

¿Cree que su novela trata objetivamente el fenómeno de la inmigración en Cataluña?
No, objetivamente no. No sé lo suficiente como para hacer algo así. El personaje de Tanco Linares viene del sur simplemente porque es el tipo de emigrante que yo conozco más de cerca. Mi propio padre nació en Almería y se vino de niño a Barcelona, así como otros familiares y vecinos del barrio donde yo vivía y los padres de algunos chicos que estudiaban conmigo. Forma parte del entorno en el que yo crecí, por esa razón quise que formara parte del entorno de Ángel, el protagonista.

También trata la crisis y los problemas económicos, ¿qué hay de parecido entre los años 80 y la época actual?
Desde el punto de vista económico, nada. Creo que en los años ochenta, impulsados por el fin de la represión de la dictadura, empezamos a gestar un modelo de vida basado en las posesiones materiales: pisos, coches, segundas residencias…, se masificaron las tarjetas de crédito, las vacaciones exóticas más allá de Mallorca y Canarias, los créditos bancarios, todos queríamos tener de todo y a ninguno de nosotros parecía importarnos trabajar sin descanso en lo que fuera para poder pagarlo. Priorizamos el dinero por encima de lo demás. Ahora se ha venido abajo ese modelo de vida y deberíamos reflexionar sobre ello en lugar de utilizar la crisis económica como excusa o paño de lágrimas. El dinero es importante, por supuesto, pero no a cualquier precio.

Describe las relaciones personales del protagonista con los otros personajes de forma brillante y vibrante. ¿La relación con Belén, la novia de Ángel, no es tratada de forma algo cruel?
Cualquier relación personal con conflictos no resueltos, contada con sus luces y sus sombras, lleva implícita la crueldad, como también lleva implícita la delicadeza o la ternura, porque en la vida real es así. No existe eso que llaman buenas personas y malas personas. Otra cosa es que no queramos o no sepamos o no nos atrevamos a contarlo, pero todos hemos vivido situaciones en la vida en que hemos hecho daño a alguien o hemos sido mezquinos o egoístas, y también nos han hecho daño a nosotros y hemos padecido el egoísmo de otro. La crueldad de Ángel y Belén surge, en primera instancia, de la infelicidad de cada uno consigo mismo. No saben descodificar sus propias emociones y sentimientos, por lo tanto no saben descodificar las necesidades del otro. Estar bien con los demás empieza por estar bien con uno mismo. Y Ángel y Belén no lo están.

Y con Tanco Linares, ¿no es mucho más indulgente y comprensivo con su cruel ex oficio pese a su comportamiento?
Es que el ex oficio de Linares, el de verdugo, sólo es cruel si lo miramos desde fuera. Los verdugos no tenían conciencia de estar haciendo algo cruel cuando ejecutaban a un reo, sino que estaban convencidos de estar haciendo un servicio a la sociedad, un servicio en el que tenían muy claro que no mataban ellos, sino la ley. Los verdugos eran, paradójicamente, quienes mejor trataban al reo y quienes más lo respetaban. En la novela, el comportamiento de Linares y los juicios morales que podamos hacer al respecto, si es cruel o no, corren de la cuenta de Ángel, ya que la historia está contada desde su punto de vista. Yo muestro a los personajes con sus demonios y el modo en que se enfrentan a ellos, pero no los juzgo. Eso le corresponde al lector.

En el fondo, ¿cree que la comprensión de las circunstancias que vivió Linares le hacen más humano y es necesaria para entender el por qué de las relaciones humanas?
Es que siempre, con cualquier persona, es importante comprender sus circunstancias antes de juzgarle. Juzgamos con una facilidad pasmosa, desde la más pura ignorancia a veces, sin tener en cuenta lo que hacemos nosotros, a menudo mucho más censurable que lo que censuramos en los demás. Linares tiene una vida difícil a sus espaldas, y las decisiones que ha tomado en el pasado y las que toma en la novela vienen regidas por su sistema de valores. No pretendo justificar sus actos, sino mostrar por qué actúa como actúa. Todos nos regimos por un sistema de valores, seamos conscientes de ello o no, y al relacionarnos topamos con el sistema de valores de los demás. Tener en cuenta el nuestro es respetar (que no necesariamente compartir) el de los otros.


Esta novela y su anterior Me refiero a los Játac discurren en la localidad barcelonesa de Sant Feliu de Llobregat. ¿Por qué ha elegido este marco para sus obras?
Simplemente porque soy de allí, y allí viví hasta los treinta años. Sant Feliu de Llobregat es mi origen y donde me sucedieron algunas de las cosas que cuento en estas novelas.

¿Es esa ciudad el centro por el que se van a mover sus futuras creaciones?
Al menos una novela más sí. Luego ya veremos.

La música es protagonista en ambas novelas. El rock elegante de Roxy Music, ELO o Dire Straits se antepone al flamenco instrumental de Paco de Lucía y Manolo Sánlucar, ¿es el reflejo de las generaciones de hijos y padres que se da en la novela?
Sí, en cierto modo quise reflejar las diferencias que, en general, siempre hay entre la música que escuchan los padres y la que escuchan los hijos. Para mí ha sido también un modo simbólico de mostrar que Ángel y su padre viven en el mismo mundo pero en realidades distintas.

¿Son estos los tipos de música que le gusta escuchar?
Sí, claro. Yo me formé musicalmente con la música que se originó en los setenta, y soy bastante amante de las canciones de esa época, sean del estilo que sean. Puedo ir de la Electric Light Orchestra (la música que escucha Ángel) a Stevie Wonder, de Eric Clapton a los Rolling Stones, a The Alan Parsons Project, a Bryan Ferry, pero también me gusta Franco Battiato, Eddy Grant, Boney M, Elton John…

Cambiando de tema, ¿cualquier edad es buena para llegar a la escritura?
Sí, aunque en este oficio la edad ayuda, es decir, que la experiencia de los años, lo que vas viviendo, te da más material y más perspectiva sobre lo que escribes.

¿Qué le impulsó a matricularse en el Aula de Lletres, Escola de les Arts Escrites, de Mercè Company, después de haber abandonado prematuramente sus estudios?
La necesidad de aprender. Yo llevaba un tiempo buscando un lugar donde alguien me enseñara el oficio, pero por aquel entonces en Barcelona no había nada. Estoy hablando de finales de los ochenta, principios de los noventa. En 1993 gané un pequeño premio literario de relato y Mercè Company estaba en el jurado. Sus primeras palabras después de felicitarme fueron: “Tienes unas ideas brillantes y puedes ser un gran escritor, pero te falla la técnica”. Me quedé de piedra. ¡Si había ganado! ¿Qué técnica podía fallarme? Cuando ese mismo año me matriculé en la escuela que ella dirigía, comprendí a qué se refería. Y tenía razón.

¿Qué ha significado Mercè Company en su carrera de escritor?
Todo. Creo que ella ha hecho por mí todo lo que un maestro puede hacer por su discípulo. Su generosidad y su amistad han sido una lección de vida para mí. Nunca me engañó, ni siquiera cuando las verdades dolían como puñetazos y ella asumía la responsabilidad y el riesgo de decírmelas. Me preparó concienzudamente para las dificultades que entraña siempre el aprendizaje de este oficio, tanto las que atañen a la técnica literaria (esa que me fallaba) como las que van relacionadas con la parte personal. Sin ella no creo que hubiese llegado hasta aquí.

En el 2007 ganó el II Premio Bruguera y obtuvo muy buenas críticas de su libro, ¿Qué significó la consecución de ese galardón?
El premio Bruguera me situó de golpe en ese lugar que yo soñaba alcanzar veinte años atrás, cuando trabaja diez horas al volante de un camión y empezaba a escribir mis primeros relatos. Representó el final de un camino y el principio de otro. Me ofreció una plataforma que me permitió llegar a más lectores y a que editores y críticos me tuviesen en cuenta.

Ha tratado los géneros de relatos, la novela infantil y juvenil y la novela para adultos. ¿En cuál de estos tres campos se encuentra mejor?
En los tres. Siempre depende de la historia que quiero contar.

¿Va a seguir publicando libro de relatos?
No lo sé. Hubo una época en que escribía relatos continuamente, entre ellos los que me publicó Sergio Gaspar en DVD Ediciones el año 2000, pero ahora mismo no me interesan demasiado. Las ideas que quiero transmitir en este momento me exigen el largo formato de la novela, y en ello estoy. Pero no lo descarto, por supuesto.

¿Seguirá escribiendo para jóvenes?
Sí.

En sus novelas tiene muchos recuerdos de la infancia y juventud, ¿Qué importancia da a estos periodos de la vida como escritor?
El paso del tiempo y sus consecuencias, tanto positivas como negativas, es uno de los aspectos que aparece a menudo en mi literatura. Pero no fue algo premeditado al principio. Para mí los orígenes de una persona, su infancia y su juventud, son muy importantes porque en ellos se encuentran las claves del porqué esa persona vive su presente como lo vive; somos el producto resultante de nuestro pasado, y me gusta mostrar a personajes que se hallan contra las cuerdas porque no han reflexionado de manera consciente sobre lo que han vivido o experimentado, como le sucede a Tanco Linares o al propio Ángel. Esa manera de entender la vida y también de vivirla ha influido lógicamente en lo que escribo.

Para finalizar, ¿cómo definiría a su protagonista Ángel Daldo?
Ángel Daldo es un personaje que se encuentra en la misma situación que me encontré yo a su edad, y en la que también se encontraron muchos de mi generación. Ángel vive atrapado en una vida que no le satisface, harto de deambular de empleo en empleo y desengañado ya de ese futuro que aún está por llegar. Sin embargo, es incapaz de escapar de esa espiral en la que gira sin remedio un día tras otro, no tiene recursos para ello; sabe sobrevivir en ese medio que le es hostil porque le han enseñado a hacerlo (en su entorno todos viven así), pero no sabe escapar de él. Vive sintiéndose una víctima de las injusticias del destino, pero en realidad sólo es víctima de su propia ignorancia. Cuando comprende eso y toma conciencia de su pequeñez, su vida se convierte en un infierno emocional. Se enfrenta a sus padres, a Belén, a Linares... Una lucha tenaz por la supervivencia, por escapar de esa espiral que, en el fondo y resumiendo, no es otra cosa que la mediocridad.

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