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Antonio Gómez Rufo
Antonio Gómez Rufo

Entrevista a Antonio Gómez Rufo: "La novela actual tiende a ser intergenérica"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

El escritor Antonio Gómez Rufo acaba de publicar una nueva novela histórica titulada La Abadía de los crímenes, su mejor obra para él hasta la fecha, y creo que no se equivoca. Novela sobria, bien escrita y con un planteamiento muy original. Engancha desde el primer momento y la trama detectivesca protagonizada por la monja Constanza de Jesús nos sobrecoge por lo inusitado de la localización.

La Abadía es tan protagonista como lo pueden ser los personajes de la novela, perfectamente trabajados y perfilados en su descripciones, tanto físicas, como morales o psicológicas. El personaje de Jaime I de Aragón fue un rey de una tremenda personalidad que consiguió grandes hitos, pero una tenue sombra de olvido se cierne sobre él. Gómez Rufo rescata a un rey insólito, aventurero y conquistador que en el libro se muestra como una persona inteligente, analítica y preocupada por sus vasallos. Son ya 20 las novelas del autor madrileño. Nos promete nuevas aventuras y tramas que nos sobrecogerán.

¿De dónde partió la idea para escribir La Abadía de los crímenes”?

Quería dar un poco de luz a una época de la historia de la Corona de Aragón poco estudiada. Invitar a los historiadores a investigar más la época. Siempre me gustó la figura de don Jaume y su trascendencia.

La novela fluctúa entre dos géneros, la novela histórica y la novela de intriga. ¿En qué género la ubicaría usted?

La novela actual tiende a ser intergenérica. Los géneros no están tan definidos como hace veinte años. Hoy en día una novela cualquiera puede contener ingredientes de thriller, románticos, históricos, psicológicos y hasta eróticos. Y, por tanto, ser inclasificable. Mi novela reúne, a mi entender, las siete características que necesita una buena obra literaria: amor, humor, aventuras, intriga, un poco de sexo, otro poco de violencia y un final feliz. Ya los guionistas de Hollywood sabían que mezclando bien estos siete ingredientes el resultado era una película de éxito.

¿Tiene elementos de novela negra?

Al tratarse, en una de sus tramas, de la investigación de unos crímenes, contiene elementos de novela negra. Y también es una historia de amor y desamor. Y todo envuelto en un gran sentido del humor. Creo que divertirá a sus lectores…

¿En qué género se encuentra usted más a gusto escribiendo?

En la novela, sin duda. El cuento es más difícil que fragüe, que sea una historia redonda. Y la poesía es dificilísima. La buena, claro.

Por la trama, la novela podría haberse ubicado en otra época, ¿por qué escogió el siglo XIII para ella?

Por Don Jaime I, un personaje clave del siglo XIII en toda la cristiandad. El hombre más importante del siglo. Me ha gustado brindarle esta especie de homenaje.

¿Qué es lo que más le ha atraído de Jaime I de Aragón?

La doble personalidad que tuvo. Guerrero y brusco en lo público, carente de afectos en lo privado. Y supo resolver esa dualidad con el amor. Buena receta.

¿Por qué situó la trama de la novela en un cenobio femenino?

Era un espacio adecuado para describir a los personajes, sobre todo a los femeninos. Me fascinan las mujeres, cada vez más.

El personaje de la monja Constanza de Jesús es un gran hallazgo de la novela. Esta monja resulta ser una detective moderna, ¿no es arriesgado para la época que quien lleve una investigaciones por asesinato sea una monja?

Una novela es ficción y permite muchas licencias. Si es arriesgado o no, lo deciden los lectores. A mí me ha encantado el personaje y su manera de ser. Será una referencia para mí en futuras obras.

La pareja detectivesca de la monja y el rey es muy original, ¿Cómo surgió la idea?

No lo sé. Supongo que lo pensé así y lo llevé a cabo sin hacerme preguntas.

Pero realmente, ¿un rey tenía tiempo para la investigación de crímenes? ¿Es esto verosímil?

No, claro. La investigación la lleva ella. Él se limita a ir solicitando información del caso y ayudar en largas conversaciones de sobremesa. Algún entretenimiento tenía que tener el rey entre las paredes de la Abadía…

En el monasterio leridano la vida discurre de manera sorprendente, ¿en el siglo XIII estaban los monasterios tan depravados como se cuenta en la novela?

No creo. Insisto es que es una novela, no un ensayo histórico. Pero los horarios y los trabajos de las monjas eran así. Lo dictaba la Regla de San Benito.

Abortos, asesinatos, necrofilia, venenos, incendios, ¿ser monja era un peligro en aquel tiempo?

Ser mujer siempre ha sido muy ingrato, a lo largo de todos los tiempos. Esperemos que a partir de ahora aprendamos a respetarlas. Y a respetar la igualdad, su dignidad, sus derechos.

¿Es una crítica a la moral de aquella época?

No. Es una historia de amor, intriga y costumbrismo social. Aunque toda época tiene una crítica moral. La nuestra, también.


Los incendios han destruido bibliotecas con mucha información. San Juan de la Peña en Huesca es un ejemplo en la realidad y la novela de Eco El nombre de la rosa es un ejemplo en la ficción. ¿En cuál se ha basado? ¿Es su novela un homenaje a Umberto Eco?

No me he basado en ninguna: me parecía un elemento más para redondear la peripecia novelesca. Y de Eco sólo me acordé cuando, al acabar la novela, alguien me lo dijo. Me alegran, en todo caso, algunas comparaciones con El nombre de la rosa, fantástica novela.

¿Qué autores le han influido en su carrera?

Todos y ninguno. Siento predilección por Dostoievski y por García Márquez. Pero hay muchos más.

La novela ocurre en cuatro jornadas. ¿Es para imponer un ritmo más trepidante?

Sí. Llegará el día en que el tiempo real y el narrativo sean el mismo. Me encantaría lograr escribir una novela que dure el tiempo exacto que se tarda en leerla. Ojalá lo consiga.

Los reyes podían repudiar a sus mujeres y volver a casarse con quien quisieran. Esa relajación de los principios cristianos está en toda la obra. ¿Es una crítica implícita a la iglesia católica?

No sólo los reyes. También todos los hombres, en general. La historia está llena de agravios hacia las mujeres, de un machismo que avergüenza. Pero la historia es pasado y el pasado no se puede cambiar. Todos tenemos nuestras culpas; todas la religiones. La Iglesia católica también.

En ese aspecto su novela parece muy actual, ¿se mantienen en la actualidad los errores del pasado?

La naturaleza humana ha cambiado poco. Las formas, sí. Pero hay muchos países en donde se vive aún en la Edad Media europea. En nuestro entorno, todo va mejor. Y hay que seguir mejorando.

Otro tema que toca es el nacionalismo catalán, ¿sigue este problema latente desde hace tantos siglos?

La gente tiene sentimientos de todo tipo. También patrióticos. Y eso es inevitable. Que genere o no problemas, depende de sus políticos. Algunos de los actuales parecen empeñados en perseverar en ideas de otros tiempos.

¿Cuál cree que es la raíz del mismo? Y ¿dónde estaría la solución?

La raíz es económica. El nacionalismo es una creación de la burguesía. A menos territorio, más poder. La solución es el internacionalismo, la visión global, la conciencia de que los problemas del ser humano no cambian por cruzar una frontera. Odio las fronteras.

En su opinión, ¿Cómo se encuentra la cultura en España?

Regular, como todo. Pero mejor que mañana. La confusión entre cultura y ocio es dramática. Se llama cultura a todo el entretenimiento, por zafio que sea. Es consecuencia de la canalización general de todo Occidente. Y no veo salida.

¿Hay interés hacia la novela histórica?

Siempre la hubo. En España, desde Pérez Galdós y aun antes. En Inglaterra, siempre. En otros países, también. Nunca pasó de moda ni pasará.

¿En qué proyectos está trabajando?

En la siguiente novela, claro. A ver qué tal sale. Porque sigo pensando que de mis veinte novelas La abadía de los crímenes es la mejor que he escrito. Intentaremos seguir así.

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