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El Señor de Lordemanos cuenta la historia de los vikingos en Galicia

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Miguel A. Badal Salvador es un joven escritor nacido en Valencia en 1978, aunque sus raíces proceden de Teruel y de Cuenca, ciudad esta última en la que ha vivido durante buena parte de su juventud, después de pasar casi toda su infancia en la pequeña localidad de Cañete. Actualmente ejerce como profesor en el Colegio Jesús-María de la Fuensanta (Valencia), aunque dedica gran parte de su tiempo a la investigación histórica y ha publicado diversos artículos en prensa y revistas.

El Señor de Lordemanos es su primera novela, pese a que previamente ya había escrito otros relatos y novelas cortas, casi siempre de temática histórica. Con ella fue seleccionado como uno de los tres finalistas del prestigioso premio CajaGRANADA de Novela Histórica, en la edición de 2010, siendo el texto escogido entre más de trescientos participantes.

Profesor, escritor, recreacionista... Es usted un autor polifacético. ¿Cómo hace para combinar todas sus actividades?

Es un poco complejo, pero siempre hay tiempo para todo. Fuera del trabajo, que es mi dedicación principal, todas mis actividades se orientan en un mismo sentido: la Edad Media y la Historia en general. Dedico muchísimas horas a escribir y suelo viajar durante los fines de semana. En este sentido, una de mis pasiones actuales es el mundo del recreacionismo. Actualmente formo parte del grupo CONCA, junto a buenos amigos como el escritor Argimiro Sáiz. También dedico tiempo a otras actividades culturales. He sido jurado de algún certamen literario y formo parte de la Comisión Organizadora de la Alvarada, fiesta medieval que se celebra en la localidad de Cañete (Cuenca). Son diferentes facetas de un mismo compromiso con la Educación y la Historia.

¿Cómo influye el hecho de que se dedique a la recreación histórica a la hora de escribir una novela?

Actualmente percibo las cosas de una manera muy diferente a cuando no era recreacionista, aunque lo cierto es que siempre he sentido una vocación importante hacia la reconstrucción de escenarios y estampas cotidianas de la época. Creo que eso se percibe en buena medida en El Señor de Lordemanos, pese a que, cuando comencé a escribir la novela, hace aproximadamente cinco años, desconocía por completo el mundo de la recreación. Desde luego se ve todo muy diferente cuando uno tiene oportunidad de vestir un gambax, ceñir un almófar de cota de malla y un casco con nasal, embrazar un escudo que cubre casi todo el cuerpo y ver cómo un grupo de locos armados hasta los dientes con todo tipo de hojas metálicas, hachas y lanzas, se arroja sobre ti con furia incontenida. Del mismo modo las cosas cambian cuando uno tiene que hacer vida en un campamento medieval, ataviado con ropa de la época y con las limitaciones propias de un período en el que no existían las comodidades actuales.


El Señor de Lordemanos es su primera novela, pero aún así ya tiene cierta trayectoria literaria. ¿Cuándo surge ese interés por la Literatura?

Bueno, he tenido la oportunidad de publicar algunos relatos y novelas cortas con anterioridad, todas ellas dedicadas a temas históricos y, en concreto, a la Edad Media. He conseguido algunos premios, incluso un relato dedicado al tema de las incursiones nórdicas en la Península, Lucero de Piel Atezada, ya recibió una mención especial en un certamen local. A parte, he tenido la oportunidad de publicar algunos microrrelatos en diversas obras colectivas y varios artículos en distintos medios, la mayoría de ellos versando sobre temas propios, de la tierra de la que soy originario, a medio camino entre Cuenca y Teruel.

En realidad llevo escribiendo casi desde que tengo uso de razón. Mi padre era poeta y, aunque yo era muy pequeño cuando falleció, siempre quise emularlo de alguna manera. En el instituto ya destacaba por mi capacidad narrativa y en la universidad comencé a lanzarme con artículos, reseñas, opiniones, etc. en revistas y fanzines de muy diferentes ámbitos. En 2003 me presenté por primera vez a un premio de novela corta y un año después conseguí mi primera mención especial. Desde entonces no he parado de escribir, de investigar y de documentarme al máximo.


¿Y de dónde viene esa pasión por la Edad Media?

La verdad es que no lo sé. Mi hermano Gaspar fue un gran referente durante mi infancia y no tardó en contagiarme su pasión por la Historia, pero a él le atraía mucho más el tema de Roma, Grecia y las civilizaciones antiguas. Ignoro por qué yo me decanté por el medievo, aunque es un tema que me atrae desde que tengo recuerdos. También me gusta la Historia Antigua, aunque me decanto por las culturas celta y germánica. De ahí que considerara Galicia un escenario excepcional para mi primera novela, una tierra en la que el sabor celta se mantenía intacto en el siglo XI, y donde las incursiones vikingas, quizá el último coletazo de las invasiones germánicas, fueron bastante frecuentes en esta fecha. Además, en El Señor de Lordemanos hay un fuerte guiño a la cultura celta, concretamente en la devoción de Cresconio por un oscuro santo britano de ascendencia gallega, tal vez implicado en los movimientos migratorios que llevaron a muchos celtas insulares a establecerse en la costa norte de la Península allá por los siglos VI y VII.


¿Por qué El Señor de Lordemanos? ¿De dónde proviene el título?

Lordemanos es una palabra que se utilizaba en las fuentes y documentos castellanos y portugueses para designar a los piratas y saqueadores nórdicos que asolaban las costas gallegas y cántabras en el período que comprende los siglos IX al XII. Se considera que es una palabra formada a partir de la corrupción del vocablo "normandos", y ha quedado de forma testimonial en algunos topónimos como Lordemanos (León) o Lordemaõ (Portugal).

Creo que quizá hubiese tenido algo más de tirón emplear la palabra "vikingos" que "lordemanos", que es mucho menos conocida, pero rehusé hacerlo por diferentes motivos. En primer lugar la palabra "vikingos" jamás es empleada en las fuentes hispanas. También quería evitar que el lector identificara a los lordemanos con la imagen tópica que el cine y otros medios han creado en torno a la figura de los vikingos. Estos no eran salvajes con pieles, cascos cornudos y grandes mazos como suele pensarse, sino avezados guerreros, muy disciplinados y sagaces, que destacaban por su ilimitada astucia y su elevada capacidad para las finanzas, el arte de la navegación y la exploración, que les llevó incluso hasta América del Norte cinco siglos antes del viaje de Colón.


¿Cómo se le ocurrió la idea de la novela?

Bueno, siempre me ha interesado mucho el tema de los normandos y la incidencia de sus incursiones en la Península Ibérica, y concretamente en Galicia. Existen numerosos estudios publicados al respecto, pero aún así el tema no es demasiado conocido, ya que la mayoría de obras que abordan el fenómeno vikingo concentran su atención en Francia y el Reino Unido. Nosotros, sin embargo, teníamos en Galicia el santuario del apóstol Santiago, que era un reclamo mucho mayor para los nórdicos, si cabe, que los monasterios irlandeses, ingleses o bretones.

Sobre la idea concreta de la novela, la tomé de un documento publicado en la España Sagrada del padre Flórez -en uno de los tomos elaborados por Manuel Risco-. Se trata de cierto diploma signado por el rey Vermudo III en la ciudad de Lugo en el que se habla del desalojo de un castro construido sobre la peña de Lapio y habitado por un grupo de vascones que pocos años antes habían asolado la región. El conde que se encargó de expulsar a los vascones de la peña fue Rodrigo Romániz, uno de los hombres fuertes del reino durante el reinado de Alfonso V, aunque para hacerlo tuvo que contar con la fuerza de un grupo de mercenarios normandos. Es una noticia a menudo resaltada por quienes se han dedicado al estudio del tema, y me parecía una marco fenomenal para introducir en él otras figuras históricas de relieve, como el futuro obispo de Compostela, Don Cresconio, o el líder vikingo Ulfo.


El obispo Cresconio es el protagonista de la novela, aunque no es muy habitual que en una novela histórica un prelado sea el personaje principal. ¿Por qué Cresconio?

Precisamente por ese motivo, porque no es habitual. Exceptuando grandes figuras de la historia eclesiástica como Benedicto XIII o Alejandro VI, no es frecuente que un religioso sea el protagonista de una novela, y eso me dejaba cierto margen para actuar. El motivo de ello parece evidente. En muchos casos, el carácter de este tipo de personas está determinado por sus votos, y salvo que el autor tenga intención de liberar a su personaje de esos parámetros, la idea no parece atrayente a primera vista. En mi caso, no obstante, ha sucedido al contrario. Quería un protagonista condicionado, inmerso en una lucha interna provocada en gran medida por la fidelidad a su propio estado, y Cresconio era una figura histórica ideal para explotar y desarrollar.


Es muy poco lo que sabemos de él, pues sólo se conoce una breve nota biográfica incluida en la Historia Compostelana, en la que, no obstante, ya se trazan los rasgos generales de su carácter. Podemos entrever además sus líneas de pensamiento por las decisiones tomadas en la asamblea de Coyanza y en los concilios compostelanos que él mismo presidió a mediados del siglo XI. A través de ellos conocemos algunas contradicciones importantes, como el hecho de que la Compostelana resalte sus méritos en el campo de batalla, precisamente contra los nórdicos, y al tiempo él mantenga su postura de sancionar a los clérigos que porten armas o rompan con otras costumbres propias del clero. Construir el personaje, en este sentido, fue una labor harto compleja, pero al tiempo muy satisfactoria.


Cresconio es la figura principal de la novela, pero hay otros personajes históricos importantes que destacan a lo largo del relato...

Principalmente Ulfo el Gallego es quizá la figura histórica más destacada de toda la novela. También Rodrigo Romániz, con ese carácter inflexible tan propio de los magnates gallegos y leoneses. Aunque creo que merece especial atención Roger de Tosny, un normando que trabajó como mercenario al servicio de la condesa Doña Ermesenda de Barcelona, y cuya figura es muy ilustrativa del papel que los hombres del Norte debieron jugar en el proceso de Reconquista. Es cierto que este último está un tanto descontextualizado, ya que sólo está documentada su presencia en el este peninsular y en la novela aparece con su hueste no lejos de la desembocadura del Eo, aunque también es verdad que muchos de estos mercenarios procedentes de Francia hacían la ruta jacobea por estas fechas.


La novela está ampliamente documentada, pero también hay personajes ficticios y algunas invenciones. ¿Dónde termina la realidad en la historia y comienza la ficción?

Bueno, el objetivo era intentar entremezclar historicidad y ficción hasta confundirlas, y únicamente arrancar al lector de ese estado con la nota final de la novela. Evidentemente hay muchas invenciones, como la propia factoría de Lordemanos, situada en la ribera del Eo. Se trata de un emplazamiento nórdico situado ficticiamente justo en un lugar en el que es posible que existiese algún asiento de esta naturaleza. El nombre con el que se le designa en la novela es el genérico de Lordemanos, existente en otros puntos de la Península, como ya he dicho. También hay personajes ficticios, como Torvaldo, conde de los lordemanos y rival de Ulfo. Finalmente, me parecía demasiado evidente utilizar el reclamo del culto jacobeo, con lo que rescaté un santo bastante apócrifo de los santorales galeses, San Pascentio, vinculado con Galicia en la tradición britana, para darle al relato un toque místico y cercano a la envolvente mentalidad religiosa de la época.


Galicia en el siglo XI es un tema fascinante, pero al mismo tiempo bastante desconocido. ¿Por qué un marco como éste?

Un poco por lo que había comentado previamente. Es un marco en el que se dan cita culturas muy diversas, y todas con un hilo conductor que conecta directamente con el pasado celta. La tradición celta se mantuvo bastante intacta, únicamente maquillada por la difusión de la religión cristiana, y convivió durante siglos con la germanización introducida por los suevos. Todo ello aderezado con la abundante presencia britana en el litoral septentrional desde el siglo VI. Además, Galicia es un marco particular dentro de lo que fueron las incursiones vikingas, pues aquí el grueso de los ataques normandos se padeció entre el último tercio del siglo X y la mitad del siglo XI, justo cuando la intensidad de estos ataques era ya mucho menor en el resto de Europa; hecho que no puede tener otra explicación que la propia proyección del santuario jacobeo en esta época.

En el siglo XI se mantenía vigente la liturgia hispánica y la iglesia gallega era reticente a estrechar lazos con Roma. La situación política en esta época era realmente caótica. Los magnates gallegos contaban con muchísimo poder y, a comienzos de siglo, alguno de ellos llegó a ejercer el gobierno efectivo del reino, como Menendo González, que fue tutor de Alfonso V, y quizá antepasado de Cresconio. Ya adulto, Alfonso V murió siendo muy joven y dejó en el trono al niño Vermudo, que se vio desbordado a la hora de intentar contener las pretensiones navarras sobre la corona leonesa. Fue una época de verdadero caos político percibida por las fuentes y documentos como un tiempo sin rey. Es consecuentemente una época en la que el obispo de Compostela ejercía uno de los poderes más notables en el territorio gallego. Durante los siglos X y XI los prelados compostelanos hubieron de hacer frente a razias musulmanas y normandas, de ahí que se les llegase a ver como obispos-guerreros armados con báculo y ballesta.


La historia está impregnada de cierto tenebrismo, se hacen palpables las ideas escatológicas de la época y algunos ambientes llegan a ser apocalípticos. ¿Por qué esa visión del medievo?

Realmente la Edad Media no es una época tan oscura como se cree, aunque reconozco mi atracción por destacar los aspectos más lóbregos de este período. Los círculos intelectuales de la Península Ibérica estuvieron impregnados de cierto milenarismo y de ideas escatológicas que giraban en torno al final del mundo y la llegada de la parusía. Es cierto, sin embargo, que muchas de estas ideas estaban ya superadas en el siglo IX, y que no hubo una creencia generalizada en que el cambio de milenio supondría el final de los tiempos, tal y como defendían algunos historiadores en el siglo XIX. No obstante, considero que el caos político al que me refería con anterioridad, la razia de Almanzor de 997, la destrucción de la diócesis de Tuy y los demás ataques normandos que Galicia sufrió en la primera mitad del siglo XI, bien pudieron despertar todos esos terrores.


La novela está prologada por el escritor y presidente de la ACMET (Asociación Castellano-Manchega de Escritores de Turismo) Miguel Romero. ¿Cómo surgió la idea de que él realizara el prólogo?

Bueno, Miguel es un gran amigo y maestro a quien debo muchísimo. Siempre ha apadrinado de alguna manera todas mis empresas y era justo que su nombre figurara junto al mío en la novela, sobre todo por la confianza que siempre ha puesto en mí y la seguridad de que algún día conseguiría publicar en una buena editorial como es De Librum Tremens. Fue él el que tuvo la idea de hacer el prólogo y para mí es todo un orgullo contar con el respaldo de uno de los mejores autores castellano-manchegos. Es a él a quien debo la pasión que siento por mi tierra y la Sierra Baja conquense, y sus libros, así como su particular forma de novelar, prestando siempre atención a la cotidianeidad y el costumbrismo, son siempre una inspiración para todos mis trabajos.


¿Qué otros autores le han inspirado a la hora de escribir?

Bueno, soy un gran admirador de Jesús Maeso de la Torre, con quien tuve ocasión de coincidir en la final del CajaGRANADA que él terminó ganando, y su obra Al-Gazal, el viajero de los dos orientes es para mí la mejor novela, con diferencia, que se ha publicado en nuestro país. También soy un apasionado lector de las novelas de Bernard Cornwell, especialmente de sus sagas dedicadas a la Britania artúrica y la Inglaterra anglosajona. Otros autores que valoro notablemente son Jesús Sánchez Adalid o José Luis Corral, y también autores que han trabajado la novela histórica de forma ocasional como Miguel Delibes u Homero Aridjis. La influencia de algunos de ellos se puede apreciar en la novela, así como los guiños a las geniales estampas cotidianas que en su día trazó el maestro Claudio Sánchez Albornoz, y el intento por retomar el sabor de algunas buenas composiciones medievales tales como la obra de Ibn Fadlan o los poemas épicos anglosajones, de tema escandinavo, como La Batalla de Maldon o el propio Beowulf. Por lo demás, reconozco que aunque leo abundante novela histórica, me decanto más por libros especializados, principalmente de Historia, aunque también sobre Hagiología, Mitología, temas militares...


La novela fue finalista del Premio de Novela Histórica CajaGRANADA, el certamen de este género literario mejor dotado económicamente de España. ¿Qué tal fue la experiencia para usted?

Sencillamente increíble. Creo que CajaGRANADA es el certamen más prestigioso de novela histórica que tenemos, especialmente después de que haya desaparecido el Alfonso X, y es todo un orgullo haber conseguido ser finalista. Al tiempo es una sensación extraña, ya que como finalista no tenía todavía ninguna novela publicada, algo que sorprendió notablemente a los miembros del jurado y a los escritores con los que coincidimos en Granada durante la gala de entrega de premios. Supongo que no es muy habitual llegar a la final de un certamen así con una primera novela, y creo que eso es prometedor de cara a futuros trabajos.


¿Ha sido difícil componer una obra tan compleja como El Señor de Lordemanos?

Realmente pasé tres años trabajando en ella. El trabajo de documentación fue ciertamente extenso y tuve que combinar la composición de la novela con diversos proyectos. Conseguí terminarla en 2009, con lo que ha pasado cierto tiempo hasta que finalmente ha visto la luz. El motivo es que al escribir la novela no lo hacía pensando en su viabilidad comercial, ni considerando la posibilidad de que finalmente fuese editada. Prácticamente me dediqué a realizar una tarea de investigación sobre la Galicia de la primera mitad del siglo XI, tanto en los aspectos sociales como políticos, que luego se plasmó en una novela. Mi objetivo era componer la novela que me hubiese gustado encontrar en la estantería de alguna librería y, afortunadamente, por casualidad, acabé enviándola al CajaGRANADA, con el consiguiente salto que ello supuso para mi carrera. Supongo, de hecho, que todos estos aspectos son los que hicieron que mi novela resultara atractiva para los miembros del jurado. Luego nos hemos tomado cierta calma a la hora de seleccionar una editorial que realmente apostara por mi forma de ver la novela histórica, y que tuviese un compromiso real con la Historia, más allá de los aspectos puramente comerciales. En ese sentido, fue una excelente noticia que una magnífica editorial como De Librum Tremens se interesase por el texto.


Para acabar la entrevista, ¿trabaja actualmente en algún otro proyecto?

Mi prioridad ahora, una vez El Señor de Lordemanos vea luz, es centrarme en la publicación de mi segunda novela. Tengo muchos proyectos en mente y todos pasan por continuar escribiendo. Tengo pendiente además finalizar un pequeño libro de relatos históricos ambientados en mi tierra, en el que se recojan igualmente algunos de los textos que dispersamente se han ido publicando.

Novela histórica


Entrevista a autores


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