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Juan Tazón
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Entrevista a Juan Tazón, autor de "Los caballeros de las sombras"

"Tanto España como Inglaterra desarrollaron estructuras muy sólidas de espionaje y de contraespionaje en el siglo XVI"

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

"Los caballeros de las sombras" es una novela de Juan Tazón que nos transporta a la última década del siglo XVI para relatarnos el misterioso caso al que tiene que hacer frente el capitán de los tercios Alonso Cobos, un veterano de los tercios de Flandes que tiene que actuar como espía.

Juan Tazón
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Con motivo de su publicación hemos podido entrevistar a su autor, Juan Tazón, con quien hemos hablado de los oscuros manejos del poder y la información por parte de las potencias que dominaron el mundo durante el siglo XVI y de los grandes conflictos tanto bélicos como políticos de España e Inglaterra durante estos años.

¿Qué le llevó a escribir Los caballeros de las sombras?
Varias cosas: mi pasión profesional por ese período en concreto y por el juego de las relaciones anglo-españolas durante el mismo, y la necesidad de acercarme a los dos “misterios” que conforman el principio y el final de la novela. Mi vida académica (treinta y cuatro años como docente e investigador) se ha centrado casi exclusivamente en esa época.

¿Cómo definiría al capitán Alonso Cobos?
Es un tipo curtido (como ocurrió con el verdadero) en labores de espionaje. Alguien que al cabo de los años en ese mundo necesita encontrar en el riesgo una razón para seguir mirando de frente a la vida.

¿Por qué ha escogido como protagonista a un personaje tan atormentado por el pasado?
Esta novela es la primera de una trilogía. La segunda mirará a ese pasado en concreto y explicará por qué Cobos piensa y siente en el presente como lo hace. He buscado crear un personaje alejado del estereotipo del héroe de capa y espada, que no me interesa. Cobos es un hombre complejo, precisamente porque se desenvuelve en un mundo de sombras marcado por el dominio de la máscara, donde lo primero es no fiarse de nada ni de nadie.

¿Y cómo definiría a Idiáquez, jefe de los servicios secretos de Felipe II?
Aparentemente frío, un hombre carente de fe en Dios y en el hombre, “maquiavélico” en el sentido de que hará lo que convenga para obtener resultados. Pero alguien que también esconde dudas, temores y…aprecio por ciertas personas. Aunque esto sea algo que no demuestre jamás a las claras.

¿Cuál de las potencias del siglo XVI era la más avanzada en cuanto a espionaje?
Es difícil decirlo: tanto España como Inglaterra desarrollaron estructuras muy sólidas de espionaje y de contraespionaje. Las herramientas hoy en día han cambiado, naturalmente, pero las estrategias básicas no tanto.

¿Cómo se conseguía información privilegiada en una época en la que no había tantas facilidades como en la actualidad?
De la misma manera que se hace hoy en día: chantaje, compra, soborno, extorsión…Valía todo, porque como Walsingham, el gran maestro de espías en Inglaterra, decía: “La información nunca es cara”. Y no hablaba sólo de dinero, créame.

¿Cómo describiría la guerra que hubo en las sombras por el control de la información entre España e Inglaterra?
Fue silenciosa, pero atroz: el asesinato político cobró, por ejemplo, un gran realce: piénsese en figuras como Guillermo de Orange, asesinado con una de las primeras pistolas de rueda, el secretario Escobedo o las tramas para asesinar a Isabel de Inglaterra o al fugado Antonio Pérez. El “juego” era letal.

¿Qué papel jugaron los servicios de inteligencia a la hora de establecer la sucesión de Isabel I de Inglaterra?
Más que los servicios de inteligencia, yo hablaría de ciertas personas. Robert Cecil, una de las figuras clave de la novela, sería una. Isabel no nombró a su sucesor. Jamás salió de su boca el nombre de Jacobo de Escocia, llamado a llevar la corona inglesa tras su muerte. Parece ser que hizo un gesto de asentimiento cuando muy pocos minutos antes de morir, alguien le susurró ese nombre. Pero, claro, eso es lo que la versión oficial ha sostenido. Del dicho al hecho puede haber grandes diferencias. Lo que sí cabe preguntarse es quién salió ganando con el nuevo rey venido de Escocia. Y aquí hay pocas dudas: Robert Cecil hizo a la sombra de ese monarca una carrera fulgurante. Él fue uno de los grandes validos en Europa, junto con, por ejemplo, Lerma en España. La pregunta, por tanto, quizá debiera ser: ¿jugó un papel determinante alguien como Robert Cecil, futuro conde de Salisbury, en la sucesión al trono? Mi respuesta personal no puede ser más rotunda: sí. Pero no desvelaré en qué se basó su estrategia porque figura a retazos en la novela.

¿Cómo se investigaba un asesinato en la época en la que transcurre la novela?
Dependía en gran manera de la figura del asesinado: Londres, por ejemplo, era una ciudad violentísima, cuajada de asesinatos. A finales del siglo XVI contaba con no menos de catorce prisiones. Que la “escoria” muriera a manos de la “escoria” (así definiría Wellington siglos más tarde a su propio ejército: “la escoria de la tierra alistada para hartarse de alcohol”) no representaba un problema para los sheriffs: menos trabajo para el árbol de Tyburn los lunes (día de ahorcamientos). En cambio, la muerte de personas de alto rango sí ponía en marcha mecanismos de búsqueda y herramientas, como la tortura, que se usaban con trágica frecuencia. Con todo, prevalece el crimen no esclarecido. Un caso claro sería el del dramaturgo Kit Marlowe, coetáneo de Shakespeare y tan famoso o más que el gran poeta de Stratford en el momento: su muerte nunca fue esclarecida, quizás porque había vinculaciones muy fuertes con el mundo del espionaje, del que formaba parte.

En la novela se menciona numerosas veces a la Armada Invencible. ¿Cuáles fueron las principales causas de su fracaso: el clima o una mala estrategia?
Fueron varias: la falta, para empezar, de un ejemplo anterior del cual extraer lecciones. El desembarco de Normandía, por ejemplo, contó con esa lección previa: el desembarco en el Mediterráneo, bastante caótico. La falta de fe en la empresa, en segundo lugar, de ciertas personas como el duque de Parma, sobre quien recaía la responsabilidad de tener los tercios preparados en los Países Bajos para su traslado al frente de guerra en Inglaterra. El mesianismo evidente de Felipe II, para quien sólo cabía la posibilidad, desde una delirante lógica, de un éxito dado que todo se hacía en nombre de un Dios llamado a bendecir el esfuerzo. El dudoso liderazgo de personas como Medina Sidonia, etc. Con todo, pudo haber salido bien. El desembarco de Guillermo de Orange en Inglaterra en 1688 no estuvo mejor preparado que la empresa de Felipe II. Y sin embargo su esfuerzo se vio coronado con el éxito: la fortuna contó, un hecho que no sucedió en el caso español. Los ingleses entendieron, o así lo vendieron, que Dios había luchado de su lado, aunque claro, nadie contó hasta mucho más tarde los hombres que se perdieron de vuelta a puerto por no poder desembarcar dada la falta de dinero para su paga: centenares murieron ignominiosamente “en casa”

¿Cómo ayudó España en aquella época a los rebeldes irlandeses?
De varias maneras: envío de armas, tropas (escasas y mal equipadas), como ocurrió en Smerwick en 1580 y luego en Kinsale 1601/2, educando a los hijos de los líderes católicos: así se explica la creación de los colegios irlandeses en España, o con la presencia constante de espías y asesores militares: capitanes como Cobos, Ortiz de Urizar, Merdinilla, Cisneros, o incluso de supervivientes de la “Armada Invencible” (pocos, pero existieron) que nunca volvieron a casa.

¿Estuvo alguna vez el conflicto en Irlanda tan fuera de control para Inglaterra como Flandes lo estuvo para España?
Sí, y la respuesta, precisamente por el pánico a perderlo todo, fue atroz…salvaje: hablamos de limpieza étnica en los Balcanes en el siglo XX. Un poeta como Edmund Spenser defendió prácticamente lo mismo a finales del XVI en uno de los libros más infames que se conozcan: “A View of the Present State of Ireland”. Él no se inventó nada: lo vivió “in situ”. La historia de Irlanda en esos años es muy triste. Ahí reside la esencia del “problema irlandés”.

¿Por qué esa obcecación de los monarcas españoles con Flandes aunque en el fondo supieran que lo tenían prácticamente imposible para hacerse con la victoria?
Personalmente creo que existió una terrible falta de “cintura política”, de pragmatismo. Y no creo que al decirlo pase injustamente factura desde el siglo XXI: hubo, así lo creo, una terrible ceguera, nacida del excesivo peso de una religión concebida de una manera muy diferente a la del mundo protestante del momento. Eso para empezar. Lo que unido a la falta de visión sobre el papel a jugar por el Atlántico y su dominio explica muchos de los problemas. Lisboa, y no Madrid, habría sido la apuesta acertada a la hora de establecer la capital imperial: mirando de frente al Atlántico, del que dependía todo, desde las consignaciones de oro, plata y especias, al envío de tropas a lugares como Flandes. El mundo será “holandés” en gran manera en la primera mitad del XVII, precisamente porque contaban con la marina de la que España carecía.

¿Tiene la intención de retomar a Alonso Cobos en próximas novelas?
Sí, lo haré…si el tiempo y la salud lo permiten: mi intención es escribir una trilogía, como ya he dicho. Ahora mismo trabajo en la tercera novela (la segunda está escrita). En esa segunda entrega Cobos, como otros personajes de esta primera novela, se moverá en la década de 1580. La tercera, en cambio, mirará hacia “adelante”, con hechos que se sucederán a partir del final de esta primera entrega.

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