MÁS PERDIDOS QUE CARRACUCA

Nadie es perfecto

Por Alberto Morate

lunes 15 de diciembre de 2025, 21:20h

La perfección está en los sentimientos. Dependemos de muchas cosas, de muchos factores, de nacer en una familia acomodada, en una sociedad occidental, en una gran ciudad, en un arrabal, en el fin del mundo.

Más perdidos que carracuca

También puede ocurrir que las circunstancias se tornen adversas, y acabemos en “bujero”, soñando a manos llenas, sin más propiedades que un camastro, una botella de vino, una amistad sin tapujos.

Te das cuenta de que puedes estar Más perdido que Carracuca, que no tiene un significado especial, se atribuye a situaciones angustiosas, comprometidas, a la fealdad, a la pobreza, a la marginación. Estar más perdido que carracuca es la imposibilidad de salir de una situación y tener que conformarse.

Partiendo de dos indigentes, dos seres humanos en exclusión social, Emilio de Valle nos lleva a través de unos zapatos, de un periódico, de una relación con altibajos, complicada, a presentarnos a Rafita y a Manuel, que desprenden vitalidad, ganas de vivir, sorpresivas reacciones, y están constantemente al borde del abismo, para darle lustre a una sociedad que crea una atmósfera de elitismo, de prejuicios, de miseria.

Ellos son Jorge Muñoz y David Fernández ‘Fabu’, que se complementan a la perfección, que se crecen, que se muestran rotundos dentro de su inestabilidad personal, que se requieren como en las buenas discordias, que se deslizan en la mugre con la misma facilidad que un meteorito en el espacio.

Con una interpretación demoledora de estos dos inmensos actores, Emilio del Valle los presenta con la tranquilidad constante del que tiene asumido su desenlace, presos de sí mismos, entregados a la pasión de vivir, fundamentalmente.

Hay en la puesta en escena y en el texto y en la actuación, emotividad, crítica social, soledad, vindicación de la capacidad humana para quererse y necesitarse, henchidos en su inmensa humanidad, aunque esta no sea perdurable.

Están perdidos, sí, como Carracuca, pero se encuentran a sí mismos, viven lo inmediato, necesitan la cercanía, ese espacio común que comparten y es su refugio, y de esa manera, salen airosos de su candidez, son capaces de verse en el espejo del rechazo, sueñan lo imposible.

Por eso hay que aprender a leer y escribir, para que no sea irreparable el daño que inflige estas historias cotidianas a las que cerramos los ojos, porque es mejor el desconocimiento que la culpabilidad.

Saldrán de gira próximamente, por Balaguer (Lleida), Palma de Mallorca, Santander, Sevilla, Cáceres, Zaragoza, Valencia… para recalar, posteriormente, en abril en la Sala Tarambana de Madrid, haciendo que el espectador exprese una sonrisa emotiva, que entienda una penumbra escondida, que se plantee las diferencias de las clases sociales y la necesidad del cariño y la amistad, el embeleso por conseguir un objetivo, aunque no esté al alcance de sus posibilidades.

Y no, no tienen por qué ser delincuentes, ni proscritos, ni carracucas que no tienen esperanza, porque, al fin y a la postre, nadie es perfecto, amigos.