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Miguel Marinas y Antonio Cordero
Miguel Marinas y Antonio Cordero

Miguel Marinas presenta el doble poemario de la ciudad al mar: "Ejido de las ciudades, composición del mar

Por Julia María Labrador Ben
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

El pasado martes 7 de octubre se presentó en la madrileña Librería Rafael Alberti "Ejido de las ciudades. Composición del mar", el nuevo poemario de Miguel Marinas, filósofo leonés afincado en Madrid. Le acompañaron los responsables de Varasek Ediciones, Enrique Mercado y Antonio Cordero, en cuya colección de poesía, Buccaneers, se ha publicado como entrega número 8.

Miguel Marinas
Miguel Marinas

Ejido de las ciudades. Composición del mar ya nos indica desde su título que es una obra doble: el primer libro se ambienta en tierra, en Occidente, entre León y Coimbra, pasando por el Alberche, y el segundo en el mar, en el Mediterráneo.

El Ejido del título surge de un barrio de León así llamado, con un nombre que procede del latín “exitus”, que significa lugar por donde se sale y se entra a la ciudad. En Ejido de las ciudades se ofrece una mirada sobre los andurriales, una meditación desde las lindes, desde lo que no es principal. Como señalaba Simmel, será precisamente el extranjero quien mejor pueda reflexionar dada su ausencia de vinculación condicionada con el lugar, lo cual le dota de una imparcialidad perfecta debida a su no implicación.

Enrique Mercado destacó la perfección editorial con que se ha publicado este libro, pues tan sólo tiene tres erratas y un laísmo, y este último es un fallo permitido voluntariamente a su autor puesto que es de León y es un profesor. Ese toque de humor en la presentación entronca con aspectos fundamentales de la obra, pues es distendida y humana, surge de vivencias personales de Miguel Marinas, interiorizadas primero para exponerlas a continuación universalizadas.

Mercado reiteró que realmente estamos ante dos poemarios que describió como muy bien labrados y muy diferentes el uno del otro. El escenario del primero es la salida de la ciudad y también un terreno baldío. En él se da una visión sobre la ciudad tanto del presente como del pasado. El segundo va a negar el primero, pero la continuidad entre ellos existe de manera espectacular por el agua: el río, el mar.

Destacó una influencia fundamental: los ecos de la Generación del 27, sobre todo aquella que habla de Castilla, es inevitable ver las huellas de Antonio Machado y también de Gerardo Diego. Uno de los temas es la victoria sobre la inexorabilidad del tiempo, cosa que parecen lograr los castillos, el temple.

Por el contrario, Composición del mar es un libro vanguardista, conceptual, algo que destaca al leer su primer poema plagado de aliteraciones. No obstante, se vuelve más sencillo e inteligible al final para hermanarse con el primero, de forma que el conjunto genera una obra muy redonda.

Este segundo libro se presenta como un oasis de buena poesía, en el que encontrar el sentido de la vida, en el que la fugacidad aparece como una intensidad absoluta, en el que el presente es la pura inmortalidad. El mar va a representar la dualidad nacimiento y muerte, y vinculado a él aparece el faro como un personaje animado: una advertencia de que el mar está ahí, a la vez que constatamos que es inasible.

Si como dijo uno de los editores, Miguel Marinas es un “poeta muy filosófico”, será él mismo quien nos lo confirmará al identificarse con la frase de Hannah Arendt “yo vengo de la filosofía”. El propio Marinas definió su creación como una escritura muy originaria, como un ejercicio de escribir escuchando, que refleja un tiempo más lento que el tiempo de la prisa. Y a continuación aclara cómo ha entrado en el mundo de la filosofía: por pura extrañeza, como decían los antiguos que era el origen de la misma.

Rememora por qué es un viajero: hasta los cuatro años vivió en Vitoria, hasta los diecisiete en León y después... De ahí que la montaña simbolice lo sofisticado y el mar las vacaciones, pero de manera rutinaria.

El mar del segundo libro, de Composición del mar, no tiene nada que ver con nosotros, con los seres humanos, porque no es tierra firme. Ante él surge extrañeza, pues es algo que se mueve, que crece y decrece, y que nos lleva a preguntarnos de qué está compuesto. Una posible explicación de por qué nos gusta tanto adentrarnos en él puede remontarse a los meses de gestación en el interior de la madre.

Por tanto, el mar se presenta a la vez, como un ente acogedor y amenazador: nos atrae irremediablemente, pero también puede llevarnos para siempre, matarnos al arrastrarnos a su interior.

Varasek ediciones es una pequeña editorial con un lema muy atractivo: “Poesía, viajes y rock and roll. Ejido de las ciudades. Composición del mar encaja indudablemente en la primera parte del mismo, pues es un poemario, pero se asoma también a otro de sus elementos, el viaje.

Sin duda, Miguel Marinas nos ha vuelto a ofrecer un ejemplo de poesía que hunde sus raíces en la filosofía, que va de la tierra al mar, de la ciudad a la inmensidad marina, de la cotidianidad humana a la naturaleza acuática. En definitiva, de la limitación urbana construida por los hombres, de la prosaica y pétrea vida humana, a la inmensidad del océano, a la libertad de lo infinito, utilizando el río como escape hacia aquello que nos atrae inexplicablemente hacia su seno más profundo, por muy peligroso y ajeno que nos resulte.

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Enrique Mercado, Miguel Marinas y Antonio Cordero (Fotos: Julia María Labrador Ben)
Enrique Mercado, Miguel Marinas y Antonio Cordero (Fotos: Julia María Labrador Ben)
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