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“La expedición Zunzunegui” de César Balmori

Por Javier Velasco Oliaga
sábado 12 de septiembre de 2015, 20:19h
La expedición Zunzunegui
La expedición Zunzunegui

La editorial Notorius, especialista en literatura sobre cine, inaugura con “La expedición Zunzunegui” un nuevo sello de narrativa. Y comienza con esta novela de César Balmori su andadura. Una obra que se sale de todos los cánones establecidos porque se queda a medio camino entre el diario transcrito de unas conversaciones y las explicaciones que paso a paso va dando el narrador encargado del libro

Cuando cogí el libro para su lectura, lo hice creyendo que me iba a encontrar con una de esas expediciones científicas españolas del siglo XIX que han quedado ocultas en nuestra historia. Cuál no sería mi asombro cuando me encontré con una expedición de unos jóvenes por tierras burgalesas que más se parecía a aquéllas que los jóvenes que pertenecieron a la Organización Juvenil Española (OJE) de tiempos franquistas realizaban en aquellos largos veranos de los sesenta.

Zunzu, Canete y Carlos salen de Oña hacia el norte de la provincia de Burgos con la finalidad de llegar andando hasta Francia en cuatro días. O por lo menos, eso es lo que dicen a los lugareños que se van encontrando en su extraña acampada. No les daría tiempo nada más que a llegar a Villarcayo, ya que tendrían que estar sin falta al quinto día en Burgos, porque Zunzunegui, piloto de complemento, tendría que tomar un avión hasta su base.

El libro se compone de dos narraciones claramente diferenciadas y radicalmente distintas que se van alternando en su desarrollo. La primera es la transcripción de unas supuestas cintas magnetofónicas que han ido recogiendo todas las conversaciones que se realizan a lo largo de la expedición. Están tratadas precisamente como eso. Los diálogos se recogen tal cual y se añaden los ruidos que se van produciendo durante las charlas. Su estilo es aséptico y minucioso. Nada sobra ni falta.

La segunda parte, que se va alternando con la transcripción, son las explicaciones que el narrador da a esas supuestas conversaciones. El estilo documental de la primera parte choca con el más elaborado e irónico de la segunda. Es donde el autor despliega todos sus recursos y conocimientos adquiridos. Donde explica los pormenores de la expedición siempre con un toque irónico y humorístico, donde se plantea si las cintas son reales, si lo que se oye en ellas se circunscribe a los tiempos en que se supone se grabaron, septiembre de 1964, en donde se ponen en cuestión hasta posibles series que en aquella época se emitían por la televisión española.

En esta parte, utiliza César Balmori diferente estilos, tanto descriptivos como supuestos interrogatorios policiales o discursos de corte radical católico, acorde con aquella época, o traducciones al francés. Todo un marasmo de estilos que hacen que la lectura se convierta en amena y que se quiera descubrir lo que ralamente pasó. Algo que no se consigue, como ya anticipa el autor, en las primeras páginas.

Calificar el texto de surrealista es quedarse corto. El texto es un marasmo de explicaciones sobre unos supuestos hechos que en primera instancia no tienen mucho interés, ya que es una expedición corriente. El valor de la obra radica en las explicaciones del autor, que utiliza diversos estilos para no hacer agotadora la lectura, convirtiendo la trama en un sinfín de excentricidades que hacen que se siga con creciente interés. La lectura se va haciendo más interesante según se va desarrollando el libro. Todo un ejercicio de imaginación y erudición narrativa que nos hace pasar unos momentos realmente divertidos con recuerdos de otra época que hemos vivido.

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