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Ángel Silvelo

16/11/2021@12:00:00
El dolor que va más allá de los recuerdos y se incrusta como una lanza en el epicentro de nuestro corazón. Ahí es donde acaban las certezas y comienzan los miedos como una melodía de lo inhóspito y lo inesperado. ¿Cabe mayor proeza que la de rebelarse contra el mundo de los deseos? ¿Atacarlos con la firmeza del que anhela destruir la oscuridad en la que se refugian parte de sus miedos, para más tarde, rechazarlos con la certeza de la realidad?

Las trampas del tiempo con la ayuda de los archivos de la televisión hacen posible recuperar el pasado, nuestro pasado. Y, al hacerlo, se vuelcan sobre nosotros de una forma inquietante por ese carácter entre desafiante y veraz que poseen, al ser los testigos de una vida y una verdad que ya no forman parte de nosotros.

Todo ser material o inmaterial tiene su contrario. O el reflejo que nos sorprende cuando somos capaces de verlo. Algo parecido es lo que nos muestra Chema Madoz en las 73 fotografías que, bajo el título de Crueldad, nos muestra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ese nuevo espacio creativo que nos propone, es el que transcurre entre la belleza de lo insólito y la perplejidad que nos produce el miedo.

Contemplar la naturaleza imbuido por el rumor que desprenden las hojas de los árboles, las flores, los riachuelos y los cantos de los pájaros. Aislarse para sentir el latido de nuestro corazón, y con él, llegar a crear algo nuevo al ritmo que esa naturaleza nos proporciona. En ese triaje de las sensaciones es donde la sensibilidad del que mira, y la destreza del pintor o el poeta, comienzan a dibujar palabras que de ninguna otra forma hubieran llegado a existir. Palabras que nacen del impulso imaginario que nos mueve hacia la cima de lo sublime o lo inalcanzable.

Buscar en uno mismo aquello que la vida nos arrebató de una forma cruel e inesperada. Hacerlo a través de uno mismo como prolongación del hijo que día a día se va muriendo, y como anticipación del mañana y la tragedia. Hacerlo mediante los recuerdos de su niñez (la del poeta narrador), que afloran en la ausencia. Ausencia impuesta por la vida, el destino y la muerte. Ausencia no deseada. «Puedo escribirlo todo, pero la literatura es la distancia definitiva que perpetuamos entre nosotros y las cosas».

CELEBRACIÓN DEL DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA

¿Qué es ser poeta? Incertidumbre y misterio se entremezclan como un rasguño y su herida en las ventanas de su alma. La sangre brota del interior y se derrama para ser contemplada, igual que un anhelo que busca convertirse en realidad. Todo parte de un deseo que nos ronda la cabeza y necesita salir de ella.

Autor de “La utopía del portero”

Cuando el escritor abulense Ángel Silvelo Gabriel se enteró de la convocatoria del Premio Carlos Matallanas de Novela Breve, patrocinado por la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) decidió presentarse al mismo. En su infancia, el fútbol era el deporte por antonomasia, todos los chavales hemos jugado con una pelota en algún momento de nuestras vidas, eso y sus recuerdos sobre el fútbol le hicieron que decidiese optar a dicho premio.

Publica la editorial Denes

El amor, en sus diferentes vertientes, es un bien escaso en la sociedad actual. Una sociedad que se caracteriza por intentar ganar tiempo al tiempo, pero que sin embargo no sabe cómo utilizar esa ínfima ganancia que muchas veces está llena de prejuicios, reproches o remordimientos. Como dice Eric Fromm en su ensayo El arte de amar: «Los valores humanos están determinados por los valores económicos […] El hombre moderno piensa que pierde algo -tiempo- cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana -salvo matarlo-.»

Nadie nos enseña a mirar, como tampoco nadie nos enseña a amar o a encontrar el verdadero sentido de la vida, que para cada uno de nosotros representa nuestro particular deambular por el mundo.

Viajar es explorar la posibilidad del asombro. De ofrecer a la mirada la percepción de lo nuevo. De remover en nuestro interior la textura de los sentimientos y acumular aquello que experimentamos por primera vez a nuestro particular desván de los recuerdos. Los viajes están hechos de recuerdos, y son parte de la materia prima de la que está hecha nuestra memoria.

Observar en lo más profundo del alma humana. Escudriñar aquello que nadie ve, y sentir el impulso de seguir buscando en la oscuridad de la nada. En las primeras experiencias de la vida. En el miedo a exhibir nuestra desnudez a los demás. En el recuerdo del primer amante. Y siempre desde el punto de vista de una mujer. Fuerte. Insólita. Innegociable en los principios y los afectos. Y, tras ella, una mirada sencilla y mordaz sobre la realidad.

Atrapados en nuestro propio laberinto igual que Cíclopes de un solo ojo que han perdido el rumbo y van en una única dirección. Y todo, por ese oscuro artificio del azar que representa la vida no vivida. Una vida que nunca pensamos que tendríamos que experimentar, pero que es la vida tal y como es y no cómo nos la imaginamos. Esas falsas ensoñaciones, sin embargo, traen consigo cambios accidentales provocados por las erupciones dormidas en el letargo del tiempo.

No era de noche. Apenas las ocho de la tarde. Pero ya se perfilaban las primeras sombras de la penumbra que anunciarían su muerte. Sombras aletargadas en la brisa del cercano Tévere y pérdidas entre las siluetas de las escasas personas que a esas horas todavía cruzaban la ciudad de Roma a través de la Piazza di Spagna. Había silencio y oscuridad en el entorno.

Emocionado y muy agradecido. Ángel Silvelo Gabriel (Piedralaves, Ávila, 1964), con una amplia trayectoria en el mundo de la literatura, con varios premios en su hoja de servicios, vivió un momento único cuando fue proclamado ganador de la primera edición del ‘Premio Carlos Matallanas’ de novela breve.

El silencio y la noche. El yo poético frente a las palabras. La muerte como forma de escapar de la alienación. Mesetas oscuras que se ondulan al paso de las palabras convertidas en poemas que, como olas, agitan los espíritus perdidos que buscan a la noche como meta y a la luz como un espacio de negación y muerte del alma poética.